Rosa Campos Gómez
Hacia Jaén (provincia andaluza que hay que ver y volver a ver ), viajamos hace dos veranos. Escribí sobre la primera jornada con la intención de
hacerlo después acerca de cada uno de los días que pasamos allí, los toques de ficción complementan a lo visto y
experimentado en Úbeda, en esa hermosa y
vetusta realidad. Es un relato muy breve (que aquí comparto),
comparado con todo lo recibido en esta ciudad renacentista, y precede a las visitas a Baeza y a Jaén
capital. Qué hermosas ciudades las tres, un placer visitarlas.
RELATO:
JAÉN, EL VIAJE DE UN VERANO ( I )
Entrando en Úbeda
20
de agosto. Es de noche, estoy
escribiendo junto al mismo balcón que me dejó esta tarde cautivada. Ellas se
han ido a dormir.
Esta
mañana salimos de Cieza ya con un calor
subido de tono. “¡Estáis locas!”, nos decían al despedirnos (y puede que la
evidencia cantara). Dejamos Murcia a nuestras espaldas con sus arboledas
de frutales, pasando a llanuras de
fértiles ocres. Después nos llenamos los ojos de árboles altos y espesos.
Cruzamos atractivos pueblos. En algún kilómetro nos cubrió un sol altanero que inundaba descampados apenas poblados por
pinos sedientos. Luego oleadas de olivares verdeazules perfectamente
encuadrados, como dibujados por mano de delineante o arquitecto en las laderas
de los montes, a veces con una verticalidad pasmosa.
Tras
cuatro intensas horas llegamos a nuestro destino.
Somos
cuatro: dos madres que, como buenas
nómadas, dan ejemplo a sus hijas adolescentes de que se
puede viajar con presupuesto austero, sin que cohíban calores ni fríos (para
estos asuntos nuestros retoños son valientes).
Propuse
el viaje con el reclamo de que Úbeda es Patrimonio de la Humanidad (de no haber
sido así hubiera buscado otro señuelo de fácil picar), sin decirles quién era
la persona que de verdad me traía a esta tierra.
Muñoz
Molina, de aquí, Joaquín Sabina, de aquí; grandes ambos, pero ninguno el de mis deseos, ni
siquiera los recordé mientras preparaba
el viaje, ¡qué bochorno, si llegaran a saberlo!, pensé en algún
momento. Era otro el que ocupaba mi mente:
Andrés de Vandelvira; me lo presentó hace años M. G. M., mi profesora de Renacimiento
y desde entonces quise ver la Sacristía de El Salvador (Vandelvira, cantero
antes que arquitecto, listo como el hambre, supo tomar el testigo que dejó Siloé, y modernizarlo).
Hemos
llegado al medio día, sedientas,
sudorosas y faltándonos ojos para mirar cuanto la vista abarcaba desde
el coche: piedra tallada, edificios añejos desde los zócalos hasta el tejado;
calles llenas de luz, limpias.
Madres
e hijas nos íbamos sorprendiendo y admirando sin pausa.
Con
todo cerrado para que no penetrara el calor, el apartamento –sencillo y pulcro–
nos ha recibido.
Tras
la ducha, el almuerzo y una plácida siesta.
A
media tarde he abierto este balcón que ya apenas el sol rozaba
–el aire ubetense renovaría al acondicionado mientras nos pavoneáramos por la ciudad– y he
alucinado, ¡tenía medio milenio a una distancia impensada antes!
Ahora, aquí asomada, miro la vandelviriana
fachada palacial, encendida de luz de luna llena, y me plazco
presagiando lo bello de mañana, y lo agasajado hoy: el gran humanismo de
los vecinos al informarnos, el rico ochío arropado con jamón y la fría cerveza
en la Plaza Primero de Mayo…
Miro los hombres pétreos, las delicadas columnas jónicas flanqueando
las ventanas, sirviendo de elegante parteluz
en la esquina. Alzo los ojos hasta
la grácil arcada de la galería, los bajo, una ventana abierta… ¡Quién tuviera el tablón que unía la
calle en El séptimo cielo! Me alcanza una brisas fresca. Me sonrío: ¡cuánto bueno me da este azar aliado! y la
bóveda vaída cenital que cubre la calle Juan Montilla también sonríe, y me
envuelve su noche, con ella concluye este primer día.
