lunes, 21 de septiembre de 2015

LUIS CERNUDA

Jesús A. Salmerón Giménez

Luis Cernuda, el  gran solitario, que en palabras de José Emilio Pacheco "Vivió en una arisca soledad, cercada de rencor por todas partes: legítima defensa de un ser vulnerable en extremo, de un caído en el infierno que acepta el mal y, al expresarlo, lo conjura", nació el 21 de septiembre de 1902 en  Sevilla, “El sur es un desierto que llora mientras canta”.



QUISIERA ESTAR SOLO EN EL SUR

Quizá mis lentos ojos no verán más el sur
de ligeros paisajes dormidos en el aire,
con cuerpos a la sombra de ramas como flores
o huyendo en un galope de caballos furiosos.

El sur es un desierto que llora mientras canta,
y esa voz no se extingue como pájaro muerto;
hacia el mar encamina sus deseos amargos
abriendo un eco débil que vive lentamente.

En el sur tan distante quiero estar confundido.
La lluvia allí no es más que una rosa entreabierta;
su niebla misma ríe, risa blanca en el viento.
Su oscuridad, su luz son bellezas iguales.



Cernuda es uno de los más grandes poetas en castellano y, sin duda, el más actual de la brillante generación del 27. Sus poemas bellos, perfectos, los leemos siempre con una honda emoción contenida.

Murió el 5 de noviembre de 1963 en la Ciudad de México y fue enterrado pocos días después en la sección española del Panteón Jardín.

La Realidad y el Deseo  recoge la obra completa de L. Cernuda 

Luis Cernuda                     
              por Octavio Paz

Ni cisne andaluz
ni pájaro de lujo
Pájaro por las alas
hombre por la tristeza
Una mitad de luz Otra de sombra
No separadas: confundidas
una sola substancia
vibración que se despliega en transparencia
Piedra de luna
más agua que piedra
Río taciturno
más palabra que río
Árbol por solitario
hombre por la palabra
Verdad y error
una sola verdad
una sola palabra mortal

Ciudades
humo petrificado
patrias ajenas siempre
sombras de hombres
En un cuarto perdido
inmaculada la camisa única
correcto y desesperado
escribe el poeta las palabras prohibidas
signos entrelazados en una página
vasta de pronto como lecho de mar
abrazo de los cuatro elementos
constelación del deseo y de la muerte
fija en el cielo cambiante del lenguaje
como el dibujo obscenamente puro
ardiendo en la pared decrépita

Días como nubes perdidas
islas sepultas en un pecho
placer
ola jaguar y calavera
Dos ojos fijos en dos ojos
ídolos
siempre los mismos ojos
Soledad
única madre de los hombres
¿sólo es real el deseo?
Uñas que desgarran una sombra
labios que beben muerte en un cuerpo
ese cadáver descubierto al alba
en nuestro lecho ¿es real?

Deseada
la realidad se desea
se inventa un cuerpo de centella
se desdobla y se mira
sus mil ojos
la pulen como mil manos fanáticas
Quiere salir de sí
arder
en un cuarto en el fondo de un cráter
y ser bajo dos ojos fijos
ceniza piedra congelada
Con letra clara el poeta escribe
sus verdades obscuras
Sus palabras
no son un monumento público
ni la Guía del camino recto
Nacieron del silencio
se abren sobre tallos de silencio
las contemplamos en silencio
Verdad y error
una sola verdad

Realidad y deseo
una sola substancia
resuelta en manantial de transparencias.

     © Jesús A. Salmerón Giménez

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