Rosa Campos Gómez

Pascual Lucas Motellón (1951) expone Pequeño formato en el Aula de Cultura de CajaMurcia, Cieza. La muestra contiene una treintena de obras, la mayoría de 30X30, en las que los productos que ofrece la tierra son los protagonistas.
Como las joyas que aparecen en sus estuches
sobre un fondo negro que hace destacar más la pieza de orfebrería, así
nos muestra el autor las frutas que ha pintado, porque la realidad plástica que
las envuelve anda implicada con el valor que la belleza natural de sus vidas
les confiere. Y es que Motellón retrata fielmente lo que ve en sus paseos
constantes por esta tierra que tan pródiga anda de estos alimentos, y lo que vio en su niñez, cuando iba
camino de la escuela desde Perdiguera al Maripinar un día con otro, andando
campo a través.
La
riqueza de la agricultura local se percibe al mirar sus cuadros y comprobar la
variedad vegetal que recogen, encontrando, además, una precisión en la
comunicación del color y de sus
gradaciones, y exactitud en las proporciones de
cada una de las piezas dibujadas y pintadas con
limpieza en el trazo. Teniendo como superficie donde descansan sólo ese negro que
otorga un aire surrealista que puede llegar a inquietar, a
cuestionarnos por qué emergen de él,
«utilizo ese fondo por comodidad …o quizá por miedo a otros
fondos más amorfos», nos dice el
pintor.
Es
una tarde noche tranquila, nos hallamos
sentados en la sala primera del aula,
rodeados de sus pinturas trabajadas con acrílico en soporte de lienzo.
Mantenemos una conversación sosegada y
fluida, como no podía ser de otra forma conociéndolo. Hablamos de aspectos
técnicos: «aprendí el control de la técnica muy tarde, con la
experiencia que da la práctica, y cuando
veo esto pienso que era lo que yo
deseaba conseguir. Trabajo con cierta rapidez y eso me produce satisfacción
porque veo lo que voy avanzando».
Hacemos
una pausa para mirar unos ajos que
tenemos en una pintura ubicada en la pared más próxima –en el logro de sus
acertados matices–, y comentamos sobre el
hiperrealismo que contienen.
Toda
la obra es de un figurativismo realista sorprendente, con unas gamas tonales
que dan el volumen adecuado y un punto
justo de sazón a cada una de las piezas representadas. Me dice: «ni siquiera tengo curriculum porque de poco sirve decir que he estado en Florencia, Nueva York, etc., si después
la obra que muestras no lo refleja. Yo
sé que soy un aficionado, aunque he
tenido premios y mi obra ha sido varias veces seleccionada. Para mí el curriculum está
en que la pintura que expongas
tenga una calidad artística». Afirma
que le ha costado llegar al punto en el que está ahora, que ha pintado mucho,
desde siempre, pero que no siempre ha
obtenido el resultado deseado.
Se
le nota la admiración que siente por su padre cuando cuenta sus inicios en la
pintura: «el pintaba cabezas de cabras y de caballos en la pared,
y yo quería aprender a hacer lo mismo. Cuando él volvía del pueblo y me llevaba una caja de lápices de colores,
eso significaba para mí algo muy grande. De mi padre aprendí el amor por la
naturaleza, por los animales, hasta el punto que tengo un blog, Fotofaunacieza, en el que comparto fotos de animales
exclusivamente de Cieza, y a las que
añado datos de cada especie retratada».
El
pintor Jesús Carrillo fue para él un referente importante; cuenta con
admiración que cuando tenía unos diez
años e iba camino de la escuela lo veía muy a menudo llegar en su Vespa y ponerse a pintar a la
sombra de una olivera; le fascinaba verlo pintar paisajes. Dice que cuando
volvía, el pintor ya se había ido pero
allí se quedaban los trapos de limpiar los pinceles con ese olor a trementina
que para él suponían algo valioso por sí mismos.
Motellón,
que se considera autodidacta, recibió clases en 1964 de don Antonio
Fernández, catedrático de Dibujo del Instituto Laboral de Cieza, y
posteriormente ha ido asistiendo a
talleres de pintura. Cuenta con unos trescientos libros de arte en su casa, a los que le gusta acudir para aprender e
informarse, también ha participado en
numerosos concursos de pintura rápida por buena parte de la península, en
algunos de ellos le han comprado el cuadro mientras lo estaba haciendo, y dice
que «lo vendía sin esperar a exponerlo
para que fuese premiado, porque en realidad
me daba igual recibir o no un premio. Lo que siempre he buscado ha sido
divertirme, y como eso lo tenía, lo demás
me daba igual».
