martes, 1 de julio de 2014

PASEO DE LA FAMA

                                                                                                                                     Juan A. Piñera


           Parece que los que corren son tiempos de necesidad de cambios, reformas, aire fresco, etc. Aunque no se sabe si es cambiar para seguir igual o para ir en otra dirección. Ya veremos.
Lo que no cambia, ni parece tener visos de hacerlo por ahora, es el egocéntrico, descomedido, abusivo, interesado, megalómano (tantos adjetivos son puestos a propósito para tratar de equivaler el hastío que provocan) afán de figurar como personas indispensables para nosotros por parte de los políticos. En la televisión se llama Telediario a un tiempo ocupado en un alto porcentaje por las tribulaciones de sus señorías, cuando deberían darse cuenta de que ellos, como personajes públicos, y gracias a ellos precisamente, nos interesan poco; solo prestamos atención a sus gestiones y a sus resultados: nos bajan los impuestos, nos los suben más, nos solucionan o no esto o aquello... nos mejoran o empeoran la vida. Si ya los españoles están cansados y cabreados por lo que todos sabemos, la situación se agrava cuando al poner la televisión para ver lo que ocurre aquí y fuera, nos trituran con el siguiente capítulo del y tú más, del político de carrera que no tiene bastante con su sueldo y sus dispensas que, aún, aspira a robarnos el tiempo a través de un medio que pagamos los de siempre. Se han convertido en estrellas mediáticas que nos quieren vender como necesarias, cuando no es así. No me interesa lo que un político opine de otro, sea o no de su partido, no me interesa dónde ha viajado, ni en qué pueblo dio el último mitin, ni cuántas veces ha repetido el comodín de laboratorio que tanto usan ahora: “trabajaremos para...”, “estamos trabajando en...”, “hay que trabajar por...”. Todo ello choca cuando cambiamos el punto de mira hacia nuestra localidad. La sensación es que ocurre justo lo contrario. Cuando se supone que un político local ha de estar cerca del ciudadano y escuchar sus problemas o, al menos, poner medios reales para ello, la sensación es que están distanciados. Aquéllos, los que salen por la televisión, se ocupan de las grandes cosas, y como tal, tendrían que “trabajar” más a la sombra, y éstos, los del pueblo, deberían escuchar más, mucho más, lo que el ciudadano pide, ser más accesibles, porque para eso nosotros les pagamos (muchas veces a través de tasas totalmente absurdas y duplicadas que ellos crean de la nada) a costa de quitarnos, como a muchos ocurre, de comer. Trabajan con el sueldo de todos para ser protagonistas y estar en todas partes; trabajan, con el sueldo de todos, para mal gestionar nuestro dinero; trabajan, con el sueldo que nosotros ganamos trabajando, para crear impuestos y tasas que sirven para continuar en sus cargos; trabajan, cobrando lo que nosotros les pagamos, para justificar lo que nosotros les pagamos; trabajan, cobrando lo que nosotros les pagamos, para fijarse el sueldo que cobran por su trabajo; trabajan, cobrando lo que mucha, mucha gente está obligada a pagar aunque no pueda, para ejercer su derecho a vivir bien.
Son adictos a ellos mismos, a las cámaras y a los micrófonos. Son estrellas. Sí, lo son. Ellos lo saben, nosotros cedemos, consentimos y pagamos. Propongo hacerles un paseo de la fama; en suma, lo pagaríamos nosotros igualmente. Allí, en acto celebrado públicamente con pompa y esplendor, les invitaremos a que metan sus manos en el hormigón. Si lo hacemos bien, le ponemos uno de secado rápido para que queden sujetos. Quedarán inmortalizados para siempre. Entonces viviremos más tranquilos,  sabremos lo que es la felicidad.
Y llegará entonces el tiempo en que nadie hable de un político.











©Juan A. Piñera

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