Jesús A. Salmerón Giménez
“El mundo es un gran desierto en el que sólo
el amor podría provisionalmente ampararnos.”
José
Emilio Pacheco
La resistencia íntima, de Josep María Esquirol, es un libro
lenitivo y profundo que nos habla de cómo sobrevivir en tiempos convulsos, de
tribulación (interior y exterior); un ensayo luminoso el que entro en
hipnotizado, deslumbrado ya por el majestuoso pórtico de la primera página:
"El plato en la mesa, el aceite y el pan. La mesa servida,
la olla humeando y los vasos empañados por el vapor del caldo(...) nada
sibarita ni sofisticado. Asociamos la imagen, sobre todo, con el cuidado que
supone cocinar para los demás, la compañía, y el amparo casero. También,
naturalmente, con el placer de comer. Y con la memoria de los
"elementos". El aceite para aliñar evoca el olivo y la tierra firme
donde se enraíza y el cielo luminoso hacia donde se eleva; el fruto maduro, los
trabajos de recolección y el prensado de la almazara. También el pan nos
descubre el cielo y la tierra, los vastos campos de trigo lindantes con el
azul, pero enseguida nos lleva de nuevo hacia lo más primordial: los demás. El
pan es lo que se comparte y los "compañeros", literalmente, los que
comparten el mismo pan."
Y traspaso el umbral, como quien se cuela de
rondón en una casa encantada:
"Tiene cimientos y ventanas: los cimientos y el sótano la
ligan a la tierra, mientras que las ventanas y las buhardillas, al cielo. La
casa une tierra y cielo. Pero el ayuntamiento humano es, principalmente,
cobijo. La casa es como una palabra de consuelo y calienta cuerpo y alma. Por
eso, la nostalgia -y la esperanza- más profunda es la del universo sumergido de
la infancia y del hogar”.
Y en estos momentos
atribulados, busco cobijo y reposo a mi vida, y una habitación donde meditar
sobre ella y vivirla con mayor lucidez y conciencia. Y encuentro esta casa/libro
a la que acudir, cuando tanta vida desatenta intenta disolverme, que me ampara
"Amparar significa proteger parando o
deteniendo algo. El desamparo consiste en quedarse sin protección, sin ayuda o
sin asistencia. La casa es la expresión más emblemática del amparar y del
cubrir para proteger", y me proporciona un mapa para recorrer el
desierto (de la existencia), un manual de instrucciones para “resistir”
(término que en esta comarca significa intimidad, encuentro, sinceridad...). Una
casa/ libro que sana y motiva, que cura el alma.
Este revelador ensayo nos
enseña algunas razones poderosas para afrontar la vida, y nos regala
espléndidas páginas sobre el don, el gesto, el amparo, la proximidad y la
resistencia: “El mundo no nos lo pone fácil y, en
general, todo cuesta. Nuestras intenciones y nuestros proyectos chocan a menudo
con la resistencia que implica la realidad. […] Sin embargo, también podemos
usar la palabra resistencia para referirnos no tanto a las dificultades que el
mundo pone a nuestras pretensiones como a la fortaleza que podemos tener y levantar
ante los procesos de desintegración y de corrosión que provienen del entorno e
incluso de nosotros mismos”. Nos ofrece un análisis cercano y real de la
emoción, del estado de ánimo, de la movilidad que supone la contradicción y la
pesadumbre de vivir, la pérdida continua del presente y la apertura al abismo
que es el futuro.
Como escribe Esquirol: "La resistencia íntima se parece a la eléctrica en que,
paradójicamente, al resistir el paso de la corriente, da luz y calor a los que
están cerca; una luz que ilumina el propio camino y que sirve de candil para
los demás guiando sin deslumbrar”.
Vivir es resistir y resistir es filosofar. No es posible una
cosa sin la otra: leedlo para vivir. Volver a casa, al centro del mundo:
¿Que después
de esta vida tengamos que despertarnos un día aquí
al estruendo
terrible de trompetas y clarines?
Perdona,
Dios, pero me consuelo
pensando que
el principio de nuestra resurrección,
la de todos
los difuntos,
la anunciará
el simple canto de un gallo...
Entonces nos
quedaremos aún tendidos un momento...
La primera
en levantarse
será mamá...
La oiremos
encender
silenciosamente el fuego,
poner
silenciosamente el agua sobre el fogón
y coger con
sigilo del armario el molinillo de café.
Estaremos de
nuevo en casa.
Resurrección,
de Vladimir Holan
© Jesús A. Salmerón Giménez
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