domingo, 8 de noviembre de 2015

ESTA LIBRERÍA ESTÁ ENCANTADA


                                                                          Jesús A. Salmerón Giménez


Esta librería está encantada
por los espectros de tanta gran literatura
como hay en cada metro de estantería.
No vendemos baratijas, aquí somos sinceros.
Amantes de los libros: seréis bienvenidos
y ningún dependiente os hablará al oído.
¡Fumad cuanto queráis, pero usad el cenicero!
Busque, amigo, busque cuanto guste,
pues bien claros están los precios.
Y si quiere preguntar algo, hallará al dueño donde
el humo del tabaco se torne más espeso.
Compramos libros en efectivo.
Tenemos eso que usted busca,
aunque usted no sepa aún cuánto lo necesita.
La malnutrición del órgano lector es una enfermedad seria.
Permítanos prescribirle un remedio.
R. & H. MIFFLIN,
propietarios.
***
Después de haber leído hace unos meses (aún con el regocijo y la gratitud intactos en el recuerdo) La librería ambulante, me dispongo a leer la continuación de aquella delicia, debida también a la máquina de escribir de Christopher Morley. La primera fue publicada en 1917 y la segunda en 1919 (en los años de plomo  de la Primera Guerra Mundial, que pesan en la novela: «una causa realmente buena no debería exigir el sacrificio de millones de vidas inocentes»).

Y voy pasando las páginas de este prodigio de libro que ama los libros, que destila una inteligente y sensible continua incitación a la lectura: «mi librería es encantada por los fantasmas de los libros que no he leído...y solo hay una forma para poner a descansar a esos fantasmas de los libros: leyéndolos».

Las aventuras de Helen y Roger en La librería ambulante, road movie en la que los protagonistas viajan en el carromato «El Parnaso» (¡eso si que es una segunda residencia…con ruedas!) rebosante de libros, vendiéndolos por la campiña del suroeste norteamericano, en esta segunda entrega regentan la librería encantada, un «Parnaso en casa», situada en Brooklyn, con una actitud ética a prueba de libros: «Mi negocio, como puede ver, es muy distinto de la mayoría. Sólo vendo libros de segunda mano. Sólo compro libros que considero que tienen una razón honesta para existir. Mientras el juicio humano sea capaz de discernir, intentaré mantener mis estanterías libres de basura. Un médico nunca comerciaría con remedios de curandero. Yo no comercio con libros de charlatanes».

En esta ocasión además gravita poderosamente la Gran Guerra sobre la historia: Morley introduce en el argumento elementos de novela de espionaje en torno a la desaparición de uno de los libros de la librería, Cartas y discursos de Cronwell de Carlyle...


Y de nuevo caigo en el campo magnético de esos seres maravillosos que son Roger y Hellen: y de repente, el encanto, y ,aunque ya no estoy deslumbrado y la novela no alcance siempre el vertiginoso ritmo de cuando el Parnaso iba sobre ruedas, el amor  a la naturaleza y a la cultura, a los libros y a la humanidad, siguen ahí perdurables y asombrosos, esperando a que el lector abra el libro para regalarle un gramo de alegría, un mar de entretenimiento.

© Jesús A. Salmerón Giménez

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