Rosa Campos Gómez
Recuerdo que era abril (2009)
cuando acudí a escuchar a Marcos Ana. Nunca antes oí hablar de él. Conocí
entonces que fue quien más tiempo estuvo preso en las cárceles
franquistas y que era poeta. Tenía 89 años.
Esa noche, este hombre -que supo ser libre dentro de la prisión que le impusieron y fuera de ella, donde no todo el mundo sabe serlo- cargó las
baterías anímicas de cuantos nos encontrábamos en el Club Atalaya, que estaba lleno a rebosar. Con un vigor contundente dijo cosas necesarias, entre ellas que nunca había que dejar de reivindicar
lo que nos pertenece, denunciar lo injusto y perdonar… Emanaba integridad
humanista por los cuatro costados. Se le notaba que era un hombre bueno, de una bondad contagiosa.
Su historia conmueve -como conmueve lo que se está diciendo de él tras su muerte, a los 96 años-, y enseña. Marcos Ana, un ser libre que nos deja un imperdible legado.
Fue y sigue siendo abril aquella noche, con ese impulso de tiempo nuevo que se quedó impregnado en mi memoria.
Fue y sigue siendo abril aquella noche, con ese impulso de tiempo nuevo que se quedó impregnado en mi memoria.
Escuchemos su voz en este poema (nunca es demasiado, por mucho que se reitere ahora) que escribió poco antes de salir de la cárcel:
Decidme cómo es un árbol
Decidme cómo es un árbol,
contadme el canto de un río
cuando se cubre de pájaros,
habladme del mar,
habladme del olor ancho del campo
de las estrellas, del aire.
Recitadme un horizonte sin cerradura
y sin llave como la choza de un pobre,
decidme cómo es el beso de una mujer,
dadme el nombre del amor
no lo recuerdo.
¿Aún las noches se perfuman de enamorados
tiemblos de pasión bajo la luna
o sólo queda esta fosa,
la luz de una cerradura
y la canción de mi rosa?
22 años, ya olvidé
la dimensión de las cosas,
su olor, su aroma,
escribo a tientas el mar,
el campo, el bosque, digo bosque
y he perdido la geometría del árbol.
Hablo por hablar asuntos
que los años me olvidaron.
No puedo seguir:
escucho los pasos del funcionario.
Y recordemos el que le escribió Luis
García Montero:
Los
seres libres
A Marcos Ana
La libertad
es el destino de los seres libres,
y por destino cumplen su condena,
conocen soledades en forma de ventana,
la vida como un patio,
el silencio detrás de los olvidos,
el horizonte
arañado de piedras y con sombras de muro.
Por eso no se debe confundir
la libertad
y el mundo digno de los seres libres.
Hay seres libres que soportan cárcel.
Hay miedos, y mentiras,
y cadáveres vivos
que están en libertad
y jamás serán libres.
Son amores distintos
la verdad de ser libre
y eso que en este reino se llama libertad.
Partidarios del mar y del abrazo,
de las palabras en la calle
y del silencio repetido
en la noche mezquina del interrogatorio,
los seres libres son la dignidad.
Por eso es mar y es digno,
y es palabra en las calles del silencio,
cantar la noche de los seres libres,
compartir su destino
llamado libertad.
© Rosa Campos Gómez
© Rosa Campos Gómez
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