sábado, 22 de octubre de 2016

DORIS LESSING



 Rosa Campos Gómez


        Doris Lessing (1919 - 2013), que hoy cumpliría 97 años, es una de las grandes autoras del siglo XX y principios del XXI, en cuyo legado  encontramos importantes novelas -temas comprometidos que supo dotar con una prosa ágil y sencilla-, en las que describe las cuestiones sociales y políticas de su tiempo, tratando, en muchas de ellas,  sobre las gentes y el espacio africano en el que vivió y al que afectivamente siempre se sintió vinculada. Fue  Premio Nobel de Literatura en 2007. 
     Tuvo la suerte de pertenecer a una familia inglesa, con la que vivió en Rodesia del Sur (hoy Zimbabwe)  donde pasó su infancia y juventud, después, hasta su muerte, viviría en Londres. La fortuna de ser una escritora británica la explicó ella misma en una entrevista:
    «Cuando se es una escritora perteneciente a la tradición inglesa, una debe ser consciente y sentirse agradecida de un patrimonio que significa no tener que luchar como mujer para ser publicada y valorada. En Inglaterra las mujeres se han ganado la vida como escritoras desde hace siglos y, a veces, protestando con energía contra su destino. Mi agradecida conciencia de este patrimonio es la razón por la que suscribo la máxima de Virginia Woolf, según la cual las escritoras serán libres cuando, sentadas a escribir, no piensen si escriben o no como mujeres.»

Sobre los jóvenes europeos que iban a establecerse en tierras africanas donde ya estaban los antiguos colonizadores, escribe,  poniendo el dedo en la llaga con sutileza y verdad, en  Canta la hierba (1950):
«Cuando los colonos viejos sentencian: “Hay que comprender el país”, lo que quieren decir es: “Debe usted acostumbrarse a nuestro concepto de los nativos”, o, en otras palabras: “Adhiérase a nuestras ideas o lárguese; no le necesitamos”. A la mayoría de aquellos jóvenes les habían inculcado vagas nociones sobre la igualdad. Durante la primera semana les escandalizaba el trato propinado a los nativos y se indignaban cien veces al día ante el desdén con que se hablaba de ellos como si de cabezas de ganado se tratara; o ante un golpe o una mirada. Llegaban dispuestos a tratarlos como a seres humanos. Sin embargo, habría sido inútil rebelarse contra la sociedad a la que se habían incorporado, de modo que no tardaban en cambiar. Imbuirse de su maldad era difícil, por supuesto, pero no lo consideraban “maldad” durante mucho tiempo y, al fin y al cabo, ¿con qué mentalidad habían llegado allí? Con ideales sobre la decencia y la buena voluntad; todo ello muy abstracto. En la práctica, el contacto con los nativos se reducía a la relación entre amo y criado. Nunca llegaban a conocerlos en la intimidad, en su calidad de personas. »

Y sobre diferente asunto, pero con la misma hondura,  escribe en El cuaderno dorado (1962):
 «Lo que es horrible es pretender que lo segunda clase es  primera clase. Pretender que no necesitas el amor cuando así es; o que te gusta tu trabajo cuando sabes muy bien que eres capaz de algo mejor.»

Vaticinando en La buena terrorista (1985):
«Si siempre esperas lo peor, acabará ocurriéndote.»


Leer a Doris Lessing es conocer más del alma humana desde una literatura que denuncia y clarifica lo que acontece en el medio social que describe. Hablando de lo que concierne a hombres y mujeres. Ubicando a sus protagonistas femeninas en la luz del sitio que quieren elegir, dándoles una voz transparente donde la libertad y sus sentimientos evidencian verdades.

© Rosa Campos Gómez


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