Jesús A. Salmerón Giménez
Aunque, como sabéis, le
tengo más querencia a Cervantes, he de reconocer que Lope de Vega es un gran
autor teatral y un extraordinario poeta lírico. Como sostiene Francisco Rico: Lope convertía en literatura cuanto vivía, lo que le da
un plus de interés a todo cuanto escribe.
De entre toda su obra,
destaca para mí su poesía amorosa (Lope de Vega vivió los placeres de la vida,
probó el amor y, por ello y por ser un inmenso poeta, sabe cantarlo, como en
este famosísimo y magistral soneto, donde de forma apasionada, pero también
con belleza y sensibilidad, presenta las contradicciones que produce el amor,
culminado en un terceto espléndido y en un verso final definitivo, para llevar
tatuado en el alma:
Desmayarse,
atreverse, estar furioso,
áspero,
tierno, liberal, esquivo,
alentado,
mortal, difunto, vivo,
leal,
traidor, cobarde y animoso;
no
hallar fuera del bien centro y reposo,
mostrarse
alegre, triste, humilde, altivo,
enojado,
valiente, fugitivo,
satisfecho,
ofendido, receloso;
huir
el rostro al claro desengaño,
beber
veneno por licor süave,
olvidar
el provecho, amar el daño;
creer
que un cielo en un infierno cabe,
dar
la vida y el alma a un desengaño;
esto
es amor, quien lo probó lo sabe.

Los hombres
en cualquiera edad hallan sus gustos, y son buenos para los oficios y para las
dignidades; tienen entonces más hacienda, y son más estimados. Pero como las
mujeres sólo servimos de materia al edificio de sus hijos, en no siendo para
esto, ¿qué oficio adquirimos en la república? ¿Qué gobierno en la paz? ¿Qué
bastón en la guerra? Volved, volved en vos, Teodora, no acabe ese mozuelo la
hermosura de Dorotea, manoseándola; que ya sabéis con qué olor dejan las flores
el agua del vaso en que estuvieron.
© Jesús A. Salmerón Giménez
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