domingo, 28 de junio de 2015

JAÉN, EL VIAJE DE UN VERANO


Rosa Campos Gómez


Hacia Jaén (provincia andaluza que hay que ver y volver a ver ),  viajamos hace dos veranos. Escribí sobre la primera jornada con la intención de hacerlo después acerca de cada uno de los días que pasamos allí, los  toques de ficción  complementan a lo visto y experimentado en Úbeda, en esa  hermosa y vetusta realidad.  Es un relato muy breve (que aquí comparto), comparado con todo lo recibido en esta ciudad renacentista, y  precede a las visitas a Baeza y a Jaén capital. Qué hermosas ciudades las tres, un placer visitarlas.


                                                                             RELATO:
 JAÉN, EL VIAJE DE UN VERANO ( I )
Entrando en Úbeda
20 de agosto. Es de noche,  estoy escribiendo junto al mismo balcón que me dejó esta tarde cautivada. Ellas se han ido a dormir.

Esta mañana salimos de  Cieza ya con un calor subido de tono. “¡Estáis locas!”, nos decían al despedirnos (y puede que la evidencia cantara). Dejamos Murcia a nuestras espaldas con sus arboledas de  frutales, pasando a llanuras de fértiles ocres. Después nos llenamos los ojos de árboles altos y espesos. Cruzamos atractivos pueblos. En algún kilómetro nos cubrió un sol altanero que  inundaba descampados apenas poblados por pinos sedientos. Luego oleadas de olivares verdeazules perfectamente encuadrados, como dibujados por mano de delineante o arquitecto en las laderas de los montes, a veces con una verticalidad pasmosa.

Tras cuatro intensas horas llegamos a nuestro destino.

Somos cuatro: dos madres que,  como buenas nómadas, dan ejemplo a sus hijas adolescentes de que se puede viajar con presupuesto austero, sin que cohíban calores ni fríos (para estos asuntos nuestros retoños son valientes).

Propuse el viaje con el reclamo de que Úbeda es Patrimonio de la Humanidad (de no haber sido así hubiera buscado otro señuelo de fácil picar), sin decirles quién era la persona que de verdad me traía a esta tierra. 

Muñoz Molina, de aquí, Joaquín Sabina, de aquí; grandes  ambos, pero ninguno el de mis deseos, ni siquiera los recordé mientras preparaba  el viaje, ¡qué bochorno, si llegaran a saberlo!, pensé en algún momento.  Era otro el que ocupaba mi mente: Andrés de Vandelvira; me lo presentó hace años M. G. M., mi profesora de Renacimiento y desde entonces quise ver la Sacristía de El Salvador (Vandelvira, cantero antes que arquitecto, listo como el hambre, supo tomar el testigo que dejó  Siloé, y modernizarlo).

Hemos llegado al medio día, sedientas,  sudorosas y faltándonos ojos para mirar cuanto la vista abarcaba desde el coche: piedra tallada, edificios añejos desde los zócalos hasta el tejado; calles llenas de luz,  limpias.

Madres e hijas nos íbamos sorprendiendo y admirando sin pausa.

Con todo cerrado para que no penetrara el calor, el apartamento –sencillo y pulcro– nos ha recibido.

Tras la ducha, el almuerzo y una plácida siesta.

A media tarde he abierto este balcón que ya apenas el  sol rozaba  –el aire ubetense renovaría al acondicionado  mientras nos pavoneáramos por la ciudad– y he alucinado, ¡tenía medio milenio a una distancia impensada antes!

 Ahora, aquí asomada, miro la vandelviriana fachada palacial, encendida de luz de luna llena, y  me plazco  presagiando lo bello de mañana, y lo agasajado hoy: el gran humanismo de los vecinos al informarnos, el rico ochío arropado con jamón y la fría cerveza en la Plaza Primero de Mayo…


 Miro los hombres pétreos,  las delicadas columnas jónicas flanqueando las ventanas, sirviendo de elegante parteluz  en la esquina. Alzo los ojos  hasta la grácil arcada de la galería, los bajo, una ventana  abierta… ¡Quién tuviera el tablón que unía la calle en El séptimo cielo! Me alcanza una brisas fresca. Me sonrío:  ¡cuánto bueno me da este azar aliado! y la bóveda vaída cenital que cubre la calle Juan Montilla también sonríe, y me envuelve su noche, con ella concluye este primer día.


