sábado, 7 de mayo de 2016

HISTORIA DE DOS LIBROS

                                                                     Jesús A. Salmerón Giménez

(Las reseñas en Notas pretenden ser una forma de literatura: la narración breve de la lectura de los libros que más nos han conmovido. Como afirma Manguel “Leer nuestras propias vidas y las de los demás, los mundos que se encuentran entre las tapas de un libro y también fuera”, esa es la invitación, la modesta proposición que queremos hacer a nuestros lectores).

                                      Savater: El último mohicano

Siempre he admirado a Fernando Savater, su inteligencia, su agudeza volteriana, su honestidad personal y pública, su valor más que contrastado en los años de plomo…Así que lo leo siempre con fruición (aunque he frecuentado más sus artículos que sus libros, todo hay que decirlo…), abierto siempre a su multifacético conocimiento, a la valiente, eléctrica,  sinceridad de sus prosa. Por eso, cuando supe de la publicación de este libro, más conociendo la carga emotiva que lleva dentro (se lo dedica a Sara Torres, su compañera de toda una vida –tristemente fallecida en abril del pasado año-, con la que proyectó y llevó a cabo el libro: “Lo que más gozábamos haciendo era la preparación de cada capítulo, recorriendo Recanatti y Nápoles en busca de Leopardi, el Torquay de Agatha Christie o la inagotable Normandía de Flaubert”, recuerda en el prólogo), me arrojé al libro como Daniel al foso de los leones.


Y no me ha defraudado: nos muestra, con encanto y perspicacia savateriano, las ciudades y lugares donde vivieron los ocho escritores escogidos: Stephan Zweig, Agatha Christie, Edgard A. Poe, Alfonso Reyes, Leopardi, Valle-Inclán, Flaubert y Shakespeare. Está ilustrado con numerosas fotografías y dibujos o cómics con las que nos introduce en las historias de vida (historias que, si no tan salvajes como parece anunciar el título, siempre se leen con interés y con agrado) de estos purasangre de la literatura, narradas con  pulso firme, con esa mezcla adictiva de deslumbrante estilo expresivo, pensamiento feroz, entusiasmo e ironía, marca de la casa Savater, pero esta vez compartimos también con él un comprensible e inevitable sentimiento de melancolía: Es su último libro, el memorable adiós a las letras de un formidable escritor y pensador que nos ha regalado algunas de las mejores páginas escritas, en  literatura de ficción y del conocimiento, en castellano. El último mohicano, la última aventura de un hombre genial que, en horas de desaliento, muestra su lado más humano y dice adiós a la escritura con esta maravillosa frase: “Para qué, si ya no los va a leer”.



                                              El Evangelio a la francesa
En mi infancia y primera juventud fui un adicto al cine de romanos [llámalo péplum]. Y, sin el furor por la toga de antaño, algo queda todavía en mí de aquella remota afición de cuando tenía la edad de echar a volar. Por eso estaba deseando que se tradujera El Reino (mi francés no va más allá de pedir un escalope), y cuando pude me tiré a él, como un turista (de la Biblia) a un crucero (por Tierra Santa). He de decir, antes de seguir esta historia de mi lectura, que durante la misma mi cabeza se iba a El evangelio según Jesucristo, de José Saramago. Y pensaba “otro que tal”: un evangelio que no existió pero que quizás sería el más necesario de todos.

Esta  novela de realidad, además de su ración de no-ficción, combina metaliteratura y autobiografía, ensayo,  humor y un estilo fluido, a la pata la llana, diferenciado (intencionadamente) del alto estilismo francés. Una fórmula perfecta con la que ha logrado Carreère grandes obras (yo sólo he leído dos -ambas magníficas-: De vidas ajenas y Limónov). Ésta me ha parecido genial (en el sentido nocturno y alemán de la palabra, que desagradaba un tanto a Borges: otro teólogo ateo). Lo he seguido con Pasión cuando se ha metido en la piel de Lucas, presentado por Carrère como un médico macedonio, culto, que se expresa en un griego elegante, y que, más que un evangelista, parece un reportero curioso disfrutando de su trabajo de campo; Lucas es un hombre amable, sensato, que suaviza el mensaje de un Mesías, a veces, maximalista y milagrero, o le quita hierro al antijudaísmo de un fanático y genial Pablo, en eterna caída del caballo, verdadero creador e ideólogo del cristianismo.

Menos me gusta Carrére en su rol de autobiógrafo ex católico o en su tarea de deconstruir las espléndidas parábolas de Cristo, para mí una de las cumbres literarias en arameo que han conformado y dado aliento al Calvario de mi vida.

 © Jesús A. Salmerón Giménez


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