lunes, 2 de junio de 2014

TANTO POR HACER

                                                                                                    Rosa Campos 
                 
                          
                                                                          Malala Yousafzai, activista.

                                                                                           
    Si sacamos la cabeza del hueco del  ala vemos las cosas que esperan nuestra no tolerancia y nuestra negación a la pasividad desde cualquier ámbito, en especial desde el de que tiene obligación de dar la cara, porque si es testigo  y calla, la cultura no es tal, sólo un sucedáneo.

   Mujeres. Duele hasta el reproducirlo escrito: a finales de mayo han violado y ahorcado a dos mujeres indias, dos niñas de 14 y 15 años pertenecientes a los  `intocables´  (dalits),  el estrato social más bajo del sistema de castas del hinduismo; a ellos se les destina el trabajo –prohibido por ley en 1993, pero no extinguido– de recoger los excrementos del prójimo con las propias manos, y la mayoría de estos parias o impuros que realizan esta tarea son mujeres). Parece ser que estas mujeres son las que mayor agresión sufren, por casta y por género. Las clases consideradas por encima de los intocables, no suelen denunciar las violaciones  que padecen las mujeres del más bajo eslabón social hindú.  Estas dos adolescentes  son las últimas de tantas otras que han sufrido esta tragedia extrema.

   223 niñas nigerianas, raptadas. No quieren que reciban educación. Vendidas a doce dólares. … Cuánto desvarío, y qué vergüenza.

    Mujeres y pobres, si lo segundo es una desdicha no tenía por qué ser mayor al sumarse al género, pero por desgracia lo es.

   Niños. En este planeta nuestro mueren de hambre 8.000 niños cada día  (datos de Europa Press). En este junio que iniciamos hay comedores escolares que se cierran y que dejarán con necesidades alimentarias a muchos niños de el llamado Primer Mundo.
Son cosas que deben dolernos hasta sentir hondo las punzadas, hasta hacernos agudizar las capacidades y el entendimiento.


  Es necesario hacer más de lo que se hace, activarse hasta conseguir  que esto dé la vuelta, está en juego nuestro propio respeto como seres humanos además