Rosa Campos Gómez
Cincuenta es un número muy
respetable de años, especialmente si se cumplen estando erguido sobre una
columna de alto compromiso sociocultural que no pierde solidez y carisma, como
le ocurre al Club Atalaya-Ateneo de la
Villa de Cieza, emblemático espacio de puertas abiertas, cuya fuerza se
debe a las personas que desde 1967 se han volcado en que ese compromiso sea el
mejor alambique que destile unas actividades vigorosas que han enriquecido a
todos los vecinos que hemos querido
cruzar el umbral de ese portón amplio, coronado por una pintura mural que
reproduce El Cuarto Estado, de
Giuseppe Pellizza da Volpedo, anunciando, ya desde fuera, que son las
cuestiones del pueblo –que lo atribulan, alegran, revitalizan…– las que más les
interesan y las que ponen en juego.
El Cuarto Estado (1901),
Giuseppe Pellizza da Volpedo
Nos han propiciado años de
encuentro fértil en los que se ha aprendido y disfrutado: Conferencias con ponentes
excepcionales que han hablado de realidades que pedían ser visibilizadas; gran
cine en largo y corto metraje, nuevo, clásico, experimental, de autor
–imperdible e impagable la semana de `Cine Mágiko´ que organizan–; recitales;
música en sus distintas modalidades; teatro en su variedad de géneros;
exposiciones de fotografías, de pintura; abundantes y necesarios textos
editados para conocer la historia local desde sus diferentes ángulos;
historia del esparto recogida en un precioso museo, con genuinas muestras en directo de
algunas de sus producciones; preocupación y acción en la recuperación de la
Memoria Histórica; Jornadas Republicanas. Jornadas del 8 de Marzo, Día
Internacional de la Mujer; Jornadas Contra la Violencia de Género; Talleres
de dulces navideños… Club de Lectura.
Y todo ello en cálidas
salas, encendiendo en días de invierno varias estufas para qué los asistentes
no se enfriaran –cuando el dinero no llegaba para la calefacción–, o en el
espléndido patio abundado de luz de sol
en el día y cubierto en las noches de verano por el azul casi negro de un
cielo próximo, habitado por una luna
siempre acompañada por su delicada y constante cohorte de estrellas; cielo, bajo
el que –aparte de presenciar las actividades programadas–, se toman unas de las más exquisitas tapas
locales. Zonas donde percibimos una acogida realmente cercana, dejando
explícito el humanismo que allí anida.
Gracias por estos 50
años cumplidos y compartidos, logro no siempre fácil en empresas altruistas. Que el buen
hacer prosiga. ¡Feliz Aniversario!
© Rosa Campos Gómez
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