Sara Alarcón
Me enteré de la música que
hacía Jake Bugg a los 18 años, a las
pocas semanas de irme a Madrid para estudiar; fue una compañera de la carrera quien
me habló de este cantante y compositor inglés – de indie y folk rock–. Era el momento
en que empezaba a ser conocido, acababa de sacar su primer single, Lightning bolt.
Me gustó porque sus temas tenían cierto parecido con los guiones de la
serie británica Skins, a la que yo
era aficionada por entonces –desde que hacía Bachillerato–, que escenificaba un
mundo tan cercano a mí por la edad, y tan lejano en cuanto a circunstancias, expresando
otras perspectivas de lo que sucedía ahí afuera; y también porque me recordaba a
la célebre novela –y posteriormente película–, Trainspotting.
Jake Edwin Kennedy nació el 28 de febrero de 1994 en Clifton, antiguo señorio, ahora zona suburbial
de Nottingham (Inglaterra). No tuvo una
niñez fácil. Comenzó a componer y grabar sus propios temas a los 12 años,
después de escuchar Vincent, de Don McLean, en un episodio de Los Simpsons. Antes de ser conocido como Jake Bugg
formaba parte de un grupo llamado The Rubiks.
Dejó los estudios muy
pronto para dedicarse a la creación musical, camino acertado si vemos el éxito y el reconocimiento global que tiene. Confiesa en sus
entrevistas –y en un documental
biográfico que se publicará próximamente–,
que ha consumido drogas, y que ha visto como amigos de su barrio no han salido
de ese mundo destructivo.
Recordemos que el joven
cantante nació en Nottingham, de donde es Robin
Loxley, personaje épico que inspiró la leyenda de Robin Hood, defensor de
los pobres y oprimidos.
Escribe en “Two Fingers”: Run down some dark alleys in my own head (Corro por algunos
callejones oscuros en mi propia cabeza)./ Something
is changing (Algo está cambiando).
Su letra favorita de un
tema musical pertenece a One of Us Cannot
Be Wrong, de Leonard Cohen, y la primera canción que aprendió a tocar fue Mad World, de Gary Jules. "De los últimos diez años la banda que más me ha
influido ha sido Arctic Monkeys, sin
duda, pero disfruto también mucho escuchando a Robert Johnson, Donovan o
The Beatles", dice, y que le
gustaría vivir en la atmósfera de la película Tenacious D. y alaba sus canciones, también que su banda sonora
favorita es la de Blade Runner; que
le encanta el álbum Rosetta, de Vangelis… Y es que la música –a él como
a todos los que la amamos– te acompaña, te descubre y te aporta eso que en tu
propia soledad te hace sentir arropado, calmado o alterado, depende de la
canción o del estilo.
Ha publicado los álbumes Jake Bugg
(2012), Shangri La (2013) y On My One
(2016). La canción que prefiere de su último álbum es “The Love We're Hoping
For”, de ella dice que “es probablemente
mi canción favorita porque es la más oscura (…). Cuando estaba escribiéndola,
estaba pensando en alguien que era muy solitario… Conocí a unas cuantas
personas así.”
Imagen del videoclip The Love We’re Hoping For (Jake Bugg: 2016)
Sus temas –casi siempre vinculados a la clase obrera– son
intimistas, maduros para la edad en que los ha compuesto, trágicos a veces,
sarcásticos, juveniles… Propios, y por lo tanto diferentes.
Su último disco demuestra que está, que está
vivo, a menudo dolido, pero en su camino, ese en el que quizá hace años no lo
estaba y andaba buscando. Gracias, Jake Bugg, por estar en nuestro panorama
musical.
Love, Hope And Misery:
Tuesday Morning:
Man On The Moon:
© Sara Alarcón
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