sábado, 17 de diciembre de 2016

CALLES Y CALLES




AYorkshire Christmas, Keith Melling


 Rosa Campos Gómez

Están las calles adornadas, como diciembre pide por estos sitios donde vivimos los que tenemos buena suerte.
Calles donde al pasar avistamos escaparates con belenes de estética entrañable; abetos sin raíz y de hoja eterna, adornados con cascadas de  luces y guirnaldas; dulces derramando deleite visual; libros que invitan a viajes profundos, fabulosos, inquietantes, persuasivos…; cafeterías con vaho de tierna y común intimidad en sus cristales...

Y vemos otras calles apagadas, rotas en más de mil pedazos, en las que no hay ni un libro que llevarse a los ojos, ni un dulce a la boca, y pienso en el vecindario que ha tenido que huir, si no ha sido acabado. Olvidar que hay que estar con ellos donde nos necesiten y podamos, sería olvidarnos. 

Decir NO a las guerras,  abiertas o camufladas, es la única salida que la decencia del corazón admite. Necesitamos saber lo que hay detrás de cada una, saberlo desde todos los ángulos posibles, con análisis humanizados, rigurosos y urgentes. Necesitamos ver lo que hay detrás de cada máscara, y explicar que vida, techo y pan es lo intocable, lo sagrado.
 

Una vida de placeres cotidianos nos aguarda en las aceras junto a la que nos vamos fraguando hogar adentro: encuentros con gente nueva o que apreciamos, mientras vamos a comprar el pan; música filtrándose en el abrir de puertas y ventanas, o aproximaciones a la música, que en la vida hay de todo y eso no es tragedia terrible en sitios con calles adornadas como las costumbres variopintas y entrañables piden…,  más cuando las calles sean de todos, con sus sumas de pequeñas delicias.

 
Alepo. Europa Press

Nada nos es ajeno. Todo, en alguna medida, nos toca corresponde  y repercute...  Y porque con la poesía llegamos más hondo al sentimiento, recordamos lo que nos dicen dos grandes poetas que supieron nutrirlo:

Ángela Figuera Aymerich (Bilbao, 1902 - Madrid, 1984)

DONDE VEAS 

Donde veas
que un muro de trabajo se levanta
para quitar al hombre frío y miedo,
acércate y coloca unos ladrillos
calientes con el roce de tus manos.

Donde veas
que un labrador prepara el pan y el vino,
acércate y añade tu simiente
y vuelca en un lagar sangre y sonrisa.

Donde veas
que un hombre marcha sólo, acaso ciego,
acaso extraviado y sin cayada,
acércate y camina a su costado,
dale tu luz y canta por su boca.

Donde veas
que un niño ríe y besa a una muchacha
bajo la luna, el sol o el aguacero,
acércate en silencio y deja un trozo
del propio corazón junto a sus labios.

Donde veas
que un niño llora a solas o una madre
vacila bajo el peso de los hijos,
acude con la fuerza de tus brazos,
parte su pan y cuida de la lumbre. 

Donde veas
que el látigo o la espada se levantan,
que la prisión redobla sus cerrojos,
que los fusiles amenazan muerte,
acércate y, a pecho descubierto,
lanza un tremendo NO que salve al mundo.



             Y Mahmud Darwish (Galilea, 1941–Houston, 2008)


A MI MADRE


Añoro el pan de mi madre,
el café de mi madre,
las caricias de mi madre...
Día a día,
la infancia crece en mí
y deseo vivir porque
si muero, sentiré
vergüenza de las lágrimas de mi madre.

Si algún día regreso, tórname en
adorno de tus pestañas,
cubre mis huesos con hierba
purificada con el agua bendita de tus tobillos
y átame con un mechón de tu cabello
o con un hilo del borde de tu vestido...
Tal vez me convierta en un dios,
sí, en un dios,
si logro tocar el fondo de tu corazón.

Si regreso. Tórname en
leña de tu fuego encendido
o en cuerda de tender en la azotea de tu casa
porque no puedo sostenerme
sin tu oración cotidiana.

He envejecido. Devuélveme las estrellas de la infancia
para que pueda emprender
con los pájaros pequeños
el camino de regreso
al nido donde tú aguardas.

                                       (Traducción del árabe: María Luisa Prieto)


© Rosa Campos Gómez

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