Rosa Campos Gómez
Si abrimos las páginas de El pergamino de Shamat, de Pedro Diego Gil López, editado
por Atlantis en 2013, nos vamos a encontrar con un libro en el que se entreteje la literatura y la historia, narrado en primera
persona por el protagonista (al que identificaremos con dos nombres, Diego y
Shamat), a modo de memoria de las duras
circunstancias que sufrió desde la niñez
hasta una juventud avanzada y a las que pudo sobrevivir gracias a su
alto conocimiento del juego del ajedrez.
La
narración transcurre en un tiempo y unos
espacios conocidos históricamente: los años en que finaliza el Medievo y se
asoma el Renacimiento en el ya asentado Reino de Murcia y un agonizante Reino
de Granada, siendo, sin embargo, en el
terreno literario, nuevos los temas centrales que se abarcan a lo largo y ancho de sus 758 páginas.
Las
religiones y las culturas de cada reino están bien imbricadas entre los suyos y
enfrentadas entre ambas. Sin embargo los encuentros entre los componentes de las mismas
pertenecientes al bajo sustrato social
serán los que den juego a la mayor parte de esta historia que arranca en la
Villa de Cieza en las últimas décadas del siglo XV, donde vive la familia del
niño Diego y donde el viejo judío Abraham enseñará al pequeño a jugar a tallar
las piezas de ajedrez ya a jugarlo y entenderlo como metáfora de los juegos de
la vida. También lo acercará el conocimiento de los clásicos griegos y latinos,
y de la cultura judía y musulmana, instruyéndolo en el conocimiento de
diferentes lenguas . Cuando ya lo ve preparado, con aptitudes y actitudes, le
hace entrega de un pergamino, pidiéndole que lo esconda y comunicándole que ya
sabrá cuando y a quien entregarlo.
En
su juventud y en Siyâsa , el hermoso pueblo árabe ya por entonces abandonado, conocerá el
protagonista a la musulmana Zafira, hija
del Velador de Siyâsa, que será la mujer a la que ame, aunque no será la única.
La
entrada de la huestes árabes que atacaron la villa ciezana (en la que el autor
deja entrever que la búsqueda del viejo pergamino es el móvil principal), la
llegada a Granada de los cautivos, entre los que se encuentran Diego y Zafira,
la suerte que le depara el saber jugar al ajedrez y el identificarlo como el
cancerbero del viejo pergamino, harán que Diego, en tierras granadinas Shamat,
viva una serie de peripecias dignas de
las buenas novelas de aventuras, en las que los piratas tienen su porqué, los
astrónomos y magos también son picaros, y hablan de La Cábala, de alquimia, de
astucias; donde se busca el oro y se encuentran a criaturas desvalidas, donde
la carne sufre por látigos y golpes, por sed y hambre («los meses pasaron sobre Granada
como grandes buitres») donde se
penetra en palacios en los que se aprecian los olores de los ambientes y de la gente y los sabores
de los manjares.
P.
D. Gil López , nos muestra con su estilo propio, la belleza de los paisajes de
la vega ciezana, del Yacimiento Islámico de Siyâsa («Quería alejarme de mi casa y salvé las largas sendas en cuesta que
llevaban hasta la vieja medina mora, retomé el cerro donde se alzaban las
viejas torres […] El viento corría
encaprichado del lugar»); de la
Alhambra, donde transcurre buena parte de la trama; de los sentimientos
eróticos que siente el protagonista
hacia tres mujeres, dos de las cuales tendrán mucho que ver con el
pergamino. Es pródigo en adjetivos con los que nutre cada uno de los abundantes
acontecimientos, vividos desde las
calles a los campos, desde los interiores a los exteriores de la mente. Y lo
hace con un vasto conocimiento del lenguaje de la época y un caudaloso
desgranaje de términos del árabe hispano, definidos a pie de página (albornía: vasija grande de barro vidriado, de forma de taza), de los trabajos y usos de la tierra, de las
plantas y de la flora. Hace coprotagonistas a personajes reales que habitaron este periodo de la
historia en la que las tres culturas convivieron, no tan pacíficamente como
hubiera podido darse si no se hubiera interpuesto el distanciamiento que deparó
la sed de poder, enmascarada con la fe de la religión. Problemas ancestrales que buscan
soluciones, y que quizá puedan encontrar
aclaraciones en la vieja piel dibujada a modo de jeroglífico que entregó el médico judío a un muchacho, para que lo entregara a quien
supiera descifrarlo. Todo ello lo encontramos en la ilustrativa y buena lectura de los
hechos y del tiempo que evoca este
interesante libro, que así inicia su andadura: «La primera vez que mis manos sostuvieron una
pieza de ajedrez me embargó la sensación de poseer algo mágico.»
Más en
Facebook: Pedro Diego Gil López
Notas revista cultural: Parajes Ciezanos Desiertos
Pedro Diego Gil López (Cieza, 1961), realizó estudios de Formación Profesional (Administrativo) y de Capataz Forestal.
Ha publicado una novela histórica con la editorial Atlantis, titulada El pergamino de Shamat, una obra de 760 páginas. También ha publicado dos relatos breves en el periódico digital El Heraldo del Henares, en la sección Erase un cuento, titulados “La hoja de papel en blanco” y “El grillo de la suerte”, en varios números de la revista digital Letras del Parnaso, y en el periódico semanal El Mirador de Cieza. Finalista en el XIII Premio Internacional `Sexto Continente de Relato Negro´ 2012, con el título El viejo actor que mató a la injusticia. Participa con un relato en Matar a quienes manejan la economía. Antología de Relato Negro V (Ed. Irreverentes, 2015))
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