Rosa Campos Gómez
Aguas
arriba de mi madre (Ediciones Amargord, 2016) es un poema épico, dividido en XXII
capítulos, que narra la vida de Hu Zi,
heterónimo de Federico de Arce, en el que, a través de versos absolutamente
libres, nos introducimos en el río
de la vida, navegándolo a contracorriente con él, hasta llegar al origen, caos
primigenio del que todo emerge. Lo hacemos a través de la palabra, herramienta
cuyo poder y limitación conoce.
En una filosofía que hace
un recorrido transversal por las habidas en Occidente y Oriente nos dice que somos
también ese y eso Otro donde él habita y se comparte, y sin cuya presencia la
comunicación nutricia estaría ausente. Afirma que somos sólo cuando nos
compartimos: "No soy si no me doy".
Declara
que somos todo sin saberlo, sin ser conscientes, que en nuestro fondo está el
conocimiento: "Nunca la luz sale a la Luz" (el aspecto ying, complemento esencial
del Tao=camino, donde rige lo
femenino, lo oscuro, donde anida lo fértil, está presente), pero tenemos que ir
a su encuentro, aguas arriba, como en una vuelta al útero de la madre humana y de la
madre naturaleza, quedando explícita la vinculación con la ingente máxima de
Spinoza "O Dios o Naturaleza", no como
alternativa, sino como equivalencia; un creyente sin más (ni menos) Dios que el
que reside en el pájaro, en el árbol, en el río, en el camino, en todos los
seres, de un "Emperador" que "en todo hombre habita", que además no quiere
halagos ni idolatrías, con mostrarle que se siente su presencia es suficiente:
"el Emperador no quiere que yo estime al Emperador sólo le importa que yo lo
salude", y al que se le conoce porque "gracias al Cielo cantan los niños un
antiguo poema", y es que sólo en la inocencia de la niñez se haya lo mejor de
nosotros mismos, en su espontaneidad libre de prejuicios y con hambre de indagar; ahí vemos referencia a los filósofos de la naturaleza pioneros del pensamiento
occidental, como Heráclito, también a
Homero, Ulises, Santa Teresa, Cervantes, Kafka, ampliamente Machado, y tantos más, tan compañeros de viaje como lo es Lao Tsé, los sabios de la filosofía Zen, y como lo son su hija, su mujer,
su hermana y su madre.
Surrealismo y
espiritualidad afinados, lirismo donde la metáfora y el símbolo se alzan, humor inocente, humor ácido, diálogo interior mordaz, clarividente… y
sencillez bien trabajada para decirnos de una manera diferente una historia introspectiva,
circular, poética y por lo mismo
hermosa, compleja y no obstante clara:
"Conté cómo mi madre
Me llama en ese sueño recurrente
Y me da un bocadillo de atún
Con suerte merendaba un bocadillo
De atún me gusta mucho el atún
Me sienta mal el atún
Y siempre despierto con una raspa
De sirena clavada en el paladar"
"Hasta el aliento delos pobres
Habéis hipotecado
En el Imperio
Pero yo no canto
Ni para ensalzaros
Ni para escarneceros"
Me llama en ese sueño recurrente
Y me da un bocadillo de atún
Con suerte merendaba un bocadillo
De atún me gusta mucho el atún
Me sienta mal el atún
Y siempre despierto con una raspa
De sirena clavada en el paladar"
"Hasta el aliento delos pobres
Habéis hipotecado
En el Imperio
Pero yo no canto
Ni para ensalzaros
Ni para escarneceros"
Con sentencias poéticas que no se olvidan:
"Y a mí buscarme has en ti"
"Y a mí buscarme has en ti"
"De que me sirve este
libro que escribo si no me lleva más allá de los libros"
"Nadie va a matarte si no
eres ya cadáver"
"Al final del camino
siempre hay una casa"
"Se escribe para dejar de
ser para ser más"
"Porque la lectura nunca se satisface con lo que lee"
"Porque la lectura nunca se satisface con lo que lee"
Hu Zi experimenta su caminar en necesarios movimientos
de avance y retroceso, como un péndulo que estima que la sabiduría está en la
conjugación e interacción de los tiempos
para comprender la esencia que articula nuestra existencia.
Recorremos, desde sus
palabras, Occidente: "Nací en el país de
los melocotoneros", de cuyo nombre parece no querer acordarse, como el mismo
don Quijote –con quien guarda más semejanzas, como la de ser fiel a su locura
de meterse en entuertos para desfacerlos, para que el amor y la libertad acampen–,
pero el olvido es sólo en apariencia, porque el nombre local lo va evidenciando
cuando es preciso, sin necesidad de citarlo, así vemos el Segura que lo riega,
como después, ya explícitamente, veremos el Tajo, el Amarillo… Y desde ahí llegamos a
Oriente, a ese su concepto de vida en el que la filosofía se nutre de la
alquimia de lo sencillo que anida y emerge en toda la naturaleza, y de los contrarios
que la complementan.
El maestro calabaza, Hu Zi, narra su leyenda de amor hacia la vida con
todas sus contradicciones. Es pájaro, árbol, azul, cielo, tierra, río, dolor, alegría, jaula, libertad…, es
Palabra, la voz de lo Otro que nos regala altas máximas: "Quien ama cuanto hay bajo el cielo como a su propia persona es digno de que se le confíe cuanto hay bajo el cielo".
© Rosa Campos Gómez
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