Rosa Campos
En la muestra Antonio Tapia. 10 años, abierta al
público en la Sala de `La Pecera´ del Museo de Siyâsa (Cieza), podemos ver la obra perteneciente a los
trabajos que ha realizado en la última década
Antonio L. Martínez Tapia (Murcia, 1965), y que han formado parte de
diferentes exposiciones, entre ellas Nooooo!!!!,
Al
otro lado, Heridas del tiempo y Guardianes de sueños.
Desde su pintura, marcada por un
realismo con sello propio, se subrayan
varios conceptos: lo efímero del tiempo, algo que todavía se agudiza más cuando postergamos o ignoramos el reencuentro
con los sitios que un día nos llenaron; las tragedias que ocurren cuando nos cubrimos
los ojos para no ver lo que urge mirar, lo que sabemos que destruye; la incomunicación a la que nos abalanzamos a pesar de tanta
tecnología diseñada para facilitarla; los años de la niñez preñados de unos
sueños que luchan por no desvanecerse…
Cuestiones de las que nos habla a través de
unos paisajes urbanos que se
resquebrajan por la fugacidad de la vida o por el olvido al
que los relegamos; también desde unos ojos, los suyos –su propio retrato
simboliza a esa gran área de la sociedad
en la que podemos estar muchos aun sin querer reconocerlo–, tapados, esquivando una realidad que agrede.
En
sus acrílicos sobre tabla –la técnica que
predomina en esta muestra– y en los dibujos percibimos algo inquietante, como si la
denuncia del descuido arañara con fuerza el alma de la obra y a la vez la
nuestra. Y es que su autor nos introduce en una narrativa que nos obliga a pararnos ante cada uno de
sus cuadros para interpelarnos por el
porqué de esas grietas, de esas brumas o, por el contrario, de esas atmósferas limpias, de paisajes sin gente, envolviendo edificios bien delimitados; qué argumentan los teléfonos silenciosos,los objetos cotidianos...
Colores quebrados en los que imperan
diversos azules, grises; también están los cálidos, con unos amarillos
no etéreos, sino contundentes,
destacando alguna parte en la arquitectura, o dando vida
a los indios y vaqueros de plástico de las guerras de juego de la infancia.
Figurativismo realista, cargado de
simbología y onirismo, que nos induce a pensar en las consecuencias del devenir del tiempo, en nuestras actitudes
–especialmente cuando se convierten en negligencias–; en él las grietas, el
óxido, el deterioro de lo cercano…, se muestran para decirnos que la incomunicación con los demás y con el entorno es algo que
hay que ahuyentar. Todo es más proclive al deterioro de lo que parece si no
lo cuidamos, si no volvemos la mirada y actuamos para poner de manifiesto lo que nos importa.
Fot.: C. Navalón
Antonio Tapia, desde que cambió de trabajo para
hacer de la pintura su oficio, ha desarrollado una amplía labor en el campo de
las artes plásticas, pasando a formar parte del Colectivo XXI –grupo que se movió para que se creara la Facultad de
Bellas Artes en la Universidad de Murcia–, y aunque su formación fue
autodidacta, también ha sido alumno de
numerosos cursos de artes plásticas impartidos
por la Universidad Internacional del
Mar. Su obra se ha expuesto en varios puntos de la geografía
española, así como en Francia, Italia y Suiza. Actualmente se dedica fundamentalmente a su faceta de pintor, e imparte clases
de dibujo y pintura, entre otras actividades relacionadas con esta disciplina artística. Esta exposición es la primera individual que realiza en Cieza, fue presentada por Antonio Tamayo, acalde, y por Joaquín Salmerón, director del Servicio Municipal de
Museos y Patrimonio Histórico.
Acudir
a esta cita que hasta el 9 de febrero nos aguarda en el Museo de Siyâsa, supone
un buen motivo para constatar que su autor
posee un nutrido lenguaje pictórico, interpretado con dominio de técnica y con riqueza de conceptos, desde el que
comunica la necesidad de despertar para tomar conciencia, para cuidar.
© Rosa Campos
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