Rosa Campos Gómez
En las artes plásticas, la
sucesión vanguardista –el ser de las vanguardias está en la novedad sucesora– tiene
a la cabeza a mujeres creadoras desde hace años, independientemente de la
mayor o menor fama alcanzada, que eso es harina de otro costal. Entre ellas está
María Antonia Zamorano, pintora y
escultora ciezana afincada en Madrid; la formación a la que
ha ido accediendo pone de manifiesto la energía de su voluntad: ha completado
estudios en la Escuela de Artes y Oficios de Murcia, y de Bellas Artes y
Doctorado en la Universidad Complutense de Madrid.
La línea, ha ido marcando
en gran medida su expresión artística, ya desde la fibra de esparto, desde el
hilo
o desde la silueta definitoria de multitudes figurativas que va trazando
un lápiz, un pincel…
En su tesis doctoral, titulada
La Línea sin límites: la
tridimensionalidad del dibujo, nos habla de este concepto aplicado también por
mujeres y hombres significativos dentro de las BB AA, partiendo de Jannis Kounellis, que dejó una huella
profunda en su proyección creadora tras
asistir a un curso impartido por este artista griego.
“Esta investigación es, más que nada, un
trabajo reflexivo basado en la observación de las obras de arte en cuya
creación participa la línea. El tema surge como un interés personal en el
conocimiento sobre diversos aspectos relacionados con el dibujo, y la
percepción de la línea como un arma poderosa con capacidad de transformar el
mundo”, dice Zamorano en la introducción de su tesis, obra en la que podemos
descubrir numerosos aspectos de las diferentes formas expresivas que envuelven a
la plástica con el nexo multiforme de la línea.
Su obra ha sido expuesta
en diferentes puntos geográficos; en Cieza lo ha hecho en el Aula Cultural de CajaMurcia, en el Museo
de Siyâsa y en la sala `La Algorfa´ del Hotel San Sebastián.
De su última muestra que llevaba por título Memoria celular, una innovadora y
atrevida exposición que aunaba escultura, pintura e instalación escribí:
“Los creadores plásticos buscan dar un significado, a través de la
forma, a aquello que sienten, que
piensan, y desde ese continente creado emiten lo que les habita en el interior.
Zamorano así lo ha querido en `Memoria Celular´, donde espartos e hilos han
sido sus dúctiles cómplices, para narrar visualmente sus tiempos del ayer y del
hoy. A partir de ellos ha configurado su
particular lenguaje desde el que evoca
los sonidos, también los olores y los sabores de sus años vividos en el pueblo,
compartidos con familia y vecinos –habitantes de casas de puertas abiertas que daban vida a las
calles–, transmisores de historias esparteras, hacedores de sonidos que se
escabullían tras las cortinas de colores densos, cucharas que al chocar con el
plato musicaban el ambiente, cuando ya era medio día. Cortinas que, en las
salas que hoy acoge la exhibición, se han transformado en un animal doméstico –un pequeño cerdo cosido a mano con pezuñas de
esparto– a cuyo lado se expone un plato y un cubierto como reminiscencias de
aquellos acordes de antaño que hablaban de rituales hogareños, y que solo a
través de la débil corporeidad de una cortina podían ser diáfanamente
escuchados.
Formas de frutas pulposas
e indefinidas –y sin embargo propicias a atribuirles un nombre según la
semejanza subjetiva que el espectador
presienta–, mostradas desde su particular luz en redondo paño negro, extendido
sobre el enlosetado antiguo del suelo de la sala abovedada, aportando un
complemento artístico perceptible ya desde la primera ojeada. Formas agrícolas, escultóricas, a través de
las cuales la autora anhela detener el tiempo, hacer de ellas producto
imperecedero, tal y como se establecen en su memoria, esa que célula a célula
le da identidad.
La pintura tiene también
cabida: depositada en pequeñas dosis ha originado dibujos, según explicó
Zamorano, surgidos por el efecto vibratorio de palabras como amor, juego o
muerte entre otras; basándose para ello
en unos experimentos con el agua, llevados a cabo por el japonés Masaru Emoto.
Pleita dando forma a una
caracola, la misma que desde las fotografías mece una bailarina al ritmo
sensorial que la memoria implica. Desde el techo “lía”, delatora de un trabajo,
nunca pagado a su justo precio, hecho por mujeres.
Y la presencia de la labor realizada fundamentalmente por manos
femeninas sigue representada ahora en el `Manto nº 1´, la gran tela blanca en
la que ha cosido unos círculos multicolores,
proponiendo, como un juego interactivo, participar a cualquier espectadora que
lleve y cosa un retazo de ese individual tejido, como símbolo de una tarea que las unía. Una silla baja, y un costurero forman parte de
esta instalación que nos retrotrae a un ayer no tan lejano, en el que a la
mujer se le asignaba un determinado y limitante rol social, pero que a pesar de
ello sabía sacarle partido al tiempo y formar parte del equilibrio emotivo y
económico familiar.
La manifestación artística posee muchos rostros, aquí vemos líneas frágiles y no obstante fuertes,
corrientes y conocidas, con el extracto
poético de lo cotidiano, de eso que se puede antojar pequeño, pero que con
cierto recorrido vital vemos que contiene esencia, la anidada por unas gentes
con unas determinadas características, que esta exposición nos las acerca a su particular manera. Es el
sentimiento de unas experiencias que
caben en unas células, y que pasan a tomar cuerpo y concepto a través de las
manos y la mente de Mª Antonia Zamorano.”
Actualmente continúa innovando
en la imagen, la serie Herramientas
singulares, en la que la abstracción comunicada desde la técnica de la
acuarela genera elegantes formas, da cuenta de ello:
Escribe en otro apartado de
su tesis:
“Hemos pretendido demostrar que el dibujo posee una doble función, la
de comprender el mundo y la de crearlo y transformarlo, por medio de la
tridimensionalidad; y esto lo podemos ver y comprobar a través de nuestros
propios dibujos. A través de ellos comprendemos, en primer lugar que el dibujo
da pistas de cómo es nuestro mundo interior abriendo una ventana desde fuera en
la que podemos observarnos en confabulación con el universo”.
Como en los dibujos, en la
vida hay un hilo (línea) conductor que nos define, así observamos que si la
energía de la creatividad interior de Mª Antonia Zamorano se manifiesta en una estética
particular, donde la belleza de lo sentido emerge para trazar formas, también
lo hace en su construcción personal, donde claramente se pronuncia la energía de la línea que va trazando su
vida.
© Rosa Campos Gómez
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