lunes, 22 de febrero de 2016

IN MEMORIAM: “ ESTOS DÍAS AZULES, Y ESTE SOL DE LA INFANCIA”

 Jesús A. Salmerón Giménez

Antonio Machado (Sevilla, 26 de julio de 1875 - Colliure, 22 de febrero de 1939) 

La fatalidad del destino le llevó, en aquellos últimos días de la vida del poeta Antonio Machado, a morir en el exilio y a convertirse en símbolo de aquella terrible diáspora española. En Collioure, aquel hombre esencialmente bueno y extraordinario poeta, fue acogido por la gente sencilla con una conmovedora generosidad y calidad humana (¡qué lejos de la deplorable actitud de los dirigentes franceses de aquella época, que nada hicieron para ayudar al gobierno legítimo de la República española!). Su hermano José sería el mejor cronista de aquellos último días, “Él desveló su último verso —escrito a lápiz en papel arrugado: “Estos días azules y este sol de la infancia…”—, su último deseo (“Me dijo señalando a una de las humildes casitas de los pescadores que había en la playa: Quien pudiera vivir tras una de esas ventanas, libre ya, de toda preocupación”) y acaso su última voluntad: ser enterrado en aquel pueblo marinero mientras continuase la guerra”. Setenta y siete  años después de su muerte  el inmenso poeta está más vivo que nunca y nos dejó mucho para celebrar: un espejo de los españoles íntegros, un ejemplo humano (y político) imborrable, y un modelo literario (“que nos enseña que el mejor modo de ser profundos es ser comprensiblesPrados), sin el que no se entendería la lírica contemporánea y, lo más importante, unos libros que se leen con perdurable emoción.

Como modesto homenaje, dejo aquí un florilegio en el que algunos poetas expresan líricamente los sentimientos que les inspiró la muerte del poeta exiliado.


CAMPOSANTO EN COLLIOURE
Ángel González

Aquí paz,
y después gloria.

Aquí,
a orillas de Francia,
en donde Cataluña no muere todavía
y prolonga en carteles de «Toros à Ceret»
y de «Flamenco's Show»
esa curiosa España de las ganaderías
de reses bravas y de juergas sórdidas,
reposa un español bajo una losa:
paz
y después gloria.

Dramático destino,
triste suerte
morir aquí
—paz
y después...—
perdido,
abandonado
y liberado a un tiempo
(ya sin tiempo)
de una patria sombría e inclemente.
Sí; después gloria.
Al final del verano,
por las proximidades
pasan trenes nocturnos, subrepticios,
rebosantes de humana mercancía:
manos de obra barata, ejército
vencido por el hambre
—paz...—,
otra vez desbandada de españoles
cruzando la frontera, derrotados
—...sin gloria.

Se paga con la muerte
o con la vida,
pero se paga siempre una derrota.

¿Qué precio es el peor?
Me lo pregunto
y no sé qué pensar
ante esta tumba,
ante esta paz
—«Casino
de Canet: spanish gipsy dancers»,
rumor de trenes, hojas...—,
ante la gloria ésta
—...de reseco laurel—
que yace aquí, abatida
bajo el ciprés erguido,
igual que una bandera al pie de un mástil.

Quisiera,
a veces,
que borrase el tiempo
los nombres y los hechos de esta historia
como borrará un día mis palabras
que la repiten siempre tercas, roncas.



ONDAS DE RADIO (fragmento)
Raymond Carver

Entonces, Machado, ¡su poesía!
Era como un hombrecillo mayor que se vuelve
a enamorar. Una cosa digna de observar,
y embarazoso, además.
Y llevo tu libro a la cama conmigo
y me duermo con él a mano. Un tren pasó
en mis sueños una noche y me despertó.
Y lo primero que pensé, el corazón acelerado
allí en el dormitorio a oscuras, fue esto:
Todo es perfecto, Machado está aquí.
Entonces me volví a dormir.
Hoy llevé tu libro conmigo cuando salí
a dar mi paseo. «¡Presta atención!» -decías,
cuando alguien preguntó qué hacer con su vida.
Conque miré alrededor y tomé nota de todo.
Luego me senté al sol, en mi sitio
de junto al río desde donde puedo ver las montafias.
Y cerré los ojos y escuché el sonido
del agua. Luego los abrí y me puse a leer
«Abel Martín».
Esta mañana pensé mucho en ti, Machado.
Y espero, incluso cara a lo que sé de la muerte,
que recibirás el mensaje que pretendo enviarte.
Pero está bien aunque tú no lo recibas. Que duermas bien.
Descansa. Antes o después espero que nos veamos.
Y entonces yo podré decirte estas cosas directamente.


EL “WINNIPEG” Y OTROS POEMAS
Pablo Neruda

La guerra civil –e incivil- de España agonizaba en esta forma: con gentes semiprisioneras, acumuladas por aquí y allá, metidas en fortalezas, hacinadas durmiendo en el suelo sobre la arena. El éxodo rompió el corazón del máximo poeta don Antonio Machado. Apenas cruzó la frontera se terminó su vida. Todavía con restos de sus uniformes, soldados de la República llevaron su ataúd al cementerio de Colliure. Allí sigue enterrado aquel andaluz que cantó como nadie los campos de Castilla.


COLLIURE, FEBRERO
Francisco Giner de los Ríos

Detrás del Canigou de azul y nieve
me llamaban los cerros españoles
y yo soñaba aviones en Toulouse
o barcos por las costas de Levante
que llevasen a tierras de Castilla.

Pesaban la amargura y la derrota,
las horas del Perthus y la frontera,
pero aún no era desierto aquel desierto
de Vernet con sus prados y pinares,
sino tregua en la lucha no acabada.

Y de repente una mañana supe
-y su luz toda se nubló en los ojos-
que en Colliure, frente al mar, en el silencio,
se apagaba la sien de don Antonio
y el corazón de España se callaba.



AGONIA D’ANTONIO MACHADO
Salvador Espriu

Arran de l’amplitud vinc a morir,
en un tranquil rompent del mar antic.

Arribo de la por d’enllà dels cims,
d’on gossos folls rabent baven la nit.

S’emmirallaven alts cels cristal.lins
en el nascut a la vora d’un riu.

A frec d’un altre t’atures, respir,
just quan et pensen somnis massa prims.

Els teus cabells no semblaven de lli,
però ferien, amor, de tan fins.

Aviat ventres tous quedaven tips
de les engrunes de magres bocins.

Rengleres d’àlbers m’obren llarg camí,
em vaig perdent atret per llunyans brills.

Ocell d’abismes, fuig del vesc de nius,
de la foscor d’olives i raïms.

Jo, l’home bo, senzill, contemplatiu,
enmig de gent somric amb ulls petits.

Em llencen, en captar, paraules vils:
les torno d’or, cançons d’un poble trist.

Després de tant esforç, què vols de mi?
Sóc dalt del bot sense rems ni proís.

Anem-nos-en avui ones endins,
alliberats de carn i d’esperit.

No triguis, mare. Solcarem perill,

veurem el llot de l’ànima, la fi.


 © Jesús A. Salmerón Giménez

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