Jesús A. Salmerón Giménez
“Los libros no se hacen como los niños, sino como las pirámides,
con un proyecto premeditado y amontonando grandes bloques los unos encima de
los otros, a fuerza de riñones, de tiempo y de sudor. ¡Y no sirven de nada! ¡Y
se quedan allí, en el desierto! Pero dominándolo de forma prodigiosa. Los
chacales se mean en su base y los burgueses suben hasta su cúspide; continúa la
comparación”.
Julian
Barnes
Ilustración de Quint Buchholz
Los
marcianos somos nosotros (Bradbury)
No frecuento
mucho la ciencia ficción (o literatura de lo extraño como prefiere denominarla
Harold Bloom), con la excepción de la lectura de conspicuos autores del género
como Isaac Asimov y Ray Bradbury, máxime con los derroteros que ha tomado en
los últimos tiempos, en los que, como sostiene Miquel Barceló en el espléndido
prólogo del libro, está más encaminada a la fantasía que a lo que se ha
dedicado siempre la ciencia ficción "reflexionar sobre nuestro mundo y los
posibles futuros que nos esperan".
Con ciertas reticencias, pues, inicié la
lectura de esta novela que, sin embargo, me ha enganchado desde Sol 6: a de La isla misteriosa de Verne y también del
Robinson Crusoe, pero en un pasaje inhóspito como es el planeta Marte. Una
intensa y estimulante historia de
supervivencia, brillantemente construida, con un suspense sorprendente, La
lucha por sobrevivir en soledad, desde la ciencia y la inteligencia, lo que no
le resta ni un ápice de épica. Y todo con el humor (una trinchera contra el miedo, en sabia
definición de Antonio Hernández) del protagonista que se hace indispensable en
una situación tan hostil y extrema como la que está viviendo.
Una historia con lírica
(Del
futuro al pasado, de Marte a la Castilla del Quinientos, y sin moverme del
sillón: Ésta sí que es una verdadera máquina del tiempo, ¿qué mejor puerta
espacio-temporal que un buen libro?)
Manuel
Fernández Álvarez, con su solvencia habitual de historiador riguroso, nos abre
una ventana que nos permite asomarnos al mundo del Quinientos y al mundo
interior de un personaje histórico (y literario) de primera magnitud: Juana la
Loca, (o la Desventurada, como prefiere el insigne historiador), la hija de los
Reyes Católicos, la más atractiva, que por una carambola del destino llegó a
ser reina, pero que nunca llegó a gobernar.
Una
biografía conmovedora, que se centra en
los lados más vulnerables de esta mujer, no tan loca como indica el apodo. Pero
hubo, como señala el autor, dos sucesos desencadenantes: fue alejada de su
familia a una edad muy temprana y acabó locamente enamorada de un marido
casquivano.
Esta
mujer enferma de soledad no recibió el tratamiento adecuado, ni contó con la
compañía y el afecto mínimo que necesitaba: Supeditada a las ambiciones de poder de su marido, el tornadizo Felipe el
Hermoso, de su padre, el maquiavélico Fernando el Católico y de su hijo, el
caballero cristiano y prognato Carlos V, fue encerrada en Tordesillas en 1507.
Esta mujer, que paseó por media Castilla el cadáver de su marido, permaneció
cautiva durante 48 años -y únicamente tuvo momentos de libertad y
reconocimiento, durante la rebelión comunera liderada por Juan Bravo, Padilla y
Maldonado-. Una vida intensa y trágica y desventurada. Un historia novelada
memorable. Como manifestó en una entrevista el gran historiador: "Y,
claro, la literatura me ayuda a escribir la historia con cierta prestancia y
carga lírica".
Los
caminos del lector son inescrutables
JULIAN
BARNES me deslumbró con El loro de Flaubert, en los albores del mundo, y me
divirtió y me encandiló con Una historia del mundo en diez capítulos y medio.
Y, sin embargo, desde entonces no había vuelto a leerlo. Y, por azares de la
vida, comienzo la lectura de Niveles de vida, y recuerdo su humor, su estilo
desenfado, leve pero de altos vuelos, como los globos aerostáticos que
describe, en su vuelo majestuoso (y en el estruendo de su caída), la épica de
la aeronáutica a finales del XIX. Y París y la glamurosa Sarah Bernhardt ...Y
el encanto de su prosa, deliciosa. Y de pronto, como la desgracia súbita, sin
avisar, nos abisma al fondo del corazón humano, a profundidades que ni su
admirado Orfeo se atrevió a sondear en busca de su amada Eurídice. Nos habla de
cómo el mundo cambia (juntando dos cosas, dos personas -o separándolas-), nos
habla del amor y de la muerte, de la pareja enamorada, de la pérdida de su
mujer (y la aflicción y el duelo): "Y lo que desaparece es mayor que la
suma de lo que había. Esto es quizá matemáticamente imposible, pero es
emocionalmente posible”.
Y
nos quedamos tocados, noqueados, sin aliento, a ras del suelo, en la pérdida de
profundidad. Como alguien ha escrito: "Cualquiera que haya amado o sufrido
una pérdida, o simplemente sufrido, debería leer este libro, y releerlo y
releerlo".
Pura
vida
Como
sostiene nuestro paisano, y sin embargo gran crítico literario, J.M.
Pozuelo-Yvancos: más que una novela, pura vida. De Landero leí Juegos de la edad tardía en los
años 90 ("Cuando de casi todo hace ya veinte años..."), y recuerdo
que me gustó, pero que no me generó adherencia a su literatura (los caminos del
lector son inescrutables...), craso error, sin duda porque sus obras, con poco
que se aproximen a ésta, deben de ser magníficas. Con un estilo directo y
ligero (pero, experto alquimista de las
palabras, conoce el peso exacto de cada
una de ellas, y cómo multiplican su valor en precisas y sabias combinaciones),
nos asoma al balcón de la vida: sus años de aprendizaje entre la remota Extremadura
rural de los 50 y el Madrid de los 60 (rompeolas de la emigración masiva del
campo a la ciudad de aquellos años). Deja memoria de su vida y de la de sus
mayores: gentes sencillas, pero prodigiosas; de unos tiempos sombríos, pero
también mágicos: Cada recuerdo que destila su pluma es un portento, por como lo
cuenta y por lo contado: debajo de su estilo sobrio y limpio, late la
imaginación desbocada de su fantástica abuela Frasca, que le enseñó los arcanos
y los ritmos de la narración oral.
Así
termina, en uno de los mejores finales de libros que he leído en los últimos
años:
"En
cada instante, en cada frase, en cada pequeño acontecer, lo trivial y lo
misterioso van a partes iguales. Eso es todo, y no hay más que contar. Un grano
de alegría, un mar de olvido".
© Jesús A. Salmerón Giménez
Interesantes tus reseñas. Gracias
ResponderEliminarGracias a ti por el comentario, Carmehsanta. Pará mí, es un placer compartir mis experiencias como lector.
Eliminarcomo lector apasionado sos una muy buena guía para futuras lecturas. Gracias, Jesús
ResponderEliminarGracias a ti, amiga Sara. Compartimos la pasión por la lectura.
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