Rosa Campos Gómez
"Las fuerzas que se asocian
para el bien no se suman, se multiplican."
C. Arenal
Hay nombres de personas
que faltaron en los libros de texto de muchas generaciones, cuando debieron de
estar ahí por derecho propio, como ejemplo de lo que puede hacer posible el
ser humano.
Concepción Arenal (Ferrol, 31 de enero de 1820- Vigo, 4 de febrero de 1893) escritora y
socióloga, es uno de los nombres que nunca debieron de faltar porque su
trayectoria hubiese sido un paradigma en el que constatar hechos y capacidades
femeninas por el alumnado, pero, claro, esto, en sí mismo, era contradictorio en
una sociedad que no miraba por la igualdad en el porvenir de ambos géneros.
Humanista, en el sentido más extenso
que este concepto nos pueda sugerir, puso las primeras piedras y alzó desde la palabra muchos de los
“edificios sociales” que necesitaban ser transformados o construidos de nueva
planta a lo largo de su comprometida y apasionante vida.
Aunque su madre tenía
proyectos muy diferentes para ella –que encajaban mejor con el destino que preparaban para las mujeres por entonces–, acudió a la Facultad de Derecho de la
Universidad Central de Madrid, donde le permitieron ir como oyente, vestida de
hombre, entre los años 1841 y 1846.
En 1948 se casó con
Fernando García Carrasco, abogado y escritor, quien creyó en ella, apoyándola
en todo momento en sus deseos de ser escritora. Con él acudió a las tertulias
literarias madrileñas, también vestida de hombre porque era la única vía para
ser aceptada en ellas. En estos primeros años de matrimonio escribe poesía,
tres obras de teatro, una novela, una zarzuela y las Fábulas en verso.
A partir de 1855 trabajó,
al igual que su marido, para el
periódico La Iberia, de corte
liberal, hasta que él enfermó y ella lo
cubrió escribiendo los artículos de fondo y de editorial de los que él se
ocupaba y que no necesitaban ser firmados. Los lectores empezaron a admirar
aquellos textos sin saber la autoría. Concepción siguió
haciéndolo cuando en enero de 1857 murió Fernando, cobrando menos de lo que a
él le pagaban. Cuando ese mismo año salió la Ley de Imprenta, en la
que se exigía que ese tipo de textos
tenían que ir firmados, el periódico anunció que Concepción
Arenal era la autora, y también su cese; tener a una mujer como
redactora fija era mucho para ellos, aun considerándose liberales y progresistas.
Triste por la pérdida de
su marido y decepcionada por el trato que recibió en La Iberia por ser mujer, dejó Madrid. Se estableció
en Potes –pueblo del Valle de Liébana al que también pertenecía Armaño,
localidad donde pasó buena parte de su infancia–, viviendo con sus hijos en una
casa alquilada; en ella pasaría un tiempo de introspección, sin ánimos de salir
ni de relacionarse con nadie, hasta que Jesús de Monasterio –hijo de la
propietaria de la vivienda en que vivía, y músico de reconocido prestigio-, con
quien mantenía una gran amistad, para sacarla de la tristeza que la embargaba
le pidió que colaborara en las Conferencias de San Vicente de Paúl que él había
puesto en marcha en Potes; Concepción aceptó, fundando la rama
femenina. Con esta actividad todo adquiere un
profundo sentido de vida para ella. Las durezas sociales que experimentan los más desfavorecidos y el cómo cambiarlas, serán el
eje sobre el que se centre su importante labor
en la historia sociocultural española.
Escribió artículos,
ensayos, cartas, textos en los que denunciaba la dureza de la realidad que
veía, con su mirada de mujer inteligente y buena, proponiendo medidas para que
la evolución humanitaria se diera. Los pobres, los presos, tuvieron en ella una
fiel e inusitada defensora de sus derechos:
"Abrid escuelas y se
cerraran cárceles."
"La injusticia, siempre
mala, es horrible ejercida contra un desdichado."
"Las malas leyes hallarán
siempre, y contribuirán a formar, hombres peores que ellas, encargados de
ejecutarlas."
"Las virtudes son hermanas
que se abrazan estrechamente; cuando una cae, todas vacilan; cuando una se
levanta, todas cobran ánimo."
"El hombre que se levanta
es aún más grande que el que no ha caído."
Evidenció la necesidad de
una enseñanza generalizada, destinada a todas las clases sociales. Sus
conocimientos y su concepto del
cristianismo, la impulsaron a escribir textos necesarios y dignos de admiración
en cualquier tiempo: "Se ha dicho: no hay
salvación fuera de la Iglesia. Nosotros decimos: no hay salvación fuera de la
ciencia, del conocimiento necesario en todos los hombres para que la sociedad
sea organismo armónico, y no aglomeración bajo la presión de un poder
cualquiera. Y no lo decimos nosotros, amigos del progreso; lo dicen o lo
piensan, o inconscientemente obran como si lo pensaran, hasta los retrógrados.
