Jesús A. Salmerón Giménez
Yo
doy todos mis versos por un hombre en paz.
Blas
de Otero
No todo se ha
perdido;
vienen
a mi memoria
siempre tus palabras
—claras, afines,
sonoras—
trayéndola,
llevándola.
Ángel
González
Han pasado cien años (15 de marzo de 1916-29 de junio de 1979), del nacimiento -en
Bilbao, ¡Cuánto Bilbao en la memoria!- del poeta Blas de Otero, uno de nuestros
más queridos líricos y quizás también de los más olvidados. Sin embargo, en
estos tiempos convulsos -en una sociedad que vive procesos de regresión en
materia de derechos humanos, de protección social, de servicios públicos...-,
necesitamos reivindicar al poeta implicado en esas preocupaciones, al poeta que
estuvo ahí en los tiempos más duros, en la edad de hierro, en los días de
plomo..., Necesitamos reivindicar su figura más que nunca: Blas de Otero, uno de los más grandes poetas en español del
siglo XX, el que pidió dos cosas
esenciales para el hombre, y que ha acabado siendo la divisa de su obra
poética: la paz y la palabra. Como escribió Umbral: «Porque tú has conseguido
meter a todo el pueblo en un endecasílabo y meter en un puño a los de siempre».
El
lenguaje de Blas de Otero, sencillo, claro, conmovedor, sostiene una poesía
lúcida y profunda, que obra el milagro de convertir el relato lírico y
desgarrado de sus recuerdos en nuestra memoria, fundiendo literatura y vida
(“yo quiero averiguar cómo se salva la distancia entre la vida y los libros”) y
lograr que los paisajes de la patria
(¡pura y terrible!) se queden tatuados en la mente del lector: sus
versos (broncos, sonoros, auténticos) atraviesan (y conturban) de costa a costa
-desde el Atlántico al Mediterráneo- las venas abiertas de España.
En aquel tiempo de silencio, no calló
(¿Quién puede hacer callar a un poeta?): alzó la voz que había perdido en la
maleza y logró con su palabra el prodigio anhelado de "parar a un hombre en medio de la calle",
de habitar en el corazón del pueblo y hacerlo andar al ritmo poderoso e
implacable de sus versos, de alentarlo en su lucha diaria, en la defensa de su
dignidad, su libertad, su vida.
La
palabra de Blas de Otero está tan viva como siempre y, a través de poemas
impresionantes, permanece e ilumina (¡fieramente humana!) nuestra memoria, el
transfondo poético, político y sentimental de la vida, nuestra vida.
A la inmensa mayoría
Aquí tenéis, en
canto y alma, al hombre
aquel que amó,
vivió, murió por dentro
y un buen día bajó
a la calle: entonces
comprendió: y
rompió todos su versos.
Así es, así fue.
Salió una noche
echando espuma por
los ojos, ebrio
de amor, huyendo
sin saber adónde:
a donde el aire no
apestase a muerto.
Tiendas de paz,
brizados pabellones,
eran sus brazos,
como llama al viento;
olas de sangre
contra el pecho, enormes
olas de odio, ved,
por todo el cuerpo.
¡Aquí! ¡Llegad!
¡Ay! Ángeles atroces
en vuelo horizontal
cruzan el cielo;
horribles peces de
metal recorren
las espaldas del
mar, de puerto a puerto.
Yo doy todos mis
versos por un hombre
en paz. Aquí
tenéis, en carne y hueso,
mi última voluntad.
Bilbao, a once
de abril, cincuenta
y uno.
Blas
de Otero
© Jesús A. Salmerón Giménez
No hay comentarios:
Publicar un comentario