lunes, 6 de marzo de 2017

QUIRKE, AL OTRO LADO DE LA NIEBLA

Jesús A. Salmerón Giménez


Cada vez que publica nueva novela John Banville, la vida es un poco más hermosa. 
         J.A.S.G.

El hombre que se atrevió a resucitar al mismísimo Philip Marlowe en La rubia de ojos negros, Benjamin Black -el otro yo de Banville-, nos regala una nueva entrega de la prodigiosa serie de novela negra protagonizada por el doctor Quirke, nuestro patólogo de cabecera. En este nuevo caso de la ya legendaria saga, el curioso y perspicaz forense, más complejo y desorientado de lo habitual, ahora asaltado por los (innúmeros) fantasmas de su pasado, camina a buen paso hacia el desastre... y al amor (o al desastre del amor). La mente de Quirke –en medio de una trama intrincada y particularmente oscura– es el verdadero misterio: Este grandullón, rubio, con la nariz partida y gran bebedor (capaz de lanzarte una mirada como si te apuntara con el cañón de una pistola, tan solo por atreverte a amenazar con hielo su whisky Jameson), con su aire atormentado y perdido en el neblinoso, y lúgubre, Dublín de los 50, nos seduce una vez más. Sin duda, la deliciosa prosa de Banville (armada frase a frase: "La invención más trascendental de la humanidad es la frase"), que hace que la trama oscile entre portentosas, densas descripciones, que nos atrapan, y sus páginas transpiren una maravillosa emoción ("Sólo recordamos la emoción de las cosas"), tiene mucho que ver en el irresistible y magnético poder cautivador del relato.

Quirke, el solitario, quien entiende más a los muertos que a los vivos, el detective por accidente, de pies ridículamente pequeños, que arrastra una leve cojera desde que le propinaran una tremenda paliza en Muerte en verano, el que ahoga su desesperanza en whisky, derrelicto en la niebla... es un héroe de nuestro tiempo (de hecho, un antihéroe: no es valiente ni decidido, pero sí inquisitivo y más curioso que un gato), y lo podemos ver también corporeizado, abriéndose paso a brazadas, en la pequeña pantalla: El pelo más oscurecido, menos corpulento, levemente más estilizado, pero el mismo aire de melancolía y confusión. El doctor Quirke (médico patólogo), en la miniserie de la BBC –realizada con la solvencia británica habitual–. Encarnado por un soberbio Gabriel Byrnes (¡el protagonista de la genial Muerte entre las flores, de los hermanos Coen!). La serie capta la atmósfera de las historias de Benjamin Black, se disfruta... aunque nos privemos de la deliciosa prosa de Banville.

Y es que estos irlandeses, como sostiene Vila Matas, tienen el gen de la escritura: desde Charlie Parker (detective creado por John Connolly) no me había cautivado tanto ningún personaje de novela negra como el doctor Quirke.
El libro Las sombras de Quirke lo he leído con libertad, relajado, con la felicidad del lector que encuentra algo inesperado y maravilloso al pasar cada página, paladeando –frase a frase– la prosa reflexiva y sin prisas, deliciosa, de Benjamin Black.

Es el séptimo libro de la serie, y espero que siga durante mucho, mucho tiempo...



 © Jesús A. Salmerón Giménez


 

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