lunes, 30 de marzo de 2015

ALGUNOS LIBROS BUENOS


  Jesús A. Salmerón Giménez

"Leer, leer, leer, vivir la vida/que otros soñaron, /leer, leer, leer, el alma olvida/los que pasaron. /Se queda en las que quedan, las ficciones, /las flores de la pluma, /las solas, las humanas creaciones, /el poso de la espuma. /Leer, leer, leer; ¿seré lectura/mañana también yo?/ ¿Seré mi creador, mi criatura, /seré lo que pasó?"
Miguel de Unamuno





Ilustración: El Lector, Iman Maleki




Muerte entre líneas, Donna Leon. Seix Barral



Si bien no asoma entre sus páginas el hacha de Kafka -para romper el mar helado que llevamos dentro-(en todo caso un picahielos para los cubitos del whisky), constituye siempre una buena forma de distraer o endulzar la existencia la lectura de una buena novela negra, pues la capacidad adictiva de este género es proverbial (sus esencias son infalibles: misterio, acción, violencia, crítica social, ambigüedad moral...). Si a todo esto le sumamos el carisma del comisario Brunetti, el hermoso telón de fondo de Venecia y el encanto de los libros viejos, sabemos que nos aguarda, como lectores, una pequeña felicidad entre sus líneas.
Y éste es el caso. Donna Leon se inspira en un hecho real, el robo de miles de libros antiguos de la biblioteca napolitana de Girolamini (como la autora sostiene: «El saqueo fue un crimen miserable. Los ladrones escupieron sobre su cultura»). Con un ritmo pausado, la trama (sólida, llena de recovecos) se va desenvolviendo por los canales de la bella ciudad de Venecia, donde transcurre el día a día de la vida de Brunetti, un tipo afable y culto, que lee a Herodoto y a Dante, con el que enseguida empatizamos, como con el estilo deslumbrante de esta exquisita dama del crimen.


Los papeles de Mudfog, Charles Dickens. Periférica

Si no salta la chispa, no hay nada que hacer: no se leen los clásicos por deber o por respeto, sino sólo por amor”.                                       
                                                          Italo Calvino

En el fondo, uno lee para pasarlo en grande. Y eso es lo que me sucede con Dickens: leer un libro suyo (a cualquier edad, pero más "entrado en días") es un placer extraordinario. Vamos, que siempre salta la chispa con este autor (en este sentido, me siento muy identificado con Nighy, el personaje de la recomendable película "Una cuestión de tiempo", que utiliza su poder de viajero del tiempo para, entre otras cosas, leer toda la obra de Dickens dos veces.). E incluso con esta obra menor (no digamos en la relecturas de sus grandes novelas: David Copperfield, Casa desolada y Grandes esperanzas), que escribió de joven (Periférica reúne siete relatos de etapas primerizas del autor, cuando escribía bajo el seudónimo de Boz), me lo he pasado estupendamente, disfrutando su asombrosa capacidad de observación de la realidad, la ironía, el sentido del humor, la tendencia a la exageración y al “surrealismo:
"Consideramos el ayuntamiento uno de los mejores ejemplos que existen de arquitectura de establo: es una combinación de los estilos pocilga y granja, y la simplicidad de su diseño es de una belleza incomparable”.


La literatura es mi venganza, Vargas Llosa y Claudio Magris. Anagrama

En una tarde inopinadamente húmeda y gris murciana, arrellanado en mi sillón de orejas, asistí en calidad de "oyente" a un diálogo de altos vuelos entre dos grandes de la literatura: Claudio Magris y Vargas Llosa. 
Con la lectura de "La literatura es mi venganza" disfruté de una conversación literaria entre dos escritores extremadamente inteligentes, que dialogan con pasión sobre la Odisea y sobre Don Quijote o sobre la concepción del tiempo dentro de la novela contemporánea, pero también de la democracia, los derechos, las identidades...Todo con brillantez y sentido cívico: "
la voluntad de entender el mundo y transformarlo a través del arte, la razón y la pasión no desaparecen, aún son una brújula indispensable para afrontar nuestro tiempo".
Y se presentaba aburrida la tarde...




