jueves, 19 de enero de 2017

EDGAR ALLAN POE, EL POETA DEL DESASOSIEGO



Jesús A. Salmerón Giménez


   En su memoria 

La neurosis de Poe le habría servido para renovar el cuento fantástico, para multiplicar las formas literarias del horror. También cabría decir que Poe sacrificó la vida a la obra, el destino mortal al destino póstumo.
Jorge Luis Borges


Edgar Allan Poe –Boston, EE UU, 1809-Baltimore, 1849–, poeta, narrador y crítico estadounidense, es uno de los mejores cuentistas de todos los tiempos. Fue el gran maestro del género de terror e inauguró el relato policial –¡El crimen de la calle Morgue!–; pero, sobre todo, revitalizó el cuento, demostrando que su potencial expresivo podía rivalizar con la novela.

Con una botella medio vacía de coñac y un ramo de rosas rojas...rindámosle tributo al escritor, en el 208 aniversario de su nacimiento…

El autor de La caída de la casa de Usher es el creador de algunas narraciones que destilan un horror que se mantiene vivo a través del tiempo: El escalofrío de terror que la lectura de sus cuentos me provocó en la infancia (fui lector precoz de este delirante bostoniano: aún conservo la edición de sus Cuentos completos, de Alianza, con la espléndida traducción de Julio Cortázar, que le aportó el maravilloso aroma de su prosa), perdura en el recuerdo (que relaciono siempre, por cierto, con el grito que se escuchaba en la apertura de la serie de Ibáñez Serrador, Historias para no dormir, después del portazo catódico, que resonaba y se amplificaba en la Plaza España de Cieza, desierta en las horas silenciosas y noctívagas de aquel remoto siglo...). En aquellas lecturas iniciáticas descubrí el mal, el horror, la muerte y la locura: y todo lo fui explorando, con cautela y emoción no contenida, siguiendo las tramas imposibles de sus maravillosos cuentos; deslumbrado ante el talento del creador de aquellas narraciones extraordinarias, que nos desarmaba siempre con su lógica impecable y sorprendentes finales.

Pero, sobre todo, siempre le estaré agradecido al poeta del desasosiego por haberme dejado acompañar al señor Pym durante sus aventuras marítimas (o tal vez sería mejor decir sus desventuras, pues tienen mucho de terrorífico, con buques fantasmas, motines y canibalismo incluidos). A bordo del Grampus viajé por los mares del sur de la adolescencia, y crucé el desierto de hielo del Ártico:
 Dentro de los montes lo he grabado, y mi venganza en el polvo de la roca”.


 © Jesús A. Salmerón Giménez




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