martes, 19 de mayo de 2015

`MUS.A.S´, DE MIRIAM MARTÍNEZ ABELLÁN





Rosa Campos Gómez

   MUS.A.S es un proyecto  concebido por Miriam Martínez Abellán para exponer en las casas nº 6 y 10 del Museo de Siyâsa, un enclave de atractivo contraste -por lo marcado de la arquitectura  andalusí (siglos XII y XIII) junto a la desarrollada en siglo XX-, que sirve como referente y modelo para los trabajos de esta autora ciezana afincada en Murcia.

    MUS.A.S  toma de la mitología griega a las 9 Musas –deidades nacidas  de Mnemósine y de Zeus, según Hesíodo, en Teogonía–, a las que con el tiempo, los poetas, científicos y filósofos les levantaron altares en los bosques y pequeños edificios que llamarían museos, de donde arranca la denominación  actual del edificio ciezano que en el siglo XXI acoge esta muestra. Miriam M. A. las ha tomado para arrancar desde la Grecia clásica hasta nuestros días, haciendo un viaje transversal a través de la historia para descifrar unos códigos de conducta que a la mujer, socialmente,  se le ha ido deparando. Si bien las plasmadas en su obra  presentan distancia con aquellas clásicas que inspiraban a gente de letras y de ciencia, sí guardan sus nombres, además de cierto  paralelismo en los atributos.

   En estos  collages, en los que predomina la expresión conceptual y una buena dosis de surrealismo, se percibe al vuelo su impronta, en cuya iconografía, no obstante, vemos resonancias del Pop art, sobre todo de R. Hamilton (1922-2011), porque la autora  mira hacia los años  60, valiéndose de las imágenes de este determinado periodo, poseedor de una  estética hacia la que desde pequeña se ha sentido atraída –antes incluso de que volviera a la actualidad como moda “vintage”–, para hacer  una crítica visual de la sociedad, aportando una clara  ironía, denunciando la utilización y sumisión con que se ha  tratado a la mujer  para mantenerla callada a través de un consumismo que no pretende otra cosa que otorgarle una vida gregaria.

   Mujeres en una sociedad anónima es lo que retrata MUS.A.S ya desde el título, teniendo como objetivo central la reivindicación de la cultura y del papel que la mujer  va jugando en ella, de cómo va abriendo una brecha para sí misma y para las mujeres futuras.

    Calíope, musa de la elocuencia y de la poesía épica, representada en la Antigüedad con corona de laureles, libro,  tablilla, estilete y una trompeta, la encontramos aquí vestida con una majestuosidad distinta:  envuelta en abrigo de marca y con cabeza de flor, como mujer anónima silenciada a pesar de sus conocimientos, y junto a ella un trompetista negro, recordándonos  a los marginados por el color de su piel hasta no hace tanto; unas pastillas  de caldo de gallina, en blanco y negro, flotan en el ambiente.


    Clío, musa de la historia, cambia laureles por el triangulo  de una divinidad que le fragmenta la cabeza; y en vez de un pergamino expone el tronco de su cuerpo  con signos alfanuméricos,  cual Columna Trajana que llevara escrito lo vivido junto a un notorio reloj de pulsera –sustituyendo a la clepsidra–, avisando del paso del tiempo.



  
     Erato, musa de la poesía amorosa, en vez de cítara o lira posa con  radio casete, mostrándose con un cuerpo diez,  con cabeza de berza… ¿identidad anulada? 



    Y así en las restantes protectoras de las artes y las ciencias:  Euterpe, Melpómene, Polimnia, Talía,  Terpsícore y Urania, que se nos muestran entre objetos cotidianos, seriadas o codificadas  con el sistema alfanumérico, emulando un código de barras que incide más todavía en esa semejanza que se les quiere imponer  por una parte  de la sociedad que no las quiere en su creatividad sino en silencio y sumisión.

     La exposición cuenta, además, con seis instalaciones en las que podemos ver rostros enmudecidos por aspas, señalando  la negación de los derechos que sufren masivamente las mujeres de determinados países; la necesidad de que busquemos  ese hilo musical  propio que  nos depara energía en nuestra vida  a través de una intervención practicada con hilo y auriculares  en una escultura de Marian García Arroyo;  palabras  de actividad inspiradas desde  la  “mousiké” del alma, sugeridas por vinilos  esparcidos  al pie de un tocadiscos; bombillas  que nos advierten de que debemos de estar al tanto de las ideas brillantes que se nos encienden, para no dejarlas escapar sin haberlas escuchado y aprehendido su mensaje para ponerlo en activo; latas de conserva en la cocina, que no encierran Mierda de artista, como las de Piero Manzoni,  sino Inspiración  en conserva para que no se evapore sin fructificar y poder echar mano de ella en cuanto se necesite; cedés dando cuerpo a un lago de música como el mejor espacio para sobrevolar reflejándose...

    Y es que la música está muy presente en esta muestra –suena la de Satíe en la casa nº 10–, reuniendo una retrospectiva de sus trabajos como los pertenecientes a Discopatía, en los que podemos ver  excelentes collages con técnica mixta en la que la artista nos habla de la «patología»  a la que puede llegar el (su) cerebro cuando no puede desconectarse de la música, pasando esta a ser la columna vertebral que articula la vida. 

   Discos de vinilo, recortes de imágenes en papel delicadamente seleccionadas, acrílicos y esmalte sintético, además de cinta de casete, de puntilla para adornar a una luna sobre la que mecerse, un single sobre el que “ella baila sola”…  Estética con poesía unas veces, otras con humor y otras con denuncia.

     En cuanto a la técnica digamos que es muy depurada, con limpieza en los recortes que descansan, en muchos de los cuadros allí expuestos,  sobre  un lecho de pintura con una utilización del acrílico y del esmalte sintético que definen perfectamente la sensibilidad de esta artista; el empleo de los rojos nos adentran en la vitalidad que habita en la fuerza de la sangre, sosiego en los azules, equilibrio en los verdes,  y  calidez en los dorados que dibujan a su libre albedrío lunas llenas…


    Muchas historias que conocer en esta exposición –comisariada por Joaquín Salmerón, director del Museo de Siyâsa–, metáforas visuales que disfrutar, sonrisas que aflorar, reconocimientos que tener presentes…silencios y luchas, la música como beneficio y pasión,  y más temas anexos en esta exposición  de los que  Miriam Martínez Abellán, profesora de Música de Secundaria y licenciada en Historia del Arte –confesa admiradora de la obra de Hannah Höch (1889-1978) y de Leonora Carrington (1917-2011)–, comparte a través de guías didácticas escritas y orales que enriquecerán la visita de espectadores de todas las edades.  Algo imperdible, de veras.






Más información sobre Miriam Martínez Abellán Aquí



© R. Campos Gómez

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