lunes, 9 de enero de 2017

ADICTO A ALICE MUNRO




  Jesús A. Salmerón Giménez


Desde que empecé a leer a Alice Munro -imperdonablemente tarde-, caí en el hechizo literario de la premio Nobel canadiense, me hice adicto a la prosa de esta formidable anciana de hierro: Uno empieza a leer un relato de Munro y ya no puede parar.

No son grandes experiencias lo que nos narra, ni siquiera son historias con tramas definidas, con principio y final. Parece que nada sucede en ellas, que sus historias están habitadas por personajes sencillos, del montón, a los que le suceden cosas de poca importancia...Sin embargo, todo el ritmo de la vida y las mayores sutilezas del alma humana se encuentran en la magistral escritura de esta canadiense. Se la ha comparado con Chéjov, no solo por la destreza con la que Munro construye sus narraciones, sino porque su terreno de exploración se encuentra en su hábitat patrio. El territorio de Munro es el de su Ontario natal ("para poder cantar siempre en la misma tonada al mismo río que pasa rodando las mismas aguas, al mismo cielo, al mismo campo y en la misma casa"), pero desde allí alza el vuelo y alcanza el vasto territorio, la compleja extensión, la inextricable trama del corazón de hombres y mujeres del mundo entero: la resignación, la angustia, la felicidad, el dolor de los otros y de ella misma... todo queda encapsulado en esas pequeñas obras maestras en las que todos nuestros mundos están reflejados:


"O, lo que es lo mismo, belleza. Estremecimiento. Emoción. De eso tratan los relatos de Munro. Una hija que se va de casa y que se pierde para siempre, aunque exista. La madre, que se acostumbra a la espera. Grandes distancias, desapariciones, huidas, búsquedas, fugaces y trascendentales encuentros, momentos decisivos, deseos cumplidos, sueños realizados, muertes, despedidas." (Soledad Puértolas)

 
En estos últimos compases del año, he leído su último libro Mi vida querida: lo descubrí en un anaquel en la casa de mi hermana, y enseguida me abalancé sobre él, como un heroinómano que, en un inesperado golpe de suerte, ha encontrado una partida de la dama blanca. Y ahí estaban esperándome: 10 relatos de Alice Munro (El noviazgo cruelmente abortado de una virginal profesora; el fugaz encuentro amoroso en un tren de una joven madre que huye de su matrimonio; ser poeta de provincias y asistir sola a una fiesta de intelectuales; celos mortales de una esposa setentona al aparecer en casa un ligue de juventud del marido octogenario…), una cadena de asombro, una revelación poética aguardando al final del relato, que, de una forma vertiginosa, captura la existencia en la red maravillosa de sus líneas; los arcanos del alma humana captados en el resplandor de un momento inefable…, y nos deja al descubierto con extremada delicadeza el punto de inflexión de cada vida, el momento exacto donde todo estalló y se hizo añicos, en el que se nos rompió, dolorosa, ineluctablemente el quicio del alma.

            © Jesús A. Salmerón Giménez






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