viernes, 21 de abril de 2017

`AGUAS ARRIBA DE MI MADRE´, DE FEDERICO DE ARCE





Rosa Campos Gómez

Aguas arriba de mi madre (Ediciones Amargord, 2016) es un poema épico, dividido en XXII capítulos, que narra la vida de Hu Zi,  heterónimo de Federico de Arce, en el que, a través de versos absolutamente libres, nos introducimos en el río de la vida, navegándolo a contracorriente con él, hasta llegar al origen, caos primigenio del que todo emerge. Lo hacemos a través de la palabra, herramienta cuyo poder y limitación conoce. 
En una filosofía que hace un recorrido transversal por las habidas en Occidente y Oriente nos dice que somos también ese y eso Otro donde él habita y se comparte, y sin cuya presencia la comunicación nutricia estaría ausente. Afirma que somos sólo cuando nos compartimos: "No soy  si no me doy".
  Declara que somos todo sin saberlo, sin ser conscientes, que en nuestro fondo está el conocimiento: "Nunca la luz sale a la Luz" (el aspecto ying, complemento esencial del Tao=camino, donde rige lo femenino, lo oscuro, donde anida lo fértil, está presente), pero tenemos que ir a su encuentro, aguas arriba, como en una vuelta al útero de la madre humana y de la madre naturaleza, quedando explícita la vinculación con la ingente máxima de Spinoza "O Dios o Naturaleza",  no como alternativa, sino como equivalencia; un creyente sin más (ni menos) Dios que el que reside en el pájaro, en el árbol, en el río, en el camino, en todos los seres, de un "Emperador" que "en todo hombre habita", que además no quiere halagos ni idolatrías, con mostrarle que se siente su presencia es suficiente: "el Emperador no quiere que yo estime al Emperador sólo le importa que yo lo salude", y al que se le conoce porque "gracias al Cielo cantan los niños un antiguo poema", y es que sólo en la inocencia de la niñez se haya lo mejor de nosotros mismos, en su espontaneidad libre de prejuicios y con hambre de indagar; ahí vemos referencia a los filósofos de la naturaleza pioneros del pensamiento occidental, como Heráclito, también a Homero, Ulises, Santa Teresa, Cervantes, Kafka, ampliamente Machado, y tantos más,  tan compañeros de viaje como lo es Lao Tsé, los sabios de la filosofía Zen,  y como lo son su hija, su mujer, su hermana y su madre.
Surrealismo y espiritualidad afinados, lirismo donde la metáfora y el símbolo se alzan, humor inocente, humor ácido,  diálogo interior mordaz, clarividente… y sencillez bien trabajada para decirnos de una manera diferente una historia introspectiva, circular,  poética y por lo mismo hermosa, compleja y no obstante clara:
"Conté cómo mi madre
Me llama en ese sueño recurrente
Y me da un bocadillo de atún
Con suerte merendaba un bocadillo
De atún me gusta mucho el atún
Me sienta mal el atún
Y siempre despierto con una raspa
De sirena clavada en el paladar"  

"Hasta el aliento delos pobres
Habéis hipotecado
En el Imperio
Pero yo no canto
Ni para ensalzaros
Ni para escarneceros"

 Con sentencias poéticas que no se olvidan:  
                                          
 "Y a mí buscarme has en ti"
"De que me sirve este libro que escribo si no me lleva más allá de los libros"
"Nadie va a matarte si no eres ya cadáver"

"Al final del camino siempre hay una casa"
"Se escribe para dejar de ser para ser más"

"Porque la lectura nunca se satisface con lo que lee"

 Hu Zi experimenta su caminar en necesarios movimientos de avance y retroceso, como un péndulo que estima que la sabiduría está en la conjugación e interacción de los tiempos  para comprender la esencia que articula nuestra existencia.
Recorremos, desde sus palabras, Occidente:  "Nací en el país de los melocotoneros", de cuyo nombre parece no querer acordarse, como el mismo don Quijote –con quien guarda más semejanzas, como la de ser fiel a su locura de meterse en entuertos para desfacerlos, para que el amor y la libertad acampen–, pero el olvido es sólo en apariencia, porque el nombre local lo va evidenciando cuando es preciso, sin necesidad de citarlo, así vemos el Segura que lo riega, como después, ya explícitamente, veremos el Tajo, el Amarillo…    Y desde ahí llegamos a Oriente, a ese su concepto de vida en el que la filosofía se nutre de la alquimia de lo sencillo que anida y emerge en toda la naturaleza, y de los contrarios que la complementan.
El maestro calabaza, Hu Zi,  narra su leyenda de amor hacia la vida con todas sus contradicciones. Es pájaro, árbol, azul, cielo, tierra, río, dolor, alegría, jaula, libertad…, es Palabra, la voz de lo Otro que nos regala altas máximas:  "Quien ama cuanto hay bajo el cielo como a su propia persona es digno de que se le confíe cuanto hay bajo el cielo".




   © Rosa Campos Gómez


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