miércoles, 17 de junio de 2015

ESPAÑA ES UN PAÍS DE CASI TRES MILLONES DE NIÑOS POBRES (SEGÚN LAS ÚLTIMAS ESTADÍSTICAS)


Jesús A. Salmerón Giménez


“Un niño, más que cualquier otro don
que la tierra le ofrezca al hombre que declina,
trae consigo esperanzas y pensamientos de futuro”.
                                                                             Wordworth

“Yo no recibía ningún consejo, ningún apoyo, ningún estimulante, ningún consuelo, ninguna asistencia de ningún tipo, de nadie que me pudiera recordar. ¡Cuánto deseaba ir al cielo!”.
                                                David Copperfield,  Dickens


Los niños –forman parte de uno de los colectivos más vulnerables ante el actual panorama económico del país, a pesar de lo cual se han convertido en los grandes olvidados. Los últimos datos de Eurostat publicados son estremecedores, al señalar que ya son más de 2,8 millones los niños y niñas que en España viven por debajo del umbral de la pobreza (sólo Rumanía, con el 35% de su población infantil en situación de pobreza, presenta datos peores entre los países de la Unión Europea).



Es un drama monstruoso que se produce en este país, y que sufren cada día uno de cada tres niños españoles. Ser pobre en España no es como en los países del Otromundo  -ya reseñé aquí el descomunal libro de Martín Caparrós, El Hambre, en el que nos relata ese holocausto cotidiano-, tener hambre pero sí mala calidad de alimentación: “en nuestro país, para 30 de cada 100 niños la fruta es un lujo porque no pueden tomar siquiera una pieza al día. 30 de cada 100 niños no toman verdura a diario porque sus familias no se lo pueden permitir, y 20 de cada 100 niños no han estrenado ropa y no tienen más que un par de zapatos.” (Save The Children). No es no poder ir a la escuela, sino no tener material para estudiar: “Hablamos con padres que por las noches han dejado de cenar para ahorrar esa parte del presupuesto familiar e invertirlo en los libros que el colegio pide para sus hijos" (Save The Children). Ser pobre en España significa falta de oportunidades y vulneración de los derechos de los niños.

Y, además de sus evidentes efectos inmediatos, las consecuencias a medio y largo plazo de la pobreza infantil son devastadoras: las secuelas que puede generar en los jóvenes a nivel físico, psicológico y educativo pueden ser muy graves, determinando, por ejemplo, sus enfermedades de adulto, sus capacidades de poder o no estudiar una carrera universitaria, su personalidad o sus relaciones sociales.

Entre las principales consecuencias de la pobreza que describe UNICEF, se encuentran:
- Una mayor propensión a las enfermedades: los niños que se alimenta mal o comen demasiado poco, crecen para sufrir más enfermedades -hipertensión, diabetes, obesidad, anemia, descalcificación de los huesos- y a tener una mayor tendencia a padecer enfermedades respiratorias e infecciosas (José Mª Moreno, coordinador del Comité de Nutrición de la Asociación Española de Pediatría)
- Malnutrición: A un adulto ya desarrollado la carencias alimentaria le afecta, pero en el caso de un niño le puede marcar para siempre en función de sus condiciones genéticas y ser dramático para su salud en el futuro", afirma García Pérez.
- Fomenta la hipocondría y la depresión: los niños que observan a su alrededor dificultades constantes tienden a sentir indefensión y culpabilidad. Al no tener capacidad de entender qué pasa y por qué pueden sentirse responsables y eso lleva a la alerta constante cuando son adultos. Pueden hacerse muy hipocondríacos y muy inseguros (Antonio Cano, catedrático de psicología de la UCM)
- Incita al fracaso escolar: Las adversidades que un niño sufra en sus tres primero años de vida marcan su desarrollo cognitivo y esto puede hacer que en un futuro un niño esté o no preparado para avanzar e ir a la universidad (Antonio Cano).
- Exceso de estrés tóxico y estigmatización: Quienes viven en pobreza o riesgo de exclusión no sólo se encuentran “cansados psicológicamente, preocupados y/o estresados por la situación que viven en casa” cuando llegan al aula, sino que están “cansados también físicamente porque comen mal”.  Y éste aumenta cuando no recibe la atención necesaria de vuelta en la casa (estrés tóxico) y cuando son “señalados y apuntados” por sus pares (estigmatización). Sus altos niveles pueden afectar drásticamente el desarrollo cognitivo y la capacidad de aprendizaje (UNICEF España).