Historia mínima de la literatura española, José-Carlos Mainer. Turner

Una Historia mínima de la literatura española en solo 230 páginas (sin contar el -espléndido- Índice y Cronología de los principales autores y obras) es un reto épico: José-Carlos Mainer se lo propuso ¿Ha vencido? Las 200 primeras páginas son memorables (La Edad Media y El Siglo de Oro). En las épocas más recientes, a mi modesto entender, en algunos aspectos, yerra. Designa a la Regenta, de Clarín, como la mejor novela española después del Quijote, magnífica sin duda, pero para mí es superior (en complejidad, en capacidad de invención…) Fortunata y Jacinta, de Galdós, autor que tiene un puñado de novelas con ese mismo nivel de excelencia (Miau, Misericordia...) y por el que Mainer pasa de puntillas más de lo que yo hubiera deseado. También omite, incomprensiblemente, al gran Arturo Barea y no nombra la memorable novela Imán, de Sender. Con todo, el problema se presenta cuando llegamos a la segunda mitad del siglo XX. Aquí José-Carlos Mainer ha realizado una criba tan grande que autores como Arturo Pérez-Reverte o Julio Llamazares no aparecen; en cambio autores como Miguel Espinosa y Eloy Sánchez Rosillo (dos grandes escritores murcianos) si están merecidamente representados en el libro.
A pesar de esto, se puede decir que es un pequeño gran libro, en el que Mainer realiza un espléndido alarde de su gran capacidad de síntesis y agudeza lectora, y, con un estilo ameno y elegante, elabora una imprescindible guía de lectura para un público amplio de lectores.



El bibliótafo. Un coleccionista de libros, Leon H. Vincent. Periférica

"El bibliótafo entierra libros; no literalmente, pero a veces con el mismo efecto que si los hubiera metido bajo tierra. Existen varias clases de Bibliótafo. El tipo perro del hortelano es el peor. Apenas utiliza los libros para él mismo e impide absolutamente que los utilicen los demás". (p. 15)
Este pequeño gran clásico de las letras norteamericanas cuenta las divertidas aventuras de un peculiar coleccionista de libros (inédito hasta ahora en español, según nos informan en la contraportada del libro -excelente edición de Periférica-).
Una lectura gratificante por su contenido y asombrosa por su estilo. Un libro sobre libros (como objeto de culto), aunque se centra más en los personajes que conforman la extraña cofradía de los cazadores de libros, narrado con elegancia y ese humor tan característico de los hijos de la pérfida albión (ácido e inteligente), que se lee «en menos que se abre un paraguas, es decir, "mientras esperas"».



Órdenes sagradas, Benjamin Black. Alfaguara

Otro milagro de Banville. Después de resucitar al mismísimo Philip Marlowe en La rubia de ojos negros, Benjamin Black, el otro yo de Banville, nos regala una nueva entrega de la prodigiosa serie de novela negra protagonizada por el doctor Quirke, nuestro patólogo de guardia. En este nuevo caso de la legendaria saga, el curioso y perspicaz forense, más confuso y desorientado que nunca, camina con paso seguro hacia el desastre. La mente de Quirke -en medio de una trama intrincada y particularmente oscura- es el verdadero misterio: Este grandullón, y gran bebedor (capaz de lanzarte una mirada como si te apuntara con el cañón de una pistola, sólo por amenazar con hielo su whisky Jameson), con su aire atormentado y perdido en el neblinoso Dublín de los 50, nos seduce una vez más. Sin duda, la deliciosa prosa de Banville (armada frase a frase: exquisito orfebre de las palabras), su magnético poder narrativo tienen algo que ver en ello. 
Es el sexto libro de la serie, y espero que siga durante mucho, mucho tiempo...


© Jesús A. Salmerón Giménez

No hay comentarios:

Publicar un comentario