Jesús A. Salmerón Giménez
Hoy
se cumplen 96 años del nacimiento de la norteamericana Patricia Highsmith en Fort Worth (Texas).
Ha creado un mundo original, cerrado, irracional, opresivo,
donde no penetramos sino con un sentimiento personal de peligro y casi a pesar
nuestro, pues tenemos enfrente un placer mezclado con escalofrío. Graham Greene
Creo que mis novelas no deberían figurar en las bibliotecas de
las cárceles.
Patricia Highsmith
A
–para mí– la primera dama del crimen, comencé a leerla en la adolescencia y sus
novelas forman parte del haber sentimental de mi vida. Con mis amigos, también
asiduos lectores de esta americana impasible –y tortuosa–, compartía el
deslumbramiento que sentíamos por sus relatos perturbadores e hipnóticos. Nos
pasábamos las noches en blanco devorando las intrincadas historias que urdía
esta escritora excepcional, que siempre te dejaban en permanente estado de
estupor y desasosiego. Sus pesadillas eran adictivas, pues se basan en un hondo
conocimiento de la naturaleza humana y se sostienen en un perfecto suspense
(una mezcla explosiva de cálculo frío y emoción al límite) que impresionó al
mismo Hitchcock (quien llevaría
–magistralmente– al cine su inquietante novela Extraños en un tren –el crimen perfecto: un crimen sin móvil).
Pero
si hay un personaje, salido de su pavorosa pluma, que nos cautivó y, por lo
menos a mí (cuando lo releo en sus novelas o asoma en algunas de las estimables
versiones cinematográficas que se han hecho de este singular personaje) me
sigue encandilando, es el ambiguo, turbio, expeditivo, amoral, seductor,
tormentoso y brutal Tom Ripley. A lo largo de las cinco novelas que componen la
saga del oscuro y siempre peligroso Tom Ripley –en máxima tensión y continua
zozobra– este espléndido profesional de la impostura, con su determinación y
extraño encanto, nos pone inevitablemente de su parte, es el antihéroe de
nuestro tiempo.
Esta
gran autora dotada de un talento excepcional, continuadora de la línea iniciada
por Poe y que pasa por Kafka, encontró en la creación de Tom
Ripley una forma de explorar la idealización
de la vida siempre truncada por la muerte, tras la que se agazapa
siempre una mano asesina; esta dama penetrante y sabia, que reveló nuestros
tormentos interiores y nos asomó al misterio, será para siempre nuestra
(inquietante) amiga americana.
© Jesús A. Salmerón Giménez
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