Rosa Campos Gómez
Miguel
de Cervantes escribió sobre esa descomunal clase de enamoramiento, y como ser clásico consiste en seguir de moda
por los siglos de los siglos, esa es la razón primigenia por la que está (o
debería estar) de plena actualidad, ya que tal y como vemos el mundo, se
necesita amor, gente enamorada que salga a las calles para conseguir un mundo
mejor y entregarse, tras ser artífice de la justicia, al ser
amado.
Alonso
Quijano, ya cincuentón (persona que, por aquel entonces, se consideraba mayor y para escasas empresas), se “reinventó” en Quijote, dejando así constancia de la avanzada modernidad de
su creador; y quiso convertirse en
caballero andante con deseos de
establecer un bien social, echándose a los caminos con una intención suprema:
proteger a los débiles y destruir el mal para hacerse merecedor del amor de
Dulcinea del Toboso. ¡Ay, si algunos
políticos (y afines en gestión de mando)
se apuntaran esta receta y se enamoraran en realidad como es en la ficción!
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Como saludable y ambicioso proyecto de un Cervantes enamorado, veo ese querer luchar por lo mejor para que
otra persona vea lo mejor de uno mismo, ubicándolo en la excelencia del sentimiento, de la
pasión… Aldonza Lorenzo, antes de ser
vista por Alonso Quijano y Sancho Panza, fue mirada, deseada y amada por él
(imagino), hasta el punto de recrearla (completándola) en Dulcinea,
erigiéndola desde su mejor yo, ése tan
íntimo al que sólo saben dar pábulo quienes de verdad aman; también lo hará Pedro Salinas (1891-1951) poniéndole voz escrita: «…es que quiero sacar / de ti tu mejor tú./ Ese que no te viste y que yo
veo, / nadador por tu fondo, preciosísimo»,
porque Dulcinea está en el fondo preciosísimo de Aldonza, cubierta con
la carnalidad y vitalidad que emana de la mujer que se va haciendo a sí misma, que sabe del valor de las cosas pequeñas y las disfruta, que se va puliendo
hasta alcanzar el «nuevo linaje» (su propia forja) en el que todos los
refinamientos insulsos de un rancio abolengo le restarían identidad; la
imagina con toda la dulzura (que se haya
en ambos nombres, uniéndolos en significado) que precisa el amor.
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Don Quijote le escribe
una carta a pesar de que conoce que ella no sabe leer ni escribir, dando de
nuevo nuestro autor una zancada de gigante, situando a la amada
de su caballero en la realidad, ya que la mujer no tenía acceso a estos necesarios conocimientos
(que serán menos cuanto más se pertenezca a la base de la pirámide del estrato
social), y aún así es única, “sin par”,
augurándole un futuro mejor diseñado en ese flamante linaje que le
vislumbra, sintiéndola digna de las altas palabras de amor que le escribe desde la montaña, como símbolo de la altura y
fuerza del sentimiento (quien ama, crece por dentro):
CARTA DE DON QUIJOTE A DULCINEA
DEL TOBOSO (1)
Soberana
y alta señora:
El
ferido de punta de ausencia y el llagado de las telas del corazón, dulcísima
Dulcinea del Toboso, te envía la salud que él no tiene. Si tu fermosura me
desprecia, si tu valor no es en mi pro, si tus desdenes son en mi afincamiento,
maguer que yo sea asaz de sufrido, mal podré sostenerme en esta cuita, que,
además de ser fuerte, es muy duradera. Mi buen escudero Sancho te dará entera
relación, ¡oh bella ingrata, amada enemiga mía!, del modo que por tu causa
quedo: si gustares de acorrerme, tuyo soy; y si no, haz lo que te viniere en
gusto, que con acabar mi vida habré satisfecho a tu crueldad y a mi deseo. Tuyo
hasta la muerte,
El
Caballero de la Triste Figura
(1) no es en mi pro: ‘no
está a mi favor’; afincamiento: ‘humillación’; maguer que: ‘aunque’; asaz de
sufrido: ‘muy capaz de sufrir’; acorrerme: ‘socorrerme’.
