Sara
Alarcón
Hasta
hace poco desconocía todo de su vida y ha tenido su punto saber un poco de ella y de la repercusión que tuvo la
práctica médica que creó y que cambió la vida de muchas personas.
Franz
Anton Mesmer (23 de mayo de 1734, Iznang, Suabia, Alemania—5 de marzo de 1815,
Meersburg, Alemania) nació en plena época de la Ilustración y del Romanticismo
alemán. Estudió Teología y Derecho, posteriormente, dando clases de
Matemáticas, se pagaría los dos años que entonces duraba Medicina, doctorándose
también en esta disciplina.
Contrajo
matrimonio con un mujer rica, viuda de
un farmacéutico de la Corte, consiguiendo dos cosas importantes de un tirón:
buen prestigio académico y buen nivel económico, lo que se tradujo en el
disfrute de una buena vida social, que le daría todas las facilidades para
dedicarse a la investigación científica y al mecenazgo musical (amigo del padre
de Mozart, ofreció los jardines de su residencia para que el adolescente y ya
genial compositor estrenara allí una de sus obras; llegando a apadrinar no solo
a Mozart, también a otros músicos
contemporáneos como Haydn). Y es que Mesmer era un filántropo que además, parece ser, no cobraba a quienes
no podían pagar sus servicios médicos. Disfrutaba de una buena posición
económica y prefería ser generoso.
En
el ejercicio de su profesión tuvo importantes éxitos, pero la comunidad médica vienesa, que no veía
con buenos ojos sus innovadoras practicas, se encargó de invalidar su polémica
carrera utilizando el caso de la cura de
la ceguera de la joven pianista Maria
Theresa Paradis y la relación de Mesmer con ella, para expulsarlo del país y
destruir su carrera. Partió de Viena hacia París, donde
establecería su clínica por la que llegaron a pasar todo tipo de gentes incluso personalidades socialmente bien posicionadas y conocidas como La
Fayette y Montesquieu. Pero en la capital francesa Mesmer también llegaría a ser rechazado, prohibiéndole desde la Facultad de Medicina sus sesiones de magnetismo. Fue tildado de simple curandero a pesar de conocer todos que era un
hombre de una amplia formación académica (será J. M. Charcot, primer catedrático de neurología del mundo, quien haría que se aceptara en la Academia de las Ciencias de París, en 1881, el magnetismo, pero con el nombre de hipnotismo). De París tuvo que salir hacia Alemania, y hacia el silencio… pero sus
conocimientos no fueron silenciados. Creó
la práctica del “magnetismo
animal” que años después otros denominarían “mesmerismo” y que sería la base
fundamental de la hipnosis, también de la psicoterapia.
El
magnetismo animal.
Mesmer vinculó la
astrología de Paracelso (entre otros)
con los principios científicos de Newton y Descartes para defender la
idea de que hay un fluido magnético universal
que se mueve con toda rapidez, que puede actuar desde la distancia y que
se refleja y refracta como la luz, que cura
enfermedades nerviosas directamente, y también otras indirectamente.
La primera prueba real y efectiva que tuvo sucedió un día de julio de 1774,
cuando pidió a un enfermo que tomara una solución de hierro porque aportaría
magneto a su estómago y piernas, resultando que a su paciente empezaron a
desaparecerle todos los dolores que tenía mientras sentía fluir por su cuerpo
la bebida magnetizada que había tomado. Se divulgó la noticia y la fama del
médico empezó a crecer, en ella se basó para su tesis. Más adelante descubriría
que el magnetismo no solo está en la acción de los imanes (minerales) sino en
los organismos vivos, y esencialmente en el hombre, consiguiéndose
prácticamente los mismos efectos.
A
partir de ahí su sistema terapéutico fue poner las manos (“pases magnéticos”) en las partes enfermas,
trasvasando mediante la proximidad táctil y a través del “magnetismo animal” el “fluido
magnético” que se encontraba en el universo al paciente, regularizando su fluido vital. Con ello se
conseguía, a través de la imantación desde las manos y de la
concentración, que los pacientes cayeran en el sonambulismo, estado que
les hacía vaciarse de sufrimientos morales violentamente reprimidos, que a
menudo eran el origen de las enfermedades padecidas.
Su estela la siguieron
muchos médicos especializados en psiquiatría, surgiendo el tratamiento
hipnótico, que también llegó a utilizar
S. Freud, y que hoy sigue practicándose con importantes resultados para
la salud mental.
En
cuanto al poder que tiene el tocar a otro ser humano, actualmente hay estudios que indican que el desarrollo y práctica del sentido del tacto es
bueno para la salud; y ya nadie ignora lo que aportan las caricias y los
abrazos por el trasvase de energía que fluye cuando se dan.
Dijo
Stefan Zweig de Mesmer: “Es verdad que, sin saberlo él mismo, ha descubierto
algo infinitamente mejor que un nuevo camino. Como Colón, ha dado un nuevo
continente a la ciencia, con infinitos archipiélagos y tierras vírgenes que han
de tardar largo tiempo en ser explorados: la psicoterapia”
Franz
A. Mesmer es una figura sumamente peculiar en la Historia de la Medicina.
Sus nociones sobre el “magnetismo animal” y el “flujo de energías” le valieron
tanto aplausos como críticas. Sus teorías y experimentos quedan reflejados en su tesis
en latín De planetarum influxu in corpus humanum, en la cual estudiaba la influencia
de la Luna y los planetas sobre el cuerpo humano y las enfermedades, generando
una especie de astrología médica en Memoria sobre el descubrimiento del magnetismo animal (1779), entre otros textos. Esto evidencia de antemano que Mesmer no
pensaba como un médico de su época, su pensamiento intentaba traspasar los
límites de su tiempo y efectivamente así lo hizo.
© Sara Alarcón
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