martes, 29 de marzo de 2016

EL QUINTO CAMINO, DE JESÚS CÁNOVAS MARTÍNEZ


                                                                                                         Rosa Campos Gómez


La novela de Jesús Cánovas Martínez, El Quinto camino (Tres Fronteras, 2016), toma cuerpo en un libro que se inicia con dos citas que nos permiten otear el contenido que entraña en sus trece capítulos.  El primero, rezumando poesía en su título (`Las cornisas del aire´), abre la historia con la voz femenina del personaje protagonista: «Salgo y cruzo la calle. Es bueno pasear bajo este sol de primavera que alegra la mañana de azul, los edificios, los árboles, las cosas todas hacia donde miro. Las misma caras transeúntes parecen iluminadas por un halo de no sé qué belleza», así habla ella,  una mujer de mediana edad, con una hija  pequeña, y con una depresión de la que está saliendo; que ha experimentado una serie de vivencias que nos va contando en un flashbacks que nos despliega parte de su niñez, para pasar a centrase en los tiempos de su relación de pareja (noviazgo y matrimonio) con el hombre que la introdujo en el conocimiento de un religioso y esotérico camino.
Es  un lenguaje que combina expresiones sencillas y actuales con otras más filosóficas y complejas, que en ocasiones nos retrotrae un tiempo medieval, de caballerías, y con una concepción religiosa, de cariz puritano en un principio –hasta un inesperado giro narrativo que se vuelca en una sexualidad que no sospechábamos–,  que ahonda en las impresiones y heridas que el miedo a la muerte y el amor van dejando en ella.

Eros y Tánatos serán las dos pulsiones (enfrentadas) de las que se vale, como eje principal, J. Cánovas Martínez para argumentarnos el contenido  de este camino, el quinto, al que se llega tras superar las fases de los cuatro anteriores, y que conducirá, en una ascensión transformadora, a la unicidad divina de  la pareja; aunque será una búsqueda que desembocará a una vía en la que no se abrirán las puertas esperadas,  serán otras las que se abran, más a ras de suelo y cotidianas, como las que conlleva el vivir de una persona de fe confesa, como es ella,  a la que se asirá para salir del abismo, para sentirse viva y ser («soy», como contrapeso al no ser que entraña la muerte, será el verbo reiterado que remarque la protagonista), para seguir existiendo más allá de la muerte.

 De la mano de la literatura descrita en esta novela que nos ocupa, conocemos más de cerca las inquietudes de una mujer creyente,  los símbolos y rituales de su praxis religiosa, y una particular  vinculación con el esoterismo, a través de Mouravieff, filósofo y escritor ruso (se cita también  a  Gurdjíeff, Ouspensky, Ichazo y Bennett   como «gente estrafalaria y decididamente encantadora» pero con planteamientos que se contradicen con el sentido común); andamos por el paisaje urbano de la ciudad de Murcia recorriendo calles como Maestro Alonso, Platería, Mariano Vergara…,  plazas como la de Santo Domingo, de la Cruz,  Santa Eulalia… ,  avenidas como la Fama,  el   centro comercial Las Atalayas, entramos en  la Catedral,  y viajamos al monasterio de Santa Ana de Jumilla;  hallamos un humor picarón con el que relata la escena en que su madre le cuenta las especulaciones que llevan a cabo amigas con hijas casaderas como ella, en la que se muestra el juego de las apariencias que puede llegar a «nutrir» las vidas de la clase media alta en la que se mueven, y de los que la protagonista se irá alejando; nos acercaremos al morir de gente a la que se quiere especialmente y al amor desde variadas vertientes.


 Jesús Cánovas Martínez, en El Quinto camino,  nos propone entrar en el mundo de una mujer con unas determinadas características y en un determinado contexto y, a través de ella, en el del hombre al que quiso y quiere a pesar de la gran fisura existente, y lo hace desde una concepción filosófica  propia, en la que la búsqueda del amor está presente como núcleo  hacia el que se quiere llegar para permanecer, relegando a la muerte  a un plano de inferior jerarquía: «No puede ser que el amor vivido alguna vez por un ser humano pueda desaparecer con él (…) el amor niega a la muerte (…) un ser, por el amor, salva a otro ser». Amor al que  llega por caminos  con tramos escarpados, no fáciles, que desde lo onírico también transita: «Dejé de soñar con cuchillos pero seguí subiendo y bajando montes por las noches»), en los que va aprendiendo de una vida en la que no  ha vivido todo lo deseado (soñé de adolescente en huir de la casa de mis padres, pero no huí de su casa; soñé con extraños y caprichosos viajes (a Venecia o Katmandú, o a Los Ángeles, California), pero no recorrí el mundo»),  y sí recogido las sombras y las luces, desde las que sondear por  sí misma su particular quinto camino.

Es una novela que nos invita a recorrer todo ese mundo aquí apenas esbozado,  en la que nos encontraremos  poesía en la sonora y rica prosa, tanto en emociones en las que acampa la tristeza: «desaparecieron la gracia y la armonía de la música para ser sustituidas por ruidos (…) los colores, por otro lado, eran tristes y apagados, casi no existían; me vi inmersa en un mundo de grises.», como en las que se esparce la alegría: «Las estaciones se suceden , traen y se llevan, cada una, su belleza (…) El verano se desliza entre música y cigarras, y nos parece todo joven y fiesta, alegría, y la alegría restalla  como el mar en las playas, y suenan las arenas» o el sentido de la vida en una compañía que no caduca, cuando se ha dado y recibido: «Yo no estoy sola porque he amado, he amado y he sido amada.»


© Rosa Campos Gómez



2 comentarios:

  1. Muchísimas gracias, Rosa, por esta preciosidad de Reseña que con tu permiso comparto. Un abrazo grande.

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  2. Gracias por tus palabras, Jesús, y por El Quinto camino. Te deseo mucho éxito con él. Un abrazo grande.

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