domingo, 26 de abril de 2015

NO ES PAÍS PARA LECTORES


  Jesús A. Salmerón Giménez

“En algún lugar de un libro hay una frase esperándonos para darle un sentido a la existencia”. (Cervantes).

     No comparto (del todo) la propuesta de Vila-Matas de que el Día del libro, que celebramos el pasado 23 de abril, pase a ser el Día del Hueso (aunque no de oliva), ahora que parece haber más interés en los huesos de Cervantes que en su obra -que no lee nadie-, y dada la actual tendencia de novelas escuálidas en ideas “los lectores piden sólo libros deshuesados y sin cuitas de estilo, alejados de excesivas complejidades”. Sin embargo, algo (o mucho) de razón tiene el genial catalán, pues son muchas las razones para que cunda la frustración y el desaliento en relación al estado de la lectura en España (leer no es el verbo preferido de los españoles). Si echamos una ojeada a las últimas estadísticas (barómetro CIS),  el 35% de los encuestados no lee “casi nunca” o directamente “nunca”; cada español lee una media de 10 libros al año (en Finlandia son 47); en España existen 14 bibliotecas por cada 100.000 habitantes; en Finlandia 17 por cada 100.000). Por otro lado, sólo un tercio de los españoles lee libros todos o casi todos los días de la semana y la mitad no ha comprado ningún libro en los últimos doce meses. Además, el 35% no lee nunca o casi nunca. Y, para terminar de arreglar la situación, sólo 3% de los alumnos alcanzan el nivel más alto de resultados de la prueba OCDE-PISA, en destreza lectora, y su índice de lectura está a la cola de Europa. Podemos afirmar, y afirmamos, que el aserto de Azaña sigue plenamente vigente: “Hoy, en España, se lee tan poco que para guardar un secreto, lo mejor es publicarlo en un libro.”



  El panorama es desolador, sí, para echarse a llorar, también -sobre un montón de libros-, mas yo, como buen autodidacta, me considero hijo de la Ilustración –ínfimo rescoldo de sus poderosas luces-, y aun consciente de que aquel siglo dejó muchos cadáveres sin enterrar (no echo en saco roto el aviso para navegantes de Steiner -“Ni la gran lectura, ni la música, ni el arte han podido impedir la barbarie total", pero modestamente pienso que más puñalás da la ignorancia; en lo que vengo a coincidir con el gran Max Aub: "Pase lo que pase: sólo  la ignorancia es mala"), he depositado una fe casi ciega (procuro, por un atavismo campesino, dejar siempre una rendija para que penetre la luz) en el conocimiento, estando siempre a favor de de la cultura, en todas sus manifestaciones. Y considero que desarrollar el gusto por la lectura no es cuestión meramente de voluntad individual: Que el fomento de la lectura, el afán por animar a leer, es y debe ser una prioridad de todo el sistema educativo, pues la importancia de la lectura como medio de informarse y, sobre todo, de formarse, es enorme.

   La lectura es un instrumento fundamental para el crecimiento personal y social de los individuos;  y esto, desde mi punto de vista, es algo irrebatible, pues hay muchas razones de peso y una sólida base científica para explicarlo: estimula la convivencia, contribuye a aumentar el vocabulario, fomenta el razonamiento abstracto, potencia el pensamiento creativo, estimula la conciencia crítica, etc. Pero además constituye  una fuente inagotable de placer.



    En mi infancia y primera juventud, en aquella larga y atrabiliaria siesta que fue el franquismo, la enseñanza de literatura era un espectáculo que oscilaba entre lo abúlico y lo grotesco; la metodología de enseñanza consistía en memorizar autores, obras y títulos, y abundaban las lápidas (¡Pobre el que no supiera el año en que -famosamente- la palmó Calderón de la Barca!). Como afirma Muñoz Molina: “la educación literaria era, y en ocasiones sigue siendo, una manera rápida y barata de lograr que los adolescentes se mantuvieran obstinadamente alejados de los libros”. Y la lectura es todo lo contrario: un goce, un placer extraordinario, una forma de felicidad.

    Bienvenida sea pues la celebración del 23 de abril (por cierto, que tal día, ni es el día en que murió Cervantes, ni es el día en que murió Shakespeare, ni es el día que nació Nabokov, ni es el día que Islero le dió la cornada a Manolete), el Día del Libro, el Sonría, por favor y todo aquello que anime y coadyuve al fomento de la lectura. Pero recordemos también siempre que “El amor por la lectura se aprende, pero no se enseña. Nadie puede obligarnos a enamorarnos” (Alberto Manguel).

     Como nos hizo aprender el inmenso e inolvidable José Luis Sampedro:

    “¿Habéis navegado alguna vez en un velero a lo largo de la costa, movidos por una suave brisa que susurra en las velas, y viendo a poca distancia cómo van apareciendo y quedando atrás lo detalles del litoral? (…) Esa navegación en la librería, (…), y esa conquista fácil de otros mundos, de otras vidas, que nunca conocería sin el libro es la fuerza, la magia, la salvadora vivencia de la lectura. (…) Mientras yo no pierda los ojos ni la razón, la lectura llenará mis deseos, provocará otros y me descubrirá lo que no sospecho dando a mi limitada vida física perspectivas innumerables. ¡Desdichados los que se privan de estas navegaciones insustituibles, indispensables, enriquecedoras! ¡Abramos sus ojos a la lectura!"




© Jesús A. Salmerón Giménez

No hay comentarios:

Publicar un comentario