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Imágenes:
1 y 4. Desde las ventanas, con diseño de “ojo de buey”, del Archivo Municipal de Úbeda, que se encuentra instalado en la tercera y última planta del Ayuntamiento de la localidad, ubicado en el Palacio Vázquez de Molina (terminado hacia 1562), proyecto de Vandelvira. 
  
  1 -Fachada de la Sacra Capilla del  Salvador  (primera mitad del siglo XVI), proyecto de Siloé, cuya Sacristía, joya del renacimiento español, se debe tanto en proyecto como en realización  a Andrés de Vandelvira.  

  4 -Fachada de la Basílica de Santa María de los Reales Alcázares (primera mitad del siglo XIII).


 2 y 3. Palacio Vela de los Cobos (mediados del siglo XVI). Ésta fachada, compacta, de pronunciada horizontalidad, es el único elemento del edifico –continúa con sus funciones de residencia–, que mantiene intacta su fábrica original. Se alza en tres plantas –piedra sillar– con elementos de decoración netamente renacentista. inferior: portada adintelada, flanqueada por columnas corintias. Primer piso o planta noble: de orden jónico, con balcones  adornados en alternancia con pilastras y columnas, y coronados con frontón triangular; siendo de especial relevancia la ventana de la esquina, con elegante columna (con funciones de soporte y parteluz) de mármol blanco. Tercera planta: galería abierta que ofrece una artística  combinación de hueco y espacio, donde el ritmo y armonía se manifiestan grácilmente a través de la sucesión de arcos de medio punto sostenidos por pilares, repitiéndose en el de la esquina el modelo de la planta intermedia (columna central y frontón triangular).

5.  Artesanía (esparto) bien trabajada,  frente a la fachada de La Sacra Capilla del Salvador.

6. `Taberna  Calle Melancolía´,  sita en Calle Real, nº 59.

7.   Reloj  de sol en la fachada del Palacio del Concejo o Ayuntamiento Viejo, actualmente Conservatorio de Música Profesional María de Molina,   mirando a la Plaza  Primero de Mayo (antes Plaza del Mercado).

8. Jardines de la Plaza  Vázquez de Molina.


Otro viaje a Úbeda fue el que realicé, de la mano de Antonio Muñoz Molina, hace unos meses a través de su novela El jinete polaco. Cuando hice el primer viaje a esta  ciudad Patrimonio de la Humanidad  desde el 3 de julio de 2003, sólo había leído artículos, muy buenos, de Muñoz Molina, y no sé por qué razón no me había metido antes entre las páginas de su novela que tenía en casa desde hacía varios años. Hoy creo que los tiempos fueron los correctos; escribiré algún día sobre esta emotiva experiencia. Las imágenes que deberían ir con los números 9 y 10 serían las tomadas desde un punto de la Ronda de Miradores, frente a un bello mar ondulante de olivos,  y la de la Casa de las Torres,  edificio señero en la Mágina de este  grandísimo escritor, pero las imágenes que recogí han debido perderse, o escaparse, del archivo.


© Rosa Campos Gómez

2 comentarios:

  1. Yo también he sentido muchas de las emociones, que sabiamente, has descrito en tu crónica de viaje. De allí me traje algunas cerámicas, que luego pinté para mi colección de cuadros "al-Andalus". Gracias Rosa por tu relato.

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    1. De acuerdo contigo, José, es una tierra que genera muchas emociones, y con una importante producción de cerámica; estoy segura de que habrás hecho buenas pinturas con ese material como modelo.
      Por cierto, vi algunas obras (puertas y arcos) de la colección "Al-Andalus" y me gustaron mucho.
      Muchas gracias por tu comentario.


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