martes, 25 de octubre de 2016

ALFONSINA STORNI, INCESANTE RESURGIR


    Sara Alarcón


   Alfonsina Storni (29 de mayo de 1892 - 25 de octubre de 1938), hija de padres suizos, nace en Sala Capriasca (Suiza). La familia se irá a vivir a Argentina en 1896, ubicándose primero en San Juan y años después en Rosario.

    Alfonsina trabajó desde pequeña ayudando a sus padres, primero en la cafetería que montaron y más tarde en tareas de costura, cuando su madre empezó a trabajar como modista.

     A los 11 años sustituyó a una chica en una obra teatral con buenas críticas, lo que hizo que se  sumara a la compañía de teatro, recorriendo como actriz buena parte de la geografía argentina; después se formaría como maestra, llegando a impartir clases en varias ciudades, además de seguir practicando su vocación literaria. En 1911, ya con su título de maestra local, se traslada a Buenos Aires; al año siguiente nació su hijo. Como madre soltera, se enfrentará  a las dificultades sociales de la época que las mujeres padecían.

     Pudiera ser

    Pudiera ser que todo lo que en verso he sentido
    no fuera más que aquello que nunca pudo ser,
    no fuera más que algo vedado y reprimido
    de familia en familia, de mujer en mujer.

    Dicen que en los solares de mi gente, medido
    estaba todo aquello que se debía hacer…
    Dicen que silenciosas las mujeres han sido
    de mi casa materna… Ah, bien pudiera ser…

    A veces en mi madre apuntaron antojos
    de liberarse, pero, se le subió a los ojos
    una honda amargura, y en la sombra lloró.

    Y todo esto mordiente, vencido, mutilado,
    todo esto que se hallaba en su alma encerrado,
    pienso que sin quererlo lo he libertado yo.

 En sus últimos años se enfrentó a un cáncer de pecho, enfermedad que en aquél tiempo no contaba con los avances médicos actuales.
El 18 de octubre de 1938 viajó sola a Mar del Plata, días después, en una madrugada lluviosa se dirigió a la playa de La Perla, arrojándose a sus aguas.


        Alfonsina Storni inició pronto su trayectoria literaria: empezó a escribir sus primeras poesías en la niñez preadolescente, firmando con el pseudónimo de Tao Lao.
     A los 11 años, ya iniciada en el mundo del teatro como actriz, dispondrá de más tiempo para escribir e ir formándose en el mundo de las letras.

     
En 1916, publica (con escaso medios económicos) La inquietud del rosal,  que no obtendría buenas críticas por ser considerado inmoral, sin embargo le abrió las puertas de los círculos en los que se movían los escritores, siendo ella la primera mujer en integrarlos.





     
     La inquietud del rosal 

    El rosal en su inquieto modo de florecer
    va quemando la savia que alimenta su ser.
    ¡Fijaos en las rosas que caen del rosal:
    Tantas son que la planta morirá de este mal!
    El rosal no es adulto y su vida impaciente
    se consume al dar flores precipitadamente.


      La capacidad que tiene de mirarse por dentro sorprende. Le publican obra en la revista Mundo Argentino, donde también lo hacen Amado Nervo y Rubén Darío, lo que le da, como poeta, un prestigio importante.
     Gabriela Mistral, cuando la visitó, quedaría impresionada por su sencillez y “conversación sagaz y de mujer madura”, de mujer bien documentada, de gran ciudad, “que ha pasado tocándolo  todo e incorporándoselo”.
     Tras el primer libro editado vendrían, entre otras publicaciones: El dulce daño, 1918;  Irremediablemente, 1919;  Languidez, 1920; Ocre, 1925; Poemas de amor, 1926; El amo del mundo: comedia en tres actos, 1927; Dos farsas pirotécnicas, 1932; Mundo de siete pozos, 1934; Mascarilla y trébol, 1938. Recibió varios e importantes premios por buena parte de su obra poética.
      En octubre de 1938, ya en Mar del Plata, escribió su último poema (tres días antes de morir) que enviaría al periódico que le publicaba.
      La tarde del día que la encontraron en el mar, los periódicos titulaban sus ediciones con la noticia: “Ha muerto trágicamente Alfonsina Storni, gran poeta de América”.



Fue una gran poeta que vivió en un tiempo en que ser mujer, madre soltera y escritora complicaban bastante la existencia, pero nada de ello representó un freno para su proyecto, más bien un impulso. Su obra mantiene un resurgir constante, adquiriendo renovado valor poético.   En ella se refleja su actitud ante la vida... la encontramos en versos bellos, desgarrados e intensos.


       Resurgir

      Pasé por el tamiz de todos los dolores
      Y estoy purificada.¡Clamo por vida nueva!
     ¡Una vida que sea como un ritmo de seda!
     ¡Dulzura y más dulzura! La quietud de una tarde.

     Deliciosa y de sol, la casita con hiedras
     y un pedazo de cielo que al alma se enreda.

     Ningún anhelo más que un anhelo infantil,
     tener las golondrinas de una quietud eterna
     ¡y sentirme tan buena…¡tan hondamente buena!…

     No leer nada, nada, más que en el libro pródigo,
     infinito y precioso de la naturaleza
     ¡y sorber sus verdades con la esperanza abierta!…

     Surgir a vida nueva. Realizar el milagro
    de cubrir con jazmines la herida de mis venas
    y hacer un canto blanco con restos de tragedia.

    Tener el corazón hecho un lampo de luz,
    tener el corazón hecho un nido de gemas
    para que siempre se abran otras corolas nuevas.

    Ir cruzando la vida con alas en el alma,
    con alas en el cuerpo, con alas en la idea
    y un ligero cariño a la muerte que llega.

   Perdonar, perdonar, no tener rencor;
   Darlo todo al olvido y llorar en la quieta
   soledad de la noche con un llanto de perlas.

   Perlas de anunciación, de olvido, de alegría,
   de dulzura, y de gozo de sentirse serena
   y comprender la vida como un ritmo de seda.

                                       (...)



 © Sara Alarcón

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