Imágenes:
1 y 4. Desde las ventanas, con
diseño de “ojo de buey”, del Archivo Municipal de Úbeda, que se encuentra
instalado en la tercera y última planta del Ayuntamiento de la localidad, ubicado
en el Palacio Vázquez de Molina (terminado hacia 1562), proyecto de Vandelvira.
1 -Fachada de la Sacra Capilla del Salvador (primera mitad del siglo XVI), proyecto de Siloé, cuya Sacristía, joya del renacimiento español, se debe tanto en proyecto como en realización a Andrés de Vandelvira.
4 -Fachada de la Basílica de Santa María de los
Reales Alcázares (primera mitad del siglo XIII).
5. Artesanía (esparto) bien
trabajada, frente a la fachada de La
Sacra Capilla del Salvador.
6. `Taberna Calle Melancolía´, sita en Calle Real, nº 59.
7. Reloj de sol en la fachada del Palacio del Concejo o
Ayuntamiento Viejo, actualmente Conservatorio de Música Profesional María de
Molina, mirando a la Plaza Primero de Mayo (antes Plaza del Mercado).
8. Jardines de la Plaza Vázquez de Molina.
Otro viaje a Úbeda fue el que realicé, de la mano de Antonio Muñoz Molina, hace unos meses a través de su novela El jinete polaco. Cuando hice el primer viaje a esta ciudad –Patrimonio de la Humanidad desde el 3 de julio de 2003–, sólo había leído artículos, muy buenos, de Muñoz Molina, y no sé por qué razón no me había metido antes entre las páginas de su novela que tenía en casa desde hacía varios años. Hoy creo que los tiempos fueron los correctos; escribiré algún día sobre esta emotiva experiencia. Las imágenes que deberían ir con los números 9 y 10 serían las tomadas desde un punto de la Ronda de Miradores, frente a un bello mar ondulante de olivos, y la de la Casa de las Torres, edificio señero en la Mágina de este grandísimo escritor, pero las imágenes que recogí han debido perderse, o escaparse, del archivo.
Otro viaje a Úbeda fue el que realicé, de la mano de Antonio Muñoz Molina, hace unos meses a través de su novela El jinete polaco. Cuando hice el primer viaje a esta ciudad –Patrimonio de la Humanidad desde el 3 de julio de 2003–, sólo había leído artículos, muy buenos, de Muñoz Molina, y no sé por qué razón no me había metido antes entre las páginas de su novela que tenía en casa desde hacía varios años. Hoy creo que los tiempos fueron los correctos; escribiré algún día sobre esta emotiva experiencia. Las imágenes que deberían ir con los números 9 y 10 serían las tomadas desde un punto de la Ronda de Miradores, frente a un bello mar ondulante de olivos, y la de la Casa de las Torres, edificio señero en la Mágina de este grandísimo escritor, pero las imágenes que recogí han debido perderse, o escaparse, del archivo.
© Rosa Campos Gómez
Yo también he sentido muchas de las emociones, que sabiamente, has descrito en tu crónica de viaje. De allí me traje algunas cerámicas, que luego pinté para mi colección de cuadros "al-Andalus". Gracias Rosa por tu relato.
ResponderEliminarDe acuerdo contigo, José, es una tierra que genera muchas emociones, y con una importante producción de cerámica; estoy segura de que habrás hecho buenas pinturas con ese material como modelo.
EliminarPor cierto, vi algunas obras (puertas y arcos) de la colección "Al-Andalus" y me gustaron mucho.
Muchas gracias por tu comentario.