Jesús A. Salmerón Giménez
(Las
reseñas en Notas pretenden ser una forma de literatura: la narración breve de
la lectura de los libros que más nos han conmovido. Como afirma Manguel “Leer
nuestras propias vidas y las de los demás, los mundos que se encuentran entre
las tapas de un libro y también fuera”, esa es la invitación, la modesta
proposición que queremos hacer a nuestros lectores).
Savater:
El último mohicano
Siempre he admirado a Fernando Savater, su inteligencia, su agudeza volteriana, su
honestidad personal y pública, su valor más que contrastado en los años de
plomo…Así que lo leo siempre con fruición (aunque he frecuentado más sus
artículos que sus libros, todo hay que decirlo…), abierto siempre a su
multifacético conocimiento, a la valiente, eléctrica, sinceridad de sus prosa. Por eso, cuando supe
de la publicación de este libro, más conociendo la carga emotiva que lleva
dentro (se lo dedica a Sara Torres, su compañera de toda una vida –tristemente
fallecida en abril del pasado año-, con la que proyectó y llevó a cabo el
libro: “Lo que más gozábamos haciendo era la preparación de cada capítulo,
recorriendo Recanatti y Nápoles en busca de Leopardi, el Torquay de Agatha
Christie o la inagotable Normandía de Flaubert”, recuerda en el prólogo), me
arrojé al libro como Daniel al foso de los leones.
Y
no me ha defraudado: nos muestra, con encanto y perspicacia savateriano, las
ciudades y lugares donde vivieron los ocho escritores escogidos: Stephan Zweig,
Agatha Christie, Edgard A. Poe, Alfonso Reyes, Leopardi, Valle-Inclán, Flaubert
y Shakespeare. Está ilustrado con numerosas fotografías y dibujos o cómics con
las que nos introduce en las historias de vida (historias que, si no tan
salvajes como parece anunciar el título, siempre se leen con interés y con
agrado) de estos purasangre de la literatura, narradas con pulso firme, con esa mezcla adictiva de
deslumbrante estilo expresivo, pensamiento feroz, entusiasmo e ironía, marca de
la casa Savater, pero esta vez compartimos también con él un comprensible e
inevitable sentimiento de melancolía: Es su último libro, el memorable adiós a
las letras de un formidable escritor y pensador que nos ha regalado algunas de las
mejores páginas escritas, en literatura
de ficción y del conocimiento, en castellano. El último mohicano, la última
aventura de un hombre genial que, en horas de desaliento, muestra su lado más
humano y dice adiós a la escritura con esta maravillosa frase: “Para qué, si ya
no los va a leer”.
El
Evangelio a la francesa

Esta novela de realidad, además de su ración de
no-ficción, combina metaliteratura y autobiografía, ensayo, humor y un estilo fluido, a la pata la llana,
diferenciado (intencionadamente) del alto estilismo francés. Una fórmula
perfecta con la que ha logrado Carreère grandes obras (yo sólo he leído dos
-ambas magníficas-: De vidas ajenas y Limónov). Ésta me ha parecido genial (en
el sentido nocturno y alemán de la palabra, que desagradaba un tanto a Borges:
otro teólogo ateo). Lo he seguido con Pasión cuando se ha metido en la piel de
Lucas, presentado por Carrère como un médico macedonio, culto, que se expresa
en un griego elegante, y que, más que un evangelista, parece un reportero
curioso disfrutando de su trabajo de campo; Lucas es un hombre amable, sensato,
que suaviza el mensaje de un Mesías, a veces, maximalista y milagrero, o le
quita hierro al antijudaísmo de un fanático y genial Pablo, en eterna caída del
caballo, verdadero creador e ideólogo del cristianismo.
Menos
me gusta Carrére en su rol de autobiógrafo ex católico o en su tarea de
deconstruir las espléndidas parábolas de Cristo, para mí una de las cumbres
literarias en arameo que han conformado y dado aliento al Calvario de mi vida.
© Jesús A. Salmerón Giménez
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