Y son casi tres millones los niños y niñas que sufren esta lacra en España. Todos nos preguntamos: ¿Dónde está el Estado? ¿Qué hacen las administraciones? ¿Quién rescata a esta gente? Como destaca un estudio de la Obra Social La Caixa: “la pobreza infantil en España tiene su causa última en determinadas características tanto estructurales, del propio modelo de crecimiento, como institucionales. España es, por ejemplo, uno de los pocos países europeos donde no existe una prestación universal por hijo, cuando está demostrado que la generosidad de las prestaciones sociales está directamente relacionada con una menor pobreza infantil”.


En mi opinión, los altos y preocupantes niveles de pobreza y exclusión social de la infancia que se dan en nuestro país son, además de las causas “sin pasaporte” –crisis económica y financiera; anemia de políticas sociales…- que han afectado severamente a niños y niñas de todo el mundo, producto de una España trágica, que no termina de desaparecer -la España de la picaresca y el esperpento-, que parece mantenerse incólume e indiferente al embate de los siglos y del progreso, extraño país éste en el que medran perillanes y maulas de toda laya, garrapatas feroces que han excretado Gürtel, Bárcenas, sobresueldos, sobres y sobornos, los E.R.E. de Andalucía, aeropuertos sin aviones, rescate de autopistas, rescate de las cajas de ahorro, las preferentes, tarjetas black, Urdangarín, el pequeño Nicolás, la familia Pujol…. De aquellos miércoles estos estiércoles.

De cualquier forma, no hay tiempo para rasgarse las vestiduras, se precisa un profunda reflexión por parte de la clase política y del conjunto de la sociedad sobre el futuro que queremos para nuestros niños y actuar contra esta terrible lacra, impidiendo que se perpetúe de generación en generación. Y, para ello, además de procurar las medidas asistenciales que se requieren de manera inmediata para estos niños y niñas, todos nuestros esfuerzos y compromisos se deben de dirigir a la educación (como sostuvo el maravilloso Emilio Lledó en la impagable entrevista que le hizo el Gran Wyoming el pasado 4 de junio en el programa El Intermedio: “La Educación es la solución”). Todos los expertos coinciden, la educación es la clave: “El acceso a una educación de calidad desde las primeras etapas de la vida es el mejor instrumento para combatir la pobreza y la exclusión social, así como su transmisión intergeneracional”. A pesar de ello, en los últimos años la inversión estatal en educación se ha recortado un 16,7% desde 2010. La conciencia social (“no me preocupa tanto la corrupción económica como la corrupción de la mente”, declaró  Emilio Lledó en la citada entrevista) es la que debe de impulsar a que este tipo de políticas, que han tenido consecuencias tan nefastas, cambien y se consideren una prioridad la educación y la lucha contra la pobreza infantil, en definitiva el bienestar de los niños y las niñas de este país: “Los niños son el sismógrafo más sensible del progreso de los pueblos” (UNICEF).

 La injusta situación de la infancia en situación de pobreza en España es altamente preocupante, pues trunca las vidas de millones de niños y niñas, que no pueden realizarse, ni llevar una vida decente. Desde mi punto de vista, la extrema desigualdad y la pobreza infantil son incompatibles con la democracia. Y esta realidad dramática debe ser revertida y abordada como una emergencia nacional, que, además de destinar los recursos a paliar la pobreza infantil, fomente al mismo tiempo la educación y la innovación. Ellos tienen derecho de disfrutar su infancia y educarse, démosle esa oportunidad.

© Jesús A. Salmerón Giménez


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