miércoles, 10 de febrero de 2016

APUNTES CERVANTINOS PARA UNA NUEVA ETAPA DE NOTAS

                                                                             Jesús A. Salmerón Giménez

“(…) lo que está ocurriendo respecto al retraso de la conmemoración, me parece normal: un ejemplo del desprecio que las élites de su tiempo sintieron por Cervantes y más concretamente por el Quijote. Esto me ha resuelto una duda. Me había preguntado muchas veces si los españoles nos merecíamos a Cervantes. Ahora ya sé que no. Es más: que los ingleses se queden a Cervantes; lo tratarán mejor. Lo prefiero. Fueron ellos antes que nadie quienes pusieron en valor el Quijote y lo utilizaron como referencia de lo que consideraron la primera novela moderna”. 
                                                                         Javier Cercas
                                                                                    

Desde luego, el aura de desgraciado que arrastra Miguel de Cervantes desde el Siglo de Oro (¿o del Lloro?) no anima mucho a la hora de celebrar los fastos del cuarto centenario de su muerte. El alcalaíno -hoy- universal perdió todas la batallas (para una que ganó, se le quedó inutilizada de por vida la mano izquierda) y habitó en todas las cárceles. En sus últimos años acabó como había vivido: pobre y anacrónico (cuando en 1615, unos caballeros franceses preguntaron por el famoso autor de La Galatea, contesta el interpelado – Márquez Torres-: “Halléme obligado a decir que era viejo, soldado, hidalgo y pobre”).

Cómo será la cosa que hasta el ínclito Unamuno le discute la autoría del ´Quijote´, pues cómo podía aquel desdichado, que terminó sus días trabajando de ayudante de garitero (portaba la palmatoria en las timbas de cartas), haber escrito la mejor novela de la historia: «Dios no mandó a Cervantes al mundo más que para que escribiese el Quijote, y me parece que hubiera sido una ventaja el que no conociéramos siquiera el nombre del autor».

Y en este estado de cosas, siendo don Miguel de Unamuno un sabio (un sabio un tanto envidioso, todo hay que decirlo, que, secretamente, como Pierre Menard, anhelaba ser el autor del Quijote), cómo nuestro Gobierno (en funciones), que desprecia cuanto ignora, como ha demostrado con políticas hostiles a la cultura y la educación (pues no podemos olvidar que sólo una educación de calidad procurará que permanezca vivo el autor del Quijote y su obra), va a pensar y organizar, ¡y mucho menos planificar con antelación!, la conmemoración de los cuatrocientos años de la muerte del más alto escritor que vieron los siglos pasados, presentes y verán los venideros.

Pero no despejemos balones, y siempre en la misma dirección, amigos, que no sólo de políticos vive la corrupción y la desidia cultural de este país: como en todo, el origen de nuestros males patrios se encuentra también en una sociedad civil apática y desmovilizada, que practica una cultura ágrafa, más propensa al jolgorio y a la “escapada” que a la lectura y el estudio, como no se cansan de reflejar las contumaces y demoledoras estadísticas del CIS: el 35% de los encuestados no lee “casi nunca” o directamente “nunca”; cada español lee una media de 10 libros al año (en Finlandia son 47). En cuanto a la lectura específica de “El Quijote”,  en el barómetro de junio de 2015, una quinta parte de la población afirma que lo ha leído completo, y de éstos más de la mitad “por motivos de estudio”,  sólo un 16% contesta acertadamente cuando le preguntan por el nombre real de Don Quijote (Alonso Quijano) y no llegan al 20 % los que conocen a un personaje del libro que no sea el propio Don Quijote o su escudero Sancho o el caballo Rocinante!!

En España, parafraseando a Cela, se puede afirmar que se lee mucho, pero somos siempre los mismos.  Ellos se lo pierden, pues leer por primera vez El Quijote -de joven o a una edad madura- es un placer extraordinario (¡y releído se disfruta mucho más!). ¿O tan embrutecidos estamos en este país que desdeñamos la profunda emoción estética y afectiva que nos produce siempre la lectura de la sugestiva, musical, poética prosa del gran Cervantes?

Paciencia y barajar, amigos y amigas, frase que pone Cervantes en boca de Durandarte en la apócrifa aventura de la cueva de Montesinos: “Y cuando así no sea —respondió el lastimado Durandarte con voz desmayada y baja—, cuando así no sea, ¡oh, primo!, digo paciencia y barajar”, y que he escogido como nombre para agrupar mis colaboraciones en esta nueva aventura de Notas (¡¡esperemos que sea tan afortunada como la memorable segunda parte de Don Quijote!!), pues, creo, es una máxima  pintiparada para estos tiempos convulsos, en los que se necesita tener paciencia para arrostrar las adversidades, entre tanta vocinglería inútil y desinformada, y al mismo tiempo requiere seguir trabajando, arrimando el hombro, para echar aunque sea un palito en la gran hoguera de la regeneración que precisa este país.

 © Jesús A. Salmerón Giménez


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