Jesús A. Salmerón Giménez
Tal día como hoy de 1836
nacía el gran escritor sevillano Gustavo Adolfo Bécquer. A modo de pequeño
homenaje al poeta romántico, dejo aquí un breve pero hermoso, y hondo, texto,
perteneciente a la obra Juan de Mairena de Antonio Machado:
"La poesía de Bécquer
—sigue hablando Mairena a sus alumnos —, tan clara y transparente, donde todo
parece escrito para ser entendido, tiene su encanto, sin embargo, al margen de
la lógica. Es palabra en el tiempo, el tiempo psíquico irreversible, en el cual
nada se infiere ni se deduce. En su discurso rige un principio de contradicción
propiamente dicho: sí, pero no; volverán, pero no volverán. ¡Qué lejos estamos,
en el alma de Bécquer, de esa terrible máquina de silogismos que funciona bajo
la espesa y enmarañada imaginería de aquellos ilustres barrocos de su tierra!
¿Un sevillano Bécquer? Sí; pero a la manera de Velázquez, enjaulador,
encantador del tiempo. Ya hablaremos de eso otro día. Recordemos hoy a Gustavo
Adolfo, el de las rimas pobres, la asonancia indefinida y los cuatro verbos por
cada adjetivo definidor. Alguien ha dicho, con indudable acierto: “Bécquer, un
acordeón tocado por un ángel.” Conforme: el ángel de la verdadera poesía".
...Y un maravilloso poema,
la rima LXVI, del gran poeta romántico del siglo XIX, en el que, en una
espléndida reflexión sobre el destino del hombre, Bécquer se pregunta acerca de
dónde venimos y a dónde vamos... y concluye, dolorosamente, que nuestro destino
es la nada, la abrumadora nada, donde habita el olvido:
¿De dónde vengo?... El más horrible y
áspero
de los senderos busca;
las huellas de unos pies ensangrentados
sobre la roca dura;
los despojos de un alma hecha jirones
en las zarzas agudas,
te dirán el camino
que conduce a mi cuna.
¿Adónde voy? El más sombrío y triste
de los páramos cruza,
valle de eternas nieves y de eternas
melancólicas brumas;
en donde esté una piedra solitaria
sin inscripción alguna,
donde habite el olvido,
allí estará mi tumba.
(Cien años después, frente
al pelotón del exilio, otro poeta sevillano, habría de recordar el prodigioso
verso “Donde habite el olvido”, y lo ascendería a titulo de otro excelente, y
desgarrador, poema...Y medio siglo más tarde, nuestro cantautor de cabecera, el
gran Joaquín Sabina, en su disco "19
días y 500 noches”, se sirve del verso inicial de Bécquer y del poema de
Cernuda para llevarlo al terreno de la canción popular)
DONDE HABITE EL OLVIDO, de Luis Cernuda.
Donde habite el olvido,
En los vastos jardines sin aurora;
Donde yo sólo sea
Memoria de una piedra sepultada entre
ortigas
Sobre la cual el viento escapa a sus
insomnios.
Donde mi nombre deje
Al cuerpo que designa en brazos de los
siglos,
Donde el deseo no exista.
En esa gran región donde el amor, ángel
terrible,
No esconda como acero
En mi pecho su ala,
Sonriendo lleno de gracia aérea mientras
crece el tormento.
Allí donde termine este afán que exige un
dueño a imagen suya,
Sometiendo a otra vida su vida,
Sin más horizonte que otros ojos frente a
frente.
Donde penas y dichas no sean más que
nombres,
Cielo y tierra nativos en torno de un
recuerdo;
Donde al fin quede libre sin saberlo yo
mismo,
Disuelto en niebla, ausencia,
Ausencia leve como carne de niño.
Allá, allá lejos;
Donde habite el olvido.
DONDE HABITA EL OLVIDO, de Joaquín Sabina
Cuando se despertó,
No recordaba nada
De la noche anterior,
demasiadas cervezas,
Dijo, al ver mi cabeza,
Al lado de la suya, en la almohada...
Y la besé otra vez,
Pero ya no era ayer,
Sino mañana.
Y un insolente sol,
Como un ladrón, entró
Por la ventana.
El día que llegó
Tenía ojeras malvas
Y barro en el tacón,
Desnudos, pero extraños,
Nos vio, roto el engaño
De la noche, la cruda luz del alba.
Era la hora de huir
Y se fue, sin decir:
llámame un día.
Desde el balcón, la vi
Perderse, en el trajín
De la gran vía.
Y la vida siguió,
Como siguen las cosas que no
Tienen mucho sentido,
Una vez me contó,
Un amigo común, que la vio
Donde habita el
olvido.
© Jesús A. Salmerón Giménez
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