Los que quieren dominar por medio de la religión, ¿qué hacen hoy? ¿Predican?
No; enseñan. ¿Dan las grandes batallas por defender el dogma? No, sino por
apoderarse de la enseñanza. Enseñemos, pues; enseñemos la verdad; derramémosla
sobre la frente del pueblo como un bálsamo regenerador; que la reciba elevada,
pura, y será redimido por ella. El error sólo puede vivir en la obscuridad; si
sale de ella, se pierde; si enciende luz, se suicida. Que nuestros adversarios
enseñen a leer, y escribamos los libros de lectura",
por los que el catolicismo imperante la rechazaba.
Defendió –siendo pionera
en España–, la igualdad de derechos entre géneros:
"Si la ley civil mira a la
mujer como un ser inferior al hombre, moral e intelectualmente considerada,
¿por qué la ley criminal le impone iguales penas cuando delinque?"
"Es un error grave y de los
más perjudiciales, inculcar a la mujer que su misión única es la de esposa y
madre (...). Lo primero que necesita la mujer es afirmar su personalidad,
independientemente de su estado, y persuadirse de que, soltera, casada o viuda,
tiene derechos que cumplir, derechos que reclamar, dignidad que no depende de
nadie, un trabajo
que realizar e idea de que es cosa seria, grave, la vida y que si se la toma como un juego, ella será indefectiblemente un juguete."
que realizar e idea de que es cosa seria, grave, la vida y que si se la toma como un juego, ella será indefectiblemente un juguete."
Presentó a concurso el
ensayo La Beneficencia, la Filantropía y
la Caridad (1860), firmado con el nombre de su hijo, de 10 años de edad,
porque hacerlo con nombre de mujer conllevaría a hacerlo no visible. El texto
fue premiado por la Academia de Ciencias Morales y Políticas, y aceptada su
autoría posteriormente, siendo la primera mujer que obtuvo este reconocimiento.
Le concedieron cargos con
responsabilidades políticas: fue nombrada Visitadora de Prisiones de Mujeres e
Inspectora de Casas de Corrección de Mujeres, pero nunca se sometió a los
políticos de turno, criticando las negligencias observadas, para ello, aparte de escribir
y publicar en otros medios, fundó el periódico La Voz de la Caridad (1870-1884), donde se denunciaban las
degradaciones morales en los centros de beneficencia y prisiones.
Los obreros encontraron en
ella una gran aliada, para ellos creó la Constructora Benéfica, sociedad
dedicada a la construcción de casas a bajo precio. Escribió:
"Presumimos
de gigantes contando por estatura propia el pedestal en que nos colocó la
fortuna. Todos hemos formulado u oído formular ciertos cargos contra el pobre…;
si en vez de decir el pobre dijéramos la pobreza, seríamos más exactos."

Clara Campoamor escribió sobre su obra en El pensamiento vivo de Concepción Arenal, publicado en Argentina en
1939.
Contó con el apoyo de
hombres como los citados que la sentían en plano de igualdad, y con su padre, a pesar de que murió –encarcelado por sus ideas liberales y manifestarse contrario al absolutismo de Fernando VII– cuatro días antes de que ella cumpliera los 9 años, cuya influencia queda reflejada en su manera decidida de ser, de afrontar riesgos y en su carácter insobornable.
Impartió conferencias en
todos los puntos de Europa donde era llamada, en ellos fue respetada y
admirada por sus
razonamientos, por sus propuestas innovadoras, por su fe en las personas.
Concepción Arenal quiso para
todos una vida digna, trabajando con brío y coraje porque cobrara forma, emanando
un humanismo que, a diferencia del renacentista que se quedó dentro del
perímetro de las élites, tocaba a todas las criaturas humanas.
Su legado es monumental en
calidad y en producción, magnífica impronta para la época
convulsa que le tocó vivir, pese a que escribiera las siguientes
notas autobiográficas:
"Mi vida ¿a quién importa?
¿Quién soy?
Una
hoja caída
que
un día barrerá
el huracán (...)"
Imagen de la película Concepción
Arenal, La visitadora de cárceles (2014), interpretada por Blanca Portillo y dirigida por Laura Mañas.
© Rosa Campos Gómez
Concepción Arenal ya está presente en muchos de nosotros. Muy interesante el artículo.
ResponderEliminarSeguid así.
Lorenzo, muchas gracias por tu comentario acerca de Concepción Arenal, mujer de gran inteligencia y humanismo, que nos dejó un importante legado.
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