Rosa Campos
Porque amo la radio y porque pienso que es
uno de los medios de comunicación de masas más perfectos que existen, se me
hace necesario escribir unas palabras sobre algo que se ha celebrado el pasado día 13 de este mes: el Día Mundial de la Radio.
Es mucho lo recibido desde ella. La escucho
siempre que puedo, y no la busco como compañera para mitigar soledades (tengo
la suerte de gozar de buena compañía); la elijo porque despliega conocimiento
poliédrico y divierte, y todo eso que aporta proyecta una infalible riqueza.
El lema que proponen este año es Por Jóvenes, para jóvenes. Con esta premisa no he podido evitar asociar
mi vínculo radiofónico más personalizado (tras la raíz que se enganchaba a lo
que se escuchaba en casa desde siempre) a partir de la adolescencia y de la incipiente juventud, como suele ocurrir con todo lo que se
inicia en esa franja de la vida, viniéndome a la memoria tres nombres que supusieron
una revolución en aquellos años en los
que todo huele a descubrimiento: Resurrección, Poesía, Triana.
Triana.
El dial del transistor era poderoso, me llevaba
a escuchar la música que yo quería seleccionar entre la que se ofertaba (especialmente Los 40 principales).
Podría citar muchos nombres que me gustaban en las diferentes lenguas
españolas, también en inglés, francés, italiano y portugués (hasta ahí me
atrevo a citar y a reconocer), pero me quedo con El Patio, de Triana, que
escuché por vez primera a través de este medio, suponiendo todo un hallazgo para mí. Ese
acento producido por la mezcla de flamenco y de rock tan novedoso era una
delicia para los sentidos de alguien como yo, que me había criado escuchando el
flamenco y la copla (algo que les debo con enorme gratitud a las predilecciones
musicales de mis padres). A partir de El patio, Long Play que se puso a la venta el 14 de abril de 1975, teniendo
muy poca repercusión, hasta el punto de que varias tiendas de discos llegaron a
descatalogarlo. Sería un año y medio más
tarde cuando pasaría a ser uno de los más escuchados y emblemáticos de la
música pop de los 70 en nuestro país. Este LP se denominó así posteriormente, debido
a la imagen que ilustraba la caratula. Contenía canciones como `Abre la puerta´,
`En el lago´, `Sé de un lugar´, `Dialogo´…, de las que llegan para quedarse,
sucedía igual con `Hijos del agobio´, `Tu frialdad´, etc., que saldrían en
discos sucesivos. Triana se quedó sin Jesús de la Rosa en 1983, y ahí se
detuvo su producción para la historia de la música de buena parte de los adolescentes
y jóvenes españoles de aquellos años, que, en mi caso, me llegó a través de
esta sorprendente caja sonora.
Poesía.
La radio me acercó a la poesía, a la literatura en general, pero especialmente
a los poemas que escuché antes que leí y que me condujeron a buscar a sus
autores, algo que me conducía a ampliar el núcleo. Podría citar a tantos poetas,
hombres y mujeres, de los que supe a través de las ondas…
Ahora, porque lo tengo recién oído, traigo a
la memoria Veinte poemas de amor y una canción desesperada de Pablo
Neruda, porque, en un programa dedicado al amor, leyó el nº 20 la profesora
y poeta Alicia Mariño, tomándolo el libro
de la primera edición (Ed. Resnacimento,1924), comentando algo que me pareció atractivo
por lo que dice de humano sobre el autor, y es que en esa edición todavía no
estaban los cambios que el poeta haría para las sucesivas ediciones. Es una información
que vi valiosa, con la suavidad de lo cotidiano, semejante a otras que nos llegan sin alardes,
dejándonos cada quién su huella de conocimiento sobre algo que desconocíamos y
que nos hace más próximos.
Portada de una Edición
estadounidense
(Dodd, Mead & Company, 1900)
Resurrección. No sé en qué emisora radiaban esta novela de
León Tolstói, si sé que no pude seguirla en todos sus capítulos. No sé el año de su emisión, sí que yo tenía más
bien pocos en mi haber y que no obstante me cautivó, aunque es muy probable no
llegara a entenderla en todo su significado. Me compré el libro la primera vez que llamó a mi puerta alguien
que representaba al Círculo de Lectores, también el de Ana Karenina, pero, aunque me parecieron ambas grandes obras, yo preferí
Resurrección. Entre sus páginas y mediante la relación entre Dimitri I. Nejliúdov
y Katia Maslova se narraba una historia
donde las diferencias de clase evidenciaban las injusticias, con una mirada de
denuncia hacia los negligentes poderes políticos y hacia los religiosos
institucionalizados. Esta novela, la última que escribiera este gigante de la
literatura, fue publicada en 1899 en la revista Neva, con el objetivo de recaudar dinero para los dujobory, objetores de consciencia rusos, que
estaban siendo perseguidos por la represión zarista y tuvieron que emigrar a
Canadá. Tolstói destinó para esta
causa los beneficios íntegros. La censura rusa se cernió sobre Resurrección, no pudiendo editarse completa hasta 1936, sí en otros
países y en varios idiomas.
Así empieza Resurreción:
« En vano los hombres, amontonados por centenares y miles
sobre una estrecha extensión, procuraban mutilar la tierra sobre la cual se
apretujaban; en vano la cubrían de piedras a fin de que nada pudiese germinar en
ella; en vano arrancaban todas las briznas de hierba y ensuciaban el aire con
el carbón y el petróleo; en vano cortaban los árboles y ponían en fuga a los
animales y a los pájaros; la primavera era la primavera, incluso en la ciudad.
El sol calentaba, brotaba la hierba y verdeaba en todos los sitios donde no la
habían arrancado, tanto en los céspedes de los jardines como entre las grietas
del pavimento; los chopos, los álamos y los cerezos desplegaban sus brillantes
y perfumadas hojas; los tilos hinchaban sus botones a punto de abrirse; las
chovas, los gorriones y las palomas trabajaban gozosamente en sus nidos, y las
moscas, calentadas por el sol, bordoneaban en las paredes. Todo estaba
radiante. Únicamente los hombres, los adultos, continuaban atormentándose y
tendiéndose trampas mutuamente. Consideraban que no era aquella mañana de
primavera, aquella belleza divina del mundo creado para la felicidad de todos
los seres vivientes, belleza que predisponía a la paz, a la unión y al amor, lo
que era sagrado e importante; lo importante para ellos era imaginar el mayor
número posible de medios para convertirse en amos los unos de los otros. »
Poco he escrito de la radio, cuando hay mucho
que contar de un medio que depara cultura a cuantos lo deseen y en cualquier lugar, sin precio, a pesar de
valer lo suyo en oro; que desarrolla la imaginación; que nos enlaza con la historia, nos muestra el presente y nos tiende puentes hacia el futuro; que lleva tantos años emitiendo desde unas ondas hertzianas nutridas por mujeres y hombres que hacen posible que nos llegue en el día a día cualquier asunto que nos pueda
concernir… Todo aquello que nos pueda interesar a través de sus voces por las que se cuelan los sentimientos que tocan el
sentido del oído como un viento nuevo y a la vez cercano. Qué fácil ser joven con ella.
© Rosa Campos
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