sábado, 25 de febrero de 2017

LUIS BUÑUEL, ATEO, GRACIAS A DIOS





Jesús A. Salmerón Giménez 

  "Los sueños son el “primer cine” que inventó el hombre,
e incluso con más recursos que el cine mismo..."
Luis Buñuel
  
Un día como hoyde febrero airoso, en la remota Calanda de 1900, nacía Luis Buñuel, el legendario aragonés de poderosa voz (voz de pozo y de monje tabernario), fabricante de contundentes imágenes, que todavía hoy nos desasosiegan y noquean en cada fotograma de sus películas, especialmente en las que realizó en México, en blanco y negro, a golpe de pistola y talento. 
 
Don Luis Buñuel, el de los (mil) disfraces y las máscaras (y que "desenmascaró" los patrones sociales y religiosos de la España franquista), el gran y feroz bromista, el fetichista de las enigmáticas manos y los escondidos pies, admirador de Benito Pérez Galdós, el enorme novelista español del siglo XIX, algunas de cuyas obras adaptó memorablemente al cine (Nazarín, Tristana, Halma/Viridiana...), el gran cineasta que rodó treinta y dos películas (!y autor de unas memorias míticas: Mi último suspiro¡) y construyó uno de los universos fílmicos más originales y fascinantes de la historia del cine.

Ahora se cumplen ciento diecisiete años del nacimiento de este clásico contemporáneo, y en Notas —revista cultural que se ha propuesto difundir la literatura y la cultura— le rendimos un emocionado homenaje:

Buñuel es el creador de un mundo cinematográfico personal y misterioso, un vanguardista histórico, cuyas películas seguimos contemplando hoy con renovado asombro... pero para nosotros, en los años salvajes de los ochenta, fue nuestro referente vital, el estandarte surrealista que ondeaba por todas partes: émulos del genial aragonés (nuestras mentes se poblaron de fantasmagóricas noches toledanas y, entre pecho y espalda, fluyeron cascadas de Dry Martini), que tanto marcaría nuestras vidas, iluminadas entonces por el esplendor de la juventud —que una vez termina, cuando se apagan los focos, queda el talento desnudo, cuando lo hay…—. Su recuerdo circula aún por nuestras venas, preñando de luz y nostalgia la deslumbrada memoria.


 © Jesús A. Salmerón Giménez



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