lunes, 16 de octubre de 2017

LOUISA MAY ALCOTT, JO Y LAS ESCRITORAS



Rosa Campos Gómez
                                       

Posiblemente la escritora que más haya influido en la vocación de otras escritoras, cuando apenas había referentes femeninas que constaran en los libros de texto,  sea Louisa May Alcott (1832-1888), construyendo una novela por encargo -en parte autobiográfica- que encandiló a los lectores al mismo ponerla a la venta.


Se trata de Little Women or Meg, Jo, Beth and Amy (1868), Mujercitas en castellano, escrita por encargo del editor de la autora, quien le dijo que antes de publicarle un libro que ella estaba terminando tendría que escribir una historia que hablara de chicas, en la que se reflejara una conducta apropiada para las jóvenes. Aceptó sin mucho entusiasmo porque lo que ella  escribía eran relatos en los que podía desarrollar tramas más atrevidas y reveladoras que su pensamiento avanzado y feminista le sugería, y que solía firmar con seudónimo.
Pocos meses necesitó para escribirla, en los que llegó a dudar de su valía, pero los hechos le hicieron cambiar porque  recién colocada en los estantes de las librerías fue comprada y leída, convirtiéndose en raudo éxito de ventas –2000 copias–. El público pronto pidió una segunda parte que llegó en 1869, Good Wives, en ella relataba lo acaecido a los March cuatro años más tarde. En Europa ambas se publicaron en un único volumen.
Para el argumento, L. M. Alcott se basó en algunos aspectos de su familia, sobre todo de sus tres hermanas, Anna (Meg), Lizzie (Beth) y May (Amy), que también fue pintora en la vida real, y en ella misma (que será Jo), como modelos de las cuatro hijas de los March, familia en la que los valores humanos serán la guía ante las dificultades a las que se puedan enfrentar, con un trasfondo histórico como la guerra civil estadounidense, que forzará a tener el padre ausente; unas mujeres que a pesar de las penurias económicas saben salir adelante; y a una protagonista  –en la que se percibe el espíritu fuerte y avanzado de Louisa– transgresora, mucho para la gente corriente de su época, que es la que engancha a quien se asoma a esas páginas.
Con el personaje de Jo (Josephine), Alcott pone en escena a una mujer con un carácter fuerte, que en aquellos tiempos, y en otros más cercanos, se le tildaba de masculinizado, mostrando una atractiva rebeldía que rompía con los cánones creados, y evidenciando una forma de ser en el oficio de escribir: se inicia en la niñez, anhela ser escritora de éxito en la adolescencia, por lo que se monta su escritorio en el desván; lee a todas horas, hasta el punto que su madre le dice que se tome descansos o perderá la vista; marcha hacia otra ciudad a trabajar, donde, además, escribirá relatos para un periódico, cuya aceptación por parte del público le produce gozo y confianza, y por los que recibirá una cantidad mínima de dinero pero que valora en mucho porque le sirve para costear gastos; acepta la opinión del profesor alemán que la anima a escribir sobre las cosas que le producen sentimientos en su quehacer diario, mejor que esos cuentos sensacionalistas que quedan por debajo de sus posibilidades de mujer creadora…
Jo March es una escritora que la literatura ha dado a través de las experiencias combinadas con la imaginación de su creadora, que supo introducirla alterando (quizá sigilosamente), las perspectivas demandadas por su editor, llegando a ser, de alguna manera, espejo en el que imaginarse... Son muchas las mujeres, que hoy se mueven en el mundo literario, que han hablado del estímulo que su figura generó en sus vidas. 


A mediados de los setenta y parte de los ochenta, a la mayoría del pueblo de diferentes latitudes nos llegó por primera vez su imagen, vía cine televisado, después sería el libro, y posteriormente, de nuevo, desde el cine en pantalla grande. Películas que vendrían de la mano de  George Cukor (1933), protagonizada por Katherine Hepburn; de Melvyn LeRoy (1949), con June Allyson; y de Gillian Armstrong, 1994, con Winona Ryder. Cada una de ellas con un excelente elenco de intérpretes y de técnicos, contando con algunos Oscar las dos primeras y varias nominaciones las tres.

Louisa May Alcott era hija de Amos Bronson Alcott, pedagogo, filósofo, abolicionista y defensor del sufragio femenino, con dificultades para encontrar empleo, siendo la precariedad económica frecuente en esta familia numerosa, por lo que ella tuvo que desempeñar algunos oficios temporales, además de escribir desde joven y cobrar por ello –su obra es considerable–.
Nunca se casó –al contrario que la protagonista de Mujercitas–, aunque sí mantuvo una relación de la que no quiso dejar rastro escrito. Fue activista política, apoyando el abolicionismo y la igualdad de derechos para las mujeres, y enfermera durante la guerra, contrayendo fiebres tifoideas que le trataron con medicación que contenía mercurio, lo que le generó unos efectos secundarios que llegaron a envenenarla, causándole la muerte a los 55 años, días después de la de su padre.

                                                                                                                       

Su casa de Concord  (Masachusset) –donde desarrolló una parte importante de su literatura–, que lleva más de 300 años en pie, ha estado a punto de derrumbarse, por lo que el 29 del pasado noviembre (aniversario de su cumpleaños) se llevó a subasta un manuscrito inédito para recaudar fondos para restaurarla, lo que nos informa de que sus textos, además de placenteros e ilustrativos de determinados contextos, continúan siendo útiles..., conteniendo vida.

  Escribió:
“Es un buen libro aquel que se abre con expectación y se cierra con provecho.”
“Hazte digno del amor y éste vendrá.”
“¡Enarbolad la bandera de la igualdad, mujeres! ¡Luchad por vuestros derechos y contad con mi leal colaboración!”
“Todo lo supeditáis al casamiento. Pero, ¿Y si no os casáis? Porque debéis admitir la posibilidad de quedaros solteras. Lo cual no debe aterraros, porque no es ninguna deshonra. Podéis ser útiles a la sociedad y a vosotras mismas.”
 “Si las chicas de tu edad aprendiesen lo que es realmente la belleza, y no pusieran tanto empeño en palidecer y matarse de hambre, ahorrarían un montón de tiempo, dinero y preocupaciones. Mente sana en cuerpo sano es la belleza mejor que puede concebirse en el hombre y la mujer.”
“Creo que para el sábado por la noche habrán descubierto que todo juego y nada de trabajo es tan malo como todo trabajo y nada de juego.”
 “No somos nosotros los que escogemos nuestras aptitudes y talentos; nacemos con ellos, y no conviene paralizarlos porque no nos gusten.”
“¡Animo, corazón mío! Siempre hay luz detrás de las nubes.”
“Mi vida será para mí misma, y no para espectáculo de los demás.”
“Perfecciónate, pero no imites nunca.”

Imágenes: LouisaMayAcott.twitter 


(Actualizado el 22/10/2017)



                    © Rosa Campos Gómez

2 comentarios:

  1. Tengo que releerla con ojos adultos pero, todo sea dicho, fue una de mis lecturas adolescentes. Cómo no identificarse con esa Jo contestataria y distinta. Estupendo reportaje.

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  2. Muchas gracias, Anabel. Es una suerte que su lectura se haya ido expandiendo y llegando a tantas mujeres en la adolescencia… La verdad es que era muy atractivo identificarse con ella, a mí también me sucedió.

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