Rosa Campos Gómez
La obra de Amalia
Avia equivale a una extensa y excelente reseña pictórica de un tiempo relativamente cercano. Pintora y grabadora, se dedicó durante más de cinco décadas a este trabajo porque realizándolo se sentía feliz,
como diría en más de una ocasión, dejándonos un legado amplio e importante, desde el que nos habla de la cotidianeidad del existir, y del resistir, en un periodo del que sus
imágenes dan cuenta, definido en sus paisajes realistas, de trazo subjetivado,
en los que la gama de los cálidos predomina a través de una bien concebida
mezcla de los colores con los que consigue sus particulares quebrados que
otorgan esa faz de lo usado, de los sitios por donde transita la gente, que era en esencia lo que quería reflejar. Los oficios y sus gentes, las calles con sus edificios y su estar dentro y fuera de ellos de personas ya visibles o ya imaginadas desde su ausencia, que van y vienen dando realidad a unos lugares que se despliegan en la memoria.
Pero antes de continuar se hace necesario aclarar que a las mujeres en las
artes plásticas les ha costado, mucho más aún que en la literatura, que sus obras se divulguen y lleguen a más púbico, recordemos
que Carmen Laforet (1921-2004), Ana María Matute (1925-2014), Carmen Martín
Gaite (1925-2000), entre otras escritoras, ya eran conocidas, leídas y citadas,
en los años del franquismo; pero saber de las pintoras, para el público en
general que gustaba de la cultura, no
era tan fácil, facilidad que sí encontramos en el reconocimiento deparado a
los pintores.
Ahora, gracias a la labor de mujeres (a la que por fortuna no dejan de sumarse hombres), con hambre de
ubicar las cosas en el lugar que les corresponde, se les está dando a
estas autoras la divulgación y visibilidad que merecen, y las nuevas
tecnologías se prestan como grandes aliadas de esta causa.
Amalia Avia (Santa Cruz de la Zarza, Toledo, 23 de abril, 1930- Madrid, 30 de marzo, 2011) posee una trayectoria dilatada y, aunque parezca una contradicción con lo anteriormente expuesto, tocada por la fortuna: inició su
formación artística a los 20 años, en el
taller de Eduardo Peña, desde entonces no dejó de pintar. Fue sumando exposiciones,
la primera en la galería Fernando Fer, después lo haría por numerosas ciudades
españolas, también en París y Basilea.
Sus cuadros se mostraron y vendieron durante años en
las relevantes galerías Juana Mordó, primero, y
Biosca, después. En 1978 recibió el Premio
Goya de la Villa de Madrid y en 2001 ingresa en la Real Academia de Bellas
Artes de Toledo. En 2004 publicó De puertas adentro, un libro autobiográfico. En 2007 se le concede la Medalla del Mérito de Castilla La
Mancha y en el 2008 se inaugura en Santa Cruz de la Zarza el Centro Cultural Amalia Avia.
En 2014, el director de
teatro José Carlos Plaza utilizó una ampliación de La calle de las Minas (que aquí compartimos) para decorar el escenario
del Teatro de la Zarzuela de Madrid para la representación de La verbena de la Paloma, también fue decorada con una reproducción de una de sus pinturas Los amores de la Inés.
Se casó en 1960 con Lucio Muñoz (1929-1998) –creador abstracto, dentro del movimiento conocido como Informalismo, que cosechó importantes
reconocimientos dentro y fuera de España–, formando una pareja que siempre demostraba recíproco respeto y
admiración por sus respectivas actividades plásticas, lo que les permitió desarrollarlas amplia y coherentemente
según sus diferentes ideas y conceptos.
La producción de Amalia Avia nos ofrece, además de lo ya enumerado y más, la connotación de documento artístico de un ayer no tan lejano, que produjo, en bandadas casi paralelas, tristezas por los silencios y por el cerco a las libertades, y alegrías por la gracia que sencillamente fluía de la hondura humana que a todo ello sabía sobreponerse; de trabajadores y trabajos; de partidas de gente acarreando
maletas con las meras pertenencias;
de determinadas vías madrileñas, y de otras localidades, con esas fachadas que nos remiten a unos servicios que facilitaban un vivir de proximidad a pesar de los pesares... Obra de contrastes que nos invita a hacer en ella recorrido y lectura, y a escuchar mirándola.
Calle de las Minas, 1972
Filatelia, 1989
Benito García, fontanero, 1988 Comedor, 1987
Ministerio de fomento,1988
Estación de Atocha, 1987
Camión de frutas, 1985
Cocina, 1978
La familia de Carlos V, 1966
Lotería, 1966
Barrio de la Fortuna, 1966
La mujer del mantón, 1964
Segadores
Bodegón del Balcón, 1958
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