sábado, 5 de marzo de 2016

RECORDANDO A MESMER

Sara Alarcón

Hasta hace poco desconocía todo de su vida y ha tenido su punto saber un poco de ella y de la repercusión  que tuvo la práctica médica que creó y que cambió la vida de muchas personas.

Franz Anton Mesmer (23 de mayo de 1734, Iznang, Suabia, Alemania—5 de marzo de 1815, Meersburg, Alemania) nació en plena época de la Ilustración y del Romanticismo alemán. Estudió Teología y Derecho, posteriormente, dando clases de Matemáticas, se pagaría los dos años que entonces duraba Medicina, doctorándose también en esta disciplina.

Contrajo matrimonio con un mujer rica,  viuda de un farmacéutico de la Corte, consiguiendo dos cosas importantes  de un tirón:  buen prestigio académico y buen nivel económico, lo que se tradujo en el disfrute de una buena vida social, que le daría todas las facilidades para dedicarse a la investigación científica y al mecenazgo musical (amigo del padre de Mozart, ofreció los jardines de su residencia para que el adolescente y ya genial compositor estrenara allí una de sus obras; llegando a apadrinar no solo a Mozart, también  a otros músicos contemporáneos como Haydn). Y es que Mesmer era un filántropo  que además, parece ser, no cobraba a quienes no podían pagar sus servicios médicos. Disfrutaba de una buena posición económica y prefería ser generoso. 


En el ejercicio de su profesión tuvo importantes éxitos,  pero la comunidad médica vienesa, que no veía con buenos ojos sus innovadoras practicas, se encargó de invalidar su polémica carrera  utilizando el caso de la cura de la ceguera de la joven pianista Maria Theresa Paradis y la relación de Mesmer con ella, para expulsarlo del país y destruir su carrera. Partió de Viena hacia París, donde  establecería su clínica por la que llegaron a pasar todo tipo de gentes incluso personalidades socialmente bien posicionadas y conocidas como La Fayette y Montesquieu. Pero en la capital francesa Mesmer también llegaría a ser rechazado, prohibiéndole desde la Facultad de Medicina sus sesiones de magnetismo. Fue tildado de simple curandero a pesar de conocer todos que era un hombre de una amplia formación académica (será J. M. Charcot, primer catedrático de neurología del mundo, quien haría que se aceptara en la Academia de las Ciencias de París, en 1881, el magnetismo, pero con el nombre   de hipnotismo). De París tuvo que salir  hacia Alemania, y hacia el silencio… pero sus conocimientos no fueron silenciados. Creó  la práctica  del “magnetismo animal” que años después otros denominarían “mesmerismo” y que sería la base fundamental de la hipnosis, también de la psicoterapia.

El magnetismo animal. 
Mesmer vinculó la astrología de Paracelso (entre otros)  con los principios científicos de Newton y Descartes para defender la idea de que hay un fluido magnético universal  que se mueve con toda rapidez, que puede actuar desde la distancia y que se refleja y refracta como la luz, que cura  enfermedades nerviosas directamente, y también otras indirectamente.

La primera prueba real y efectiva que tuvo sucedió un  día de julio de 1774, cuando pidió a un enfermo que tomara una solución de hierro porque aportaría magneto a su estómago y piernas, resultando que a su paciente empezaron a desaparecerle todos los dolores que tenía mientras sentía fluir por su cuerpo la bebida magnetizada que había tomado. Se divulgó la noticia y la fama del médico empezó a crecer, en ella se basó para su tesis. Más adelante descubriría que el magnetismo no solo está en la acción de los imanes (minerales) sino en los organismos vivos, y esencialmente en el hombre, consiguiéndose prácticamente los mismos efectos.


A partir de ahí su sistema terapéutico fue poner las manos  (“pases magnéticos”) en las partes enfermas, trasvasando mediante la proximidad táctil y a través del “magnetismo animal” el “fluido magnético” que se encontraba en el universo al paciente, regularizando su  fluido vital. Con ello se conseguía, a través de la imantación desde las manos y de la  concentración, que los pacientes cayeran en el sonambulismo, estado que les hacía vaciarse de sufrimientos morales violentamente reprimidos, que a menudo eran el origen de las enfermedades padecidas. 

Su estela la siguieron muchos médicos especializados en psiquiatría, surgiendo el tratamiento hipnótico, que también llegó a utilizar  S. Freud, y que hoy sigue practicándose con importantes resultados para la salud mental.
En cuanto al poder que tiene el tocar a otro ser humano, actualmente hay estudios  que indican que el desarrollo y práctica del sentido del tacto es bueno para la salud; y ya nadie ignora lo que aportan las caricias y los abrazos por el trasvase de energía que fluye cuando se dan.

Dijo Stefan Zweig de Mesmer: “Es verdad que, sin saberlo él mismo, ha descubierto algo infinitamente mejor que un nuevo camino. Como Colón, ha dado un nuevo continente a la ciencia, con infinitos archipiélagos y tierras vírgenes que han de tardar largo tiempo en ser explorados: la psicoterapia”

Franz A. Mesmer es una figura sumamente peculiar en la Historia de la Medicina. Sus nociones sobre el “magnetismo animal” y el “flujo de energías” le valieron tanto aplausos como críticas. Sus teorías y experimentos quedan reflejados  en su tesis en latín De planetarum influxu in corpus humanum, en la cual estudiaba la influencia de la Luna y los planetas sobre el cuerpo humano y las enfermedades, generando una especie de astrología médica en Memoria sobre el descubrimiento del magnetismo animal (1779)entre otros textos. Esto evidencia de antemano que Mesmer no pensaba como un médico de su época, su pensamiento intentaba traspasar los límites de su tiempo y efectivamente así lo hizo.  

 © Sara Alarcón

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