Sobre
los temas que ha tocado comenta: «antes
he hecho otras cosas, mucho
paisaje, retrato, collages con cuerdas y con alambres… Hiperrealismo y
surrealismo». Ahora se decanta por otros temas, como los productos
agrícolas, si bien Pequeño formato no responde a ningún proyecto en particular,
«no he sido pintor de proyectos concebidos
con un fin, sólo uno he tenido a lo
largo de los años que llevo en esto, ha
sido el de la `Bolsas de plástico´. Surgió cuando dijeron que las iban a quitar
porque contaminaban y pensé en
homenajearlas de alguna manera, y como me gustaba ver el efecto que
tenía la fruta dentro de ellas, pues eso
dio para una serie, tengo cuadros de más de dos metros con el tema de bolsas y frutas. Ya hay una exposición
concertada con estas obras».
Le
pregunto por la lectura y dice que no suele leer mucho, que tiene una vida en
la que hace lo que le apetece; después
de ayudar a Isabel (su mujer) con el
cuidado de los nietos (tiene dos hijos, Carlos
–padre de dos niños– y Alberto)
sale a recorrer parajes ciezanos y cuando vuelve a casa no le apetece coger un
libro, se duerme: «Lo que más leo
son libros relacionados con el arte,
también alguna biografía de los políticos que se retiran, sobre todo si tenemos
afinidad ideológica, porque suelen contar cosas que cuando estaban en activo no
decían, y me gusta conocer esas anécdotas
y situaciones que desconocíamos. Antes leía novelas, pero ahora esto no
me atrae tanto, sí recuerdo, como algo que me llegó bastante, la obra de Miguel
Delibes, y en especial Los santos inocentes, porque me di cuenta de que cosas
que yo había visto, como tenerle que dar los pollos al señorito y estar al
tanto de lo que exigían, eran asuntos muy bien reflejados por este escritor».
Cita
a Monet como pintor al que admira, entre otros, y dice que le gusta mucho la
fotografía, cuenta que hace muchos años hizo un curso de educación a distancia
con el que aprendió a hacer y
revelar fotografías, que le regalaron
todas las herramientas de laboratorio a las que les sacó bastante rendimiento,
herramientas que su hijo Alberto (Tete Lukas), un día rescató del trastero y
supo seguir sacándole provecho propio.
Pascual
L. Motellón continua haciendo fotos, a
ellas acude para sus pinturas, y otras las muestra en el blog antes citado, las
toma haciendo puestos en los que aguarda cuanto tiempo sea necesario para retratar a unos animales a los que no es fácil encontrar y dejarse
posar, pero para eso él tiene paciencia. Procura mostrarlas tal y como las
recoge, no le gusta retocarlas.
Dice que para que el arte y la cultura sigan
vigentes tienen que haber estímulos escolares, pero que donde de verdad se
inician los críos en esta materia es en casa, «o
les das arte o fútbol o bar, cualquiera de estas cosas los estimulará en una
dirección, e introducirlos en el arte les va aportando muchos valores humanos».
Al
preguntarle sobre la relación actual entre la cultura y la política dice que «hace falta rodearse de buenos asesores, y el ministro del ramo tiene que tener
sensibilidad hacia este tema, si no la tiene no sirve de nada. Nos espera un
futuro oscuro si no se le da a la cultura
la importancia que tiene, si no
se valora lo que para el pueblo es fundamental. Es más, creo que si no se
subvenciona el arte, aunque haya
creadores, no puede sobrevivir; se
necesita un mecenazgo».
Dos
mujeres se acercan a un cuadro que contiene
unos tomates en un plato de duralex
y se les escucha decir: «¡parecen de verdad! ¡Qué bien pintados!».
Ha sido una charla muy grata entre las hermosas imágenes de los productos agrícolas, pinturas que ha
creado este artista ciezano que posee una trayectoria considerable, y al que le queda mucho camino por delante,
con esa particular manera de sentir lo que hace y que define con la sencillez que lo caracteriza: «vivo
la pintura como un divertimento, y la entiendo como una forma de enriquecimiento
personal».
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