sábado, 26 de marzo de 2016

LA AUTOBIOGRAFÍA COMO UNA DE LAS BELLAS ARTES


   Jesús A. Salmerón Giménez

                                 Meditación del autobiógrafo
¿Con cuál ficción me quedo para no ver lo que soy?
¿Qué otra mentira invento para justificar mi vacío?

No importan los testigos ni sus reproches:
La falsificación de mi pasado
me saldrá tan absurda que acabaré por creérmela.
                                               José Emilio Pacheco


Ilustración:   fariedesign.tumblr    Pinterest
A pesar del escepticismo de estos versos memorables del gran José Emilio Pacheco, la autobiografía es un género que frecuento a menudo, con fruición, sobre todo si son autores a los que previamente profeso una ferviente admiración, pero también cuando son personas humildes que han vivido hechos extraordinarios (como esa maravilla que es Historia verdadera de la conquista de la nueva España, escrita por el soldado Bernal Díaz del Castillo). En este género magnífico (o deleznable, según el autor, o según lo que nos cuenta) he leído algunos de los libros que más me han fascinado en mi vida. En mi juventud quedé impactado con ese libro inclasificable que es Las Confesiones, de ese hombre lleno de contradicciones que fue Jean-Jacques Rosseau; o el Tiempo amarillo (en honor a un verso de Miguel Hernández) del gran Fernando Fernán Gómez; o Mi último suspiro, las memorias del genial Luis Buñuel

Viene todo esto a cuento porque en las últimas semanas he leído las autobiografías de dos hombres extraordinarios, dos corrientes profundas –poderosas, cada una a su manera  de la literatura, de cuyo impacto todavía me estoy recuperando, y de las que dejo aquí (liviana) memoria:

James Salter (Nueva York, 10 de junio de 1925- Nueva York, 19 de junio de 2015) nos emociona desde una narración sigilosa, átona, casi distante, que despega suavemente y, sin previo aviso, alcanza el vuelo majestuoso de su prosa: se sublima y convierte en un bisturí afilado, preciso, destinado a desvelar su propia alma "hasta los extremos más delicados del pudor".
Como si sobrevolara por encima de ella, nos cuenta una vida pletórica de glamur y talento: militar en West Point, piloto de aviones de caza, viaja por todo el mundo, se acuesta con mujeres hermosas e interesantes, conoce a los tipos más duros, se bebe todo el whisky de USA y los viñedos de su amada Francia. Conoció a William Faulkner, Jack Keruoac, el general McArthur, Saint Exupéry, Bernard Shaw o Robert Redford... Pero también da voz y rememora –“tener memoria sólo de uno mismo es como venerar una mota de polvo”, nos dice a multitud de héroes y perdedores anónimos.
Como en sus maravillosos relatos, su prosa sobria, elegante, adictiva, teñida siempre de negra melancolía por un tiempo y unos hombres legendarios que han desaparecido para siempre, nos deja sin aliento hasta las últimas, luminosas líneas:
"El año termina, arriba las estrellas frías. La rodeo con el brazo. Un sentimiento de valor. Un gran deseo de seguir viviendo".


Per Olov Enquist (Hjoggböle, Skellefteå, 23 de septiembre de 1934)
"Digámoslo a lo grande: aunque en 2015 solo se hubiera publicado 'Otra vida', el año sería uno de los mejores de los últimos tiempos".
                                                                                     Javier Rodríguez Marcos 

Escritas en tercera persona, las memorias del novelista y dramaturgo sueco Per Olov Enquist te atrapan en su tremenda vida desde la primera línea. Es la historia más conmovedora que he leído en muchos años: una infancia de huérfano en una remota aldea sueca, educado por una madre pietista, obsesionada con la religión; en su juventud, fue deportista de élite, con casi dos metros de altura; periodista deportivo y autor teatral de renombre mundial (su obra La noche de las tríbadas se representó en Brooklin: la narración de su estreno –y fracaso- es memorable); trabajó en el cine con Bergman; fue comunista y alcohólico profundo (de los abismos del alcohol sólo logró salir con la escritura de esa obra memorable de la resurrección que es La biblioteca del capitán Nemo, que le regaló Otra vida, felizmente para él y para nosotros, sus lectores).
La autenticidad y talento de Per Olov Enquist nos deja perplejos. Un retrato de segunda mitad del siglo XX desde una óptica inaudita (las magistrales páginas dedicadas al mundo desde Nueva York a Berlín --Enquist vivió en Berlín la tensión de la Guerra Fría, en California las protestas contra Vietnam, y en Múnich el asesinato de los atletas israelíes durante los Juegos Olímpicos de 1972 --, están escritas con una sinceridad que nos deja confusos, desconcertados, no estamos preparados para ese aluvión de crudeza y autenticidad): la de un hombre nacido en septiembre de 1934 en Hjoggböle, una aldea a mil kilómetros al norte de la capital sueca, cuyas grandes influencias han sido Carlos Marx y su madre:
 "Hubo quien dijo que era valiente, pero solo estaba siguiendo el consejo de mi madre: ‘Si dices la verdad, Jesucristo te perdonará’. Dije la verdad y no sé si Jesucristo me perdonó, pero mucha gente me comprendió”.

 La deslumbrante inteligencia de estos autores, su honestidad, reluctantes a cualquier forma de vanidad o cinismo; su genuina generosidad, la agudeza y autenticidad de sus observaciones y retratos nos atrapan sin remisión: compartimos aprendizajes, reflexiones y experiencias sobre el oficio de vivir: “el más fascinante de los relatos, al que volvemos una y otra vez, en todos y cada uno de los libros”.

© Jesús A. Salmerón Giménez


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