Las
mujeres, como los hombres, leen y escriben (un placer para Cervantes si lo viera) palabras de amor que parecen responder a don Quijote en
estos cuatrocientos años. Podríamos citar miles de los escritos por ellas, pero, por hoy y aquí, estos versos, escritos por Anabel Caride, en el poemario Lloverá sobre tu nombre, bien pueden representar este hacer poético femenino:
Nunca
comprenderás cuánto te extraño
al
tomarme un café, mudo testigo,
cuando
suena la música que acaso
preservé
del olvido.
Cuando
vuelve el invierno a visitarme,
tu
paisaje resuena en mis oídos,
cordilleras
nevadas, miel caliente
que
viene a derretirse con tus mimos.
Nunca
comprenderás que son mis manos
el
lenguaje que un día me inventé
para
palpar la piel que me regalas
como
un atardecer.
Tal vez esta oquedad que
nos separa
no sepa de fronteras:
solo sé que te miro y
calla el tiempo,
que el mundo se detiene y
nos espera.
ÍNSULA BARATARIA
Cuando
encuentres el área del triangulo,
ven
a verme a mi ínsula.
No
precisa tarjeta de invitado
quien
late en sus arterias;
llegaste
como llegan los afluentes
que
acaban en el mar sin pretenderlo.
Mis
orillas aguardan con nostalgia
que
olvides despedirte.
Que amemos con amor del que lo impregna todo. La ficción literaria también es maestra. Que sea hoy y que reincida, como un pan nuestro de cada día.
Imágenes:
1. Marc Chagall. El cumpleaños (1915).
2.Charles Robert Leslie. Dulcinea del Toboso (1839).
3.Marc Chagall. Los enamorados de Vence (1957).
Que amemos con amor del que lo impregna todo. La ficción literaria también es maestra. Que sea hoy y que reincida, como un pan nuestro de cada día.
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Imágenes:
1. Marc Chagall. El cumpleaños (1915).
2.Charles Robert Leslie. Dulcinea del Toboso (1839).
3.Marc Chagall. Los enamorados de Vence (1957).
© Rosa Campos Gómez
Lo de la carta de Don Quijote a Dulcinea es lo mismo que ocurre con un amante que expresa a la amada todo lo que siente y ella hace oídos sordos o lo desprecia, que Cervantes lo expresa de ese modo. Es lo mismo que no atreverse a decir lo que se siente, y lo dice en conciencia, solamente a sabiendas que la destinataria no lo entenderá, ni podrá obtener respuesta de ella. De ahí el tono de amargura que hay en la carta. Interesante tema, como todos los temas sicológicos que toca Cervantes.
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ResponderEliminarInteresante punto de vista , Pedro Diego, el que expones. En la relación que se daba en las novelas de caballería, entre caballero y dama tenía que haber alguna causa de prohibición que ponía obstáculos al amor entre ambos. Es posible que Cervantes pusiera en el pensar de Don Quijote ese obstáculo a través de esa ausencia (que describe con tan bella metáfora) y esa falta de atención por parte de Dulcinea hacia nuestro caballero andante, causa que, a pesar de todo, no le impide amarla, que es lo máximo a lo que se puede aspirar en ese mundo de emociones. Algo sobre esto quise ponerlo por escrito en la entrada antes de publicarla pero el andar en ese momento justa de tiempo me lo impidió. Lo cierto es que con la relectura del Quijote, percibo enfoques distintos a los de la lectura anterior, y a la vez me sigue asombrando esa capacidad de escribir una historia de amor y de humor, creo que a partes iguales, con lo que la tristeza, al único sitio que conduce es a la ternura.
Es un buena invitación a entrar en la sicología de Cervantes, como bien dices.
Muchas gracias por tu sugerente comentario, que ha dado pie a este diálogo sobre el autor que tanto admiramos.
Muchas gracias, Rosa Campos. Acabo de encontrarlo por casualidad. Un honor contestarle a don Quijote desde mi pequeña parcelita de poeta de nuestros días. Quien lo hubiera imaginado cuando los escribí.
EliminarQuién (qué teclado más comprometido).
EliminarAnabel Caride, fue un placer conocer tu poesía -por la que te doy la enhorabuena- y poder compartirla vinculándola a este texto sobre nuestro legendario y entrañable don Quijote. Me alegra que lo hayas encontrado. Muchas gracias por tus poemas, y por el comentario.
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