lunes, 7 de noviembre de 2016

LA SOBRIEDAD DE FRANCISCO DE ZURBARÁN

Rosa Campos Gómez


 

Bodegón con cacharros (1650), Museo del Prado, Madrid.

      Francisco de Zurbarán (Fuente de Cantos, Badajoz, 1598-Madrid, 1664) es  uno de los grandes pintores  del Siglo de Oro español. La primera vez que supe de él fue en los libros de texto de la escuela, a través de esta obra que ilustra la cabecera, que me pareció prodigiosamente sobria,  elegante e   inolvidable. Con el tiempo, al conocer más trabajos, la admiración se ha seguido manteniendo, porque en sus pinturas la sencillez adquiere una expresión poética serena e introspectiva,  introduciéndonos en un misticismo sugerente  a través de su pincelada clara, de un expresivo y noble concepto de la naturaleza humana y de la geometría de las formas, y de un personalísimo  uso del  color –con concisas gamas–, que confiere una peculiar y excelente manifestación de la luz.

    Nacido en el seno de una familia acomodada –su padre era negociante vasco establecido en Extremadura–, dio los primeros pasos en la pintura en su tierra, formándose posteriormente en Sevilla (1614- 1617) de la mano del pintor Pedro Díaz de Villanueva, etapa fecunda en la que conoció a los maestros Pacheco y Herrera, y mantuvo  amistad con Velázquez y Cano. Retornó a tierras extremeñas sin pasar por el examen requerido por el gremio de pintores.

  Vivió en la ciudad de Llerena entre los años 1617 y 1628, donde trabajó realizando encargos de pinturas religiosas tanto de la ciudad como de toda Extremadura. En 1629 se instaló en Sevilla, donde fue contratado para realizar numerosas obras. En la ciudad hispalense su prestigio fue en alza.

   En 1634, probablemente por influencia de Velázquez, lo llamaron para pintar Los trabajos de Hércules en el gran salón del Buen Retiro, en Madrid. Volviendo a Sevilla, donde viviría hasta 1658, por la decadencia económica que acuciaba a la ciudad –los encargos pictóricos debieron de cesar–. Instalándose en Madrid, con su tercera mujer –había enviudado dos veces– y la hija que le vivía –murieron un hijo y una hija–, obteniendo buenos contratos, y donde mantuvieron una vida con ciertas estrecheces (debido a la larga enfermedad que padeció) pero nunca en la indigencia, como se ha afirmado en ocasiones; su testamento constata que estaba libre de deudas y queposeía algunos bienes inmuebles.
   Zurbarán, pintor de la Contrarreforma –porque  la Iglesia, a través de las órdenes religiosas, fue su mayor cliente, aunque su producción tocó diferentes temas– es creador de una pintura realista, perteneciente al barroco, que se halla distribuida en importantes museos. 

   Siempre muy bien valorada su obra, más a partir de su muerte, en la actualidad llama la atención de un público joven que está descubriendo ese lenguaje claro y directo en el que se aprecia  a veces el dolor, pero sobre todo la ternura y  el candor de los gestos, y  la sobria belleza de esas imágenes  que saben comunicar la profundidad que contienen.




Plato con limones, cesta con naranjas y taza con una rosa (1633), Museo Norton Simon, Los Ángeles




Virgen niña en oración (1658 y 1660), Museo del Hermitage de San Petersburgo, Rusia.

 


 
Virgen niña dormida (Ca. 1655-60), Catedral de Jerez de la Frontera, Cádiz.




La Inmaculada Concepción (1630), Museo del Prado, Madrid.




San Francisco arrodillado con una calavera en las manos (1658), Alte Pinakothek, Múnich.






Hércules y el cancerbero (1634), Museo del Prado, Madrid.




  
San Serapio (1628), Wadsworth Atheneum Hartford, Conneticut.




San Lucas como pintor, ante Cristo en la Cruz (1630-39), Museo del Prado, Madrid
(se cree que  la imagen de San Lucas corresponde a un autorretrato del pintor).


 
© Rosa Campos Gómez

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