Jesús A. Salmerón Giménez
“Me gusta
tocar un libro, respirarlo, sentirlo, llevarlo… ¡Es algo que una computadora no
ofrece!”
Ray Bradbury
People reading and
dreaming, by Vivian Maier.
Tal como empecé, termino
este curso: hablando de libros, que es, por otra parte, la única pretensión que
he tenido al escribir estas Notas, que, un año más, se han ido derramando por
el calendario a lo largo de las cuatro estaciones: comunicar mis experiencias
de lector insomne y apasionado, compartir el placer extraordinario de la
lectura, con los seguidores de esta excelente revista digital, que coordina,
con competencia y dedicación, Rosa Campos.
Acaba aquí, pues,
temporalmente, mi periplo en esta publicación, cuya experiencia vital y
literaria es, para mí, sumamente enriquecedora. Y, para despedirme, quiero
expresar mi agradecimiento a todas aquellas personas que, aunque solo fuera una
vez, se han detenido a leer estas crónicas urgentes, sentimentales y
deslavazadas, estos disparos erráticos de lector, con la esperanza de haberles
llevado un gramo de felicidad, en medio de este mar de olvido...En fin, amigas
y amigos, hasta pronto, nos vemos cualquier día a la vuelta del verano, aquí,
en Notas, donde habitan los libros…
Tierra de
campos, de David Trueba. No siempre, como sostiene René (Descartes), leer buenos libros es como conversar con las mejores
mentes del pasado. Porque David Trueba, afortunadamente, es rabioso e
inteligente presente. Y sus libros me resultan siempre próximos, con esa
cercanía emocional que nos regalan las personas que apreciamos, como si nos
hablara un viejo amigo con el que hemos compartido emociones, tristezas,
risas...con ese humor de trinchera, de supervivencia (heredado, sin duda, de
esa generación maravillosa -y ácida- de posguerra: Azcona, Fernán Gómez, Berlanga...) Y leemos con placer el
libro, y nos adentramos con fruición en esa encrucijada (moral) de historias de
regresos y despedidas, de sueños rotos, de tradiciones y rebeldía (de cómo las
experiencias de infancia y de adolescencia marcan a fuego lento nuestra vida
futura), de amores y otros pesares, de la amistad (¡lo demás es selva!) y del
tiempo que no tiene corazón pero sí memoria, como este madrileño luminoso y de
desaforado talento, que ya me había regalado varios momentos de felicidad en
sus películas (Madrid 1987 y Vivir es fácil con los ojos cerrados) y
en sus novela Blitz...y ahora me ha
conmovido con esta espléndida Tierra de
campos.
Los papeles
póstumos del Club Pickwick, de Charles Dickens. Leer a Dickens es siempre un placer
extraordinario, y más todavía, leer esta novela jovial, palpitante, pletórica
de vida. Su lectura me ha regalado momentos inefables: la dicha de vivir las
aventuras disparatadas, cómicas, tristes...de los miembros del absurdo Club
Pickwick, permeadas por la prosa inigualable del genial Dickens -monumental la
traducción de José María Valverde-,
que aquí conserva, intacta, la alegría de su juventud, como un chubasco en
primavera, que -casi trescientos años después- recibe este lector feroz y, una
vez más, entusiasmado y agradecido.
Antón Chéjov, de Natalia Ginzburg.
En este bellísimo libro, Ginzburg
nos va narrando la vida de Chéjov a
través del argumento de sus cuentos más importantes: la difícil infancia y
adolescencia del escritor, marcada por la miseria; su evolución como escritor
(del aguafuertismo humorístico al relato dramático: como Chéjov va
perfeccionando su estilo, atesorando los ingredientes de un realismo doméstico
y cotidiano, la mirada condescendiente y piadosa sobre sus personajes); el
final prematuro de su vida, cuando, consolidado como escritor, fallece víctima
de la tuberculosis a los 44 años, tras beber, como es leyenda, una copa de
champán... A Ginzburg le bastan poco más de 80 páginas para describir cuarenta
y cuatro años de una vida intensa. Un relato delicioso, que prescinde de
cualquier atisbo elegiaco y consigue captar en tono chejoviano los capítulos
claves de la corta y atormentada existencia del último gran escritor de ese
espléndido siglo de milagros. Como escribió: "De un modo tranquilo y
educado, Chéjov es uno de los escritores más profundamente subversivos que haya
existido en toda la historia".

Mi vida
querida, de Alice Munro. No son grandes experiencias lo que nos
narra, ni siquiera son historias con tramas definidas, con principio y final.
Parece que nada sucede en ellas, que sus historias están habitadas por
personajes sencillos, del montón, a los que le suceden cosas de poca importancia...Sin
embargo, todo el ritmo de la vida y las mayores sutilezas del alma humana se
encuentran en la magistral escritura de esta canadiense.
Estos 10 relatos de Alice Munro (El noviazgo cruelmente
abortado de una virginal profesora; el fugaz encuentro amoroso en un tren de
una joven madre que huye de su matrimonio; ser poeta de provincias y asistir
sola a una fiesta de intelectuales; celos mortales de una esposa setentona al
aparecer en casa un ligue de juventud del marido octogenario…) constituyen una
cadena de asombro, una revelación poética aguardando al final del relato, que,
de una forma vertiginosa, captura la existencia en la red sabia de sus líneas;
los arcanos del alma humana atrapados en el resplandor de un momento inefable…,
y nos deja al descubierto con extremada delicadeza el punto de inflexión de
cada vida, el momento exacto donde todo estalló y se hizo añicos, en el que se
nos rompió, dolorosa, ineluctablemente el quicio del alma.
Tú no eres
como otras madres, de Angelika Schrobsdorff. La fascinación se inicia
en las primeras frases del libro y continúa –acreciendo– a lo largo de toda la
narración. El milagro sucede: la promesa de un tiempo de lectura que se
extiende ante nosotros ilimitado se hace realidad: la potencialidad de inicio
se mantiene en toda su duración como pocas veces sucede en la literatura: no
podemos interrumpir la lectura, nada existe fuera de la geometría perfecta del
libro...
Esta autobiografía, que
funciona como una novela, es un libro memorable: un libro que mejora nuestra
perspectiva sobre la primera mitad del siglo XX en Alemania –cuando se incubó
el huevo de la serpiente y cuando eclosionó el monstruo: los felices años
veinte, el ascenso del nazismo, la incredulidad de los judíos, la noche de los
cristales rotos, el exilio, los campos de concentración, la guerra...– y sobre
la vida (todas las vidas son un proceso de demolición, nos enseñó ): un libro
que narra la historia de una mujer apasionante, que nos hace reflexionar –y nos
estremece– sobre la libertad, sobre el amor, la maternidad, la amistad, la
pérdida y la solidaridad.
Las sombras
de Quirke, de Benjamin Black. Cada vez que Banville publica nueva novela, la vida es un poco más hermosa. Y es
que el hombre que se atrevió a resucitar al mismísimo Philip Marlowe en La rubia de ojos negros, nos regala una
nueva entrega de la prodigiosa serie de novela negra protagonizada por el
doctor Quirke, nuestro patólogo de cabecera: el solitario, que entiende más a
los muertos que a los vivos, el detective por accidente, de pies ridículamente
pequeños, que arrastra una leve cojera desde que le propinaran una tremenda
paliza en Muerte en verano, el que
ahoga su desesperanza en whisky, derrelicto en la niebla... es un héroe de
nuestro tiempo…de hecho, un antihéroe: no es valiente ni decidido, pero sí
inquisitivo y más curioso que un gato…
El libro Las sombras de
Quirke lo he leído con libertad, relajado, con la felicidad del lector que
encuentra algo inesperado y maravilloso al pasar cada página, paladeando –frase
a frase– la prosa reflexiva y sin prisas, deliciosa, de Benjamin Black. Es el séptimo libro de la serie, y espero que siga
durante mucho, mucho tiempo...
La España
vacía, de Sergio del Molino. El eje de este libro (un ensayo
histórico pero, sobre todo, un magnífico relato de viajes) es lo que él llama
el Gran Trauma, el terrible éxodo que, entre los años cincuenta y sesenta, dejó
vacíos pueblos y campos para multiplicar la población de las grandes ciudades,
en cuyos extrarradios, con el tremendo aluvión de gentes procedentes de la
"España vacía" -Aragón, las dos Castillas, las sierras de La Rioja y
de Extremadura, y las comarcas interiores de Galicia y de Andalucía-,
auspiciado por el desarrollismo suicida del régimen franquista, que destrozó para
siempre el patrimonio y el paisaje rural de nuestro país, se formaron dantescos
poblados chabolistas que balizaron de dolor y miseria el paisaje urbano.
Es un ensayo con el que se
aprende, desde el pensamiento original e inesperado ("El ensayo es el arte
de razonar: su tarea es pensar y enseñar a pensar por cuenta propia", Todorov), y nos ayuda a comprender
algunos de los problemas de este país ("Mi propósito (...) contemplar sus
ruinas sin asombro, con las manos en los bolsillos y no en la cabeza").
Pero sobre todo es una mirada literaria de la España sin nadie y un relato
luminoso que leemos con creciente y renovado placer.
© Jesús A. Salmerón Giménez