sábado, 17 de junio de 2017

SIETE LIBROS PARA EL VERANO



Jesús A. Salmerón Giménez


“Me gusta tocar un libro, respirarlo, sentirlo, llevarlo… ¡Es algo que una computadora no ofrece!”
                                                                                                 Ray Bradbury

People reading and dreaming, by Vivian Maier.

Tal como empecé, termino este curso: hablando de libros, que es, por otra parte, la única pretensión que he tenido al escribir estas Notas, que, un año más, se han ido derramando por el calendario a lo largo de las cuatro estaciones: comunicar mis experiencias de lector insomne y apasionado, compartir el placer extraordinario de la lectura, con los seguidores de esta excelente revista digital, que coordina, con competencia y dedicación, Rosa Campos.
Acaba aquí, pues, temporalmente, mi periplo en esta publicación, cuya experiencia vital y literaria es, para mí, sumamente enriquecedora. Y, para despedirme, quiero expresar mi agradecimiento a todas aquellas personas que, aunque solo fuera una vez, se han detenido a leer estas crónicas urgentes, sentimentales y deslavazadas, estos disparos erráticos de lector, con la esperanza de haberles llevado un gramo de felicidad, en medio de este mar de olvido...En fin, amigas y amigos, hasta pronto, nos vemos cualquier día a la vuelta del verano, aquí, en Notas, donde habitan los libros…



Tierra de campos, de David Trueba. No siempre, como sostiene René (Descartes), leer buenos libros es como conversar con las mejores mentes del pasado. Porque David Trueba, afortunadamente, es rabioso e inteligente presente. Y sus libros me resultan siempre próximos, con esa cercanía emocional que nos regalan las personas que apreciamos, como si nos hablara un viejo amigo con el que hemos compartido emociones, tristezas, risas...con ese humor de trinchera, de supervivencia (heredado, sin duda, de esa generación maravillosa -y ácida- de posguerra: Azcona, Fernán Gómez, Berlanga...) Y leemos con placer el libro, y nos adentramos con fruición en esa encrucijada (moral) de historias de regresos y despedidas, de sueños rotos, de tradiciones y rebeldía (de cómo las experiencias de infancia y de adolescencia marcan a fuego lento nuestra vida futura), de amores y otros pesares, de la amistad (¡lo demás es selva!) y del tiempo que no tiene corazón pero sí memoria, como este madrileño luminoso y de desaforado talento, que ya me había regalado varios momentos de felicidad en sus películas (Madrid 1987 y Vivir es fácil con los ojos cerrados) y en sus novela Blitz...y ahora me ha conmovido con esta espléndida Tierra de campos.



Los papeles póstumos del Club Pickwick, de Charles Dickens. Leer a Dickens es siempre un placer extraordinario, y más todavía, leer esta novela jovial, palpitante, pletórica de vida. Su lectura me ha regalado momentos inefables: la dicha de vivir las aventuras disparatadas, cómicas, tristes...de los miembros del absurdo Club Pickwick, permeadas por la prosa inigualable del genial Dickens -monumental la traducción de José María Valverde-, que aquí conserva, intacta, la alegría de su juventud, como un chubasco en primavera, que -casi trescientos años después- recibe este lector feroz y, una vez más, entusiasmado y agradecido.



Antón Chéjov, de Natalia Ginzburg. En este bellísimo libro, Ginzburg nos va narrando la vida de Chéjov a través del argumento de sus cuentos más importantes: la difícil infancia y adolescencia del escritor, marcada por la miseria; su evolución como escritor (del aguafuertismo humorístico al relato dramático: como Chéjov va perfeccionando su estilo, atesorando los ingredientes de un realismo doméstico y cotidiano, la mirada condescendiente y piadosa sobre sus personajes); el final prematuro de su vida, cuando, consolidado como escritor, fallece víctima de la tuberculosis a los 44 años, tras beber, como es leyenda, una copa de champán... A Ginzburg le bastan poco más de 80 páginas para describir cuarenta y cuatro años de una vida intensa. Un relato delicioso, que prescinde de cualquier atisbo elegiaco y consigue captar en tono chejoviano los capítulos claves de la corta y atormentada existencia del último gran escritor de ese espléndido siglo de milagros. Como escribió: "De un modo tranquilo y educado, Chéjov es uno de los escritores más profundamente subversivos que haya existido en toda la historia".


Mi vida querida, de Alice Munro. No son grandes experiencias lo que nos narra, ni siquiera son historias con tramas definidas, con principio y final. Parece que nada sucede en ellas, que sus historias están habitadas por personajes sencillos, del montón, a los que le suceden cosas de poca importancia...Sin embargo, todo el ritmo de la vida y las mayores sutilezas del alma humana se encuentran en la magistral escritura de esta canadiense.
Estos 10 relatos de Alice Munro (El noviazgo cruelmente abortado de una virginal profesora; el fugaz encuentro amoroso en un tren de una joven madre que huye de su matrimonio; ser poeta de provincias y asistir sola a una fiesta de intelectuales; celos mortales de una esposa setentona al aparecer en casa un ligue de juventud del marido octogenario…) constituyen una cadena de asombro, una revelación poética aguardando al final del relato, que, de una forma vertiginosa, captura la existencia en la red sabia de sus líneas; los arcanos del alma humana atrapados en el resplandor de un momento inefable…, y nos deja al descubierto con extremada delicadeza el punto de inflexión de cada vida, el momento exacto donde todo estalló y se hizo añicos, en el que se nos rompió, dolorosa, ineluctablemente el quicio del alma.




Tú no eres como otras madres, de Angelika Schrobsdorff. La fascinación se inicia en las primeras frases del libro y continúa –acreciendo– a lo largo de toda la narración. El milagro sucede: la promesa de un tiempo de lectura que se extiende ante nosotros ilimitado se hace realidad: la potencialidad de inicio se mantiene en toda su duración como pocas veces sucede en la literatura: no podemos interrumpir la lectura, nada existe fuera de la geometría perfecta del libro...
Esta autobiografía, que funciona como una novela, es un libro memorable: un libro que mejora nuestra perspectiva sobre la primera mitad del siglo XX en Alemania –cuando se incubó el huevo de la serpiente y cuando eclosionó el monstruo: los felices años veinte, el ascenso del nazismo, la incredulidad de los judíos, la noche de los cristales rotos, el exilio, los campos de concentración, la guerra...– y sobre la vida (todas las vidas son un proceso de demolición, nos enseñó ): un libro que narra la historia de una mujer apasionante, que nos hace reflexionar –y nos estremece– sobre la libertad, sobre el amor, la maternidad, la amistad, la pérdida y la solidaridad.



Las sombras de Quirke, de Benjamin Black. Cada vez que Banville publica nueva novela, la vida es un poco más hermosa. Y es que el hombre que se atrevió a resucitar al mismísimo Philip Marlowe en La rubia de ojos negros, nos regala una nueva entrega de la prodigiosa serie de novela negra protagonizada por el doctor Quirke, nuestro patólogo de cabecera: el solitario, que entiende más a los muertos que a los vivos, el detective por accidente, de pies ridículamente pequeños, que arrastra una leve cojera desde que le propinaran una tremenda paliza en Muerte en verano, el que ahoga su desesperanza en whisky, derrelicto en la niebla... es un héroe de nuestro tiempo…de hecho, un antihéroe: no es valiente ni decidido, pero sí inquisitivo y más curioso que un gato…
El libro Las sombras de Quirke lo he leído con libertad, relajado, con la felicidad del lector que encuentra algo inesperado y maravilloso al pasar cada página, paladeando –frase a frase– la prosa reflexiva y sin prisas, deliciosa, de Benjamin Black. Es el séptimo libro de la serie, y espero que siga durante mucho, mucho tiempo...



La España vacía, de Sergio del Molino. El eje de este libro (un ensayo histórico pero, sobre todo, un magnífico relato de viajes) es lo que él llama el Gran Trauma, el terrible éxodo que, entre los años cincuenta y sesenta, dejó vacíos pueblos y campos para multiplicar la población de las grandes ciudades, en cuyos extrarradios, con el tremendo aluvión de gentes procedentes de la "España vacía" -Aragón, las dos Castillas, las sierras de La Rioja y de Extremadura, y las comarcas interiores de Galicia y de Andalucía-, auspiciado por el desarrollismo suicida del régimen franquista, que destrozó para siempre el patrimonio y el paisaje rural de nuestro país, se formaron dantescos poblados chabolistas que balizaron de dolor y miseria el paisaje urbano.
Es un ensayo con el que se aprende, desde el pensamiento original e inesperado ("El ensayo es el arte de razonar: su tarea es pensar y enseñar a pensar por cuenta propia", Todorov), y nos ayuda a comprender algunos de los problemas de este país ("Mi propósito (...) contemplar sus ruinas sin asombro, con las manos en los bolsillos y no en la cabeza"). Pero sobre todo es una mirada literaria de la España sin nadie y un relato luminoso que leemos con creciente y renovado placer.

               © Jesús A. Salmerón Giménez


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