Jesús A. Salmerón Giménez
Un día no es un día de una vida, sino una vida.
JRJ
Juan Ramón Jiménez
Mantecón viene al mundo en Moguer (Huelva) el 23 de diciembre de 1881, a las 12
de la noche, en la casa de sus padres, en la calle de la Ribera número 2,
esquina con la calle de las Flores. Al poeta siempre le gustó decir que había
nacido el día 24: “Nací en Moguer, la noche de Navidad de 1881. Mi padre era
castellano y tenía los ojos azules; y mi madre, andaluza, con los ojos negros.
La blanca maravilla de mi pueblo guardó mi infancia en una casa vieja de
grandes salones y verdes patios. De estos dulces años recuerdo que jugaba muy
poco, y que era gran amigo de la soledad...”.
El escritor y Premio Nobel
Juan Ramón Jiménez es uno de los poetas más fascinantes de toda nuestra cultura
literaria. Como sostiene Colinas, "padre de todos los poetas, del que han
bebido todas las generaciones y el que mejor resiste la prueba del paso del
tiempo por su pureza".
Muy joven descubrí la
poesía de Juan Ramón, y fue tal mi fascinación (la Segunda antolojía es el
primer libro poético que me dejó absorto, y que sigo relacionando con el placer
de la lectura y con los días felices, eternos de mi juventud), que no he dejado
de leerlo y releerlo.
Mi recuerdo al poeta de
Moguer en el aniversario de su nacimiento. Su lectura es el merecido homenaje
que podemos rendir al más puro de los poetas.
INTELIJENCIA, DAME
¡Intelijencia, dame
el nombre exacto de las cosas!
... Que mi palabra sea
la cosa misma,
creada por mi alma nuevamente.
Que por mí vayan todos
los que no las conocen, a las cosas;
que por mí vayan todos
los que ya las olvidan, a las cosas;
que por mí vayan todos
los mismos que las aman, a las cosas...
¡lntelijencia, dame
el nombre exacto, y tuyo,
y suyo, Y mío, de las cosas!
De: Eternidades
EL VIAJE DEFINITIVO
Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros
cantando.
Y se quedará mi huerto con
su verde árbol,
y con su pozo blanco.
Todas las tardes el cielo
será azul y plácido,
y tocarán, como esta tarde
están tocando,
las campanas del
campanario.
Se morirán aquellos que me
amaron
y el pueblo se hará nuevo
cada año;
y lejos del bullicio
distinto, sordo, raro
del domingo cerrado,
del coche de las cinco, de
las siestas del baño,
en el rincón secreto de mi
huerto florido y encalado,
mi espíritu de hoy errará,
nostáljico...
Y yo me iré, y seré otro,
sin hogar, sin árbol
verde, sin pozo blanco,
sin cielo azul y
plácido...
Y se quedarán los pájaros
cantando.
© Jesús A. Salmerón Giménez
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