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AYorkshire Christmas,
Keith Melling
|
Rosa Campos Gómez
Están las calles adornadas, como diciembre pide por estos sitios donde vivimos los que tenemos buena suerte.
Calles donde al pasar
avistamos escaparates con belenes de estética entrañable; abetos sin raíz y de
hoja eterna, adornados con cascadas de
luces y guirnaldas; dulces derramando deleite visual;
libros que invitan a viajes profundos, fabulosos, inquietantes, persuasivos…;
cafeterías con vaho de tierna y común intimidad en sus cristales...
Y vemos otras calles
apagadas, rotas en más de mil pedazos, en las que no hay ni un libro que
llevarse a los ojos, ni un dulce a la boca, y pienso en el vecindario que ha
tenido que huir, si no ha sido acabado. Olvidar que hay que estar con ellos donde nos necesiten y podamos, sería olvidarnos.
Decir NO a las guerras, abiertas o camufladas, es la única salida que la decencia del corazón admite. Necesitamos saber lo que hay detrás de cada una, saberlo desde todos los ángulos posibles, con análisis humanizados, rigurosos y urgentes. Necesitamos ver lo que hay detrás de cada máscara, y explicar que vida, techo y pan es lo intocable, lo sagrado.
Decir NO a las guerras, abiertas o camufladas, es la única salida que la decencia del corazón admite. Necesitamos saber lo que hay detrás de cada una, saberlo desde todos los ángulos posibles, con análisis humanizados, rigurosos y urgentes. Necesitamos ver lo que hay detrás de cada máscara, y explicar que vida, techo y pan es lo intocable, lo sagrado.
Una vida de placeres
cotidianos nos aguarda en las aceras –junto a la que nos vamos fraguando hogar adentro–: encuentros con gente nueva o que apreciamos, mientras vamos a comprar el pan; música filtrándose en
el abrir de puertas y ventanas, o aproximaciones a la música, que en la vida hay de todo
y eso no es tragedia terrible en sitios con calles adornadas como las costumbres variopintas y entrañables piden…, más cuando las calles sean de todos, con sus sumas de pequeñas delicias.
Nada nos es ajeno. Todo, en alguna medida, nos toca, corresponde y repercute... Y porque con la poesía llegamos más
hondo al sentimiento, recordamos lo que nos dicen dos grandes poetas
que supieron nutrirlo:
DONDE VEAS
Donde veas
que un muro de trabajo se
levanta
para quitar al hombre frío
y miedo,
acércate y coloca unos
ladrillos
calientes con el roce de
tus manos.
Donde veas
que un labrador prepara el
pan y el vino,
acércate y añade tu
simiente
y vuelca en un lagar
sangre y sonrisa.
Donde veas
que un hombre marcha sólo,
acaso ciego,
acaso extraviado y sin
cayada,
acércate y camina a su
costado,
dale tu luz y canta por su
boca.
Donde veas
que un niño ríe y besa a
una muchacha
bajo la luna, el sol o el
aguacero,
acércate en silencio y
deja un trozo
del propio corazón junto a
sus labios.
Donde veas
que un niño llora a solas
o una madre
vacila bajo el peso de los
hijos,
acude con la fuerza de tus
brazos,
parte su pan y cuida de la
lumbre.
Donde veas
que el látigo o la espada
se levantan,
que la prisión redobla sus
cerrojos,
que los fusiles amenazan
muerte,
acércate y, a pecho
descubierto,
lanza un tremendo NO que
salve al mundo.
Y Mahmud Darwish (Galilea, 1941–Houston, 2008)
A MI MADRE
Añoro el pan de mi madre,
el café de mi madre,
las caricias de mi
madre...
Día a día,
la infancia crece en mí
y deseo vivir porque
si muero, sentiré
vergüenza de las lágrimas
de mi madre.
Si algún día regreso,
tórname en
adorno de tus pestañas,
cubre mis huesos con
hierba
purificada con el agua
bendita de tus tobillos
y átame con un mechón de
tu cabello
o con un hilo del borde de
tu vestido...
Tal vez me convierta en un
dios,
sí, en un dios,
si logro tocar el fondo de
tu corazón.
Si regreso. Tórname en
leña de tu fuego encendido
o en cuerda de tender en
la azotea de tu casa
porque no puedo sostenerme
sin tu oración cotidiana.
He envejecido. Devuélveme
las estrellas de la infancia
para que pueda emprender
con los pájaros pequeños
el camino de regreso
al nido donde tú aguardas.
(Traducción del árabe: María Luisa Prieto)
(Traducción del árabe: María Luisa Prieto)
© Rosa Campos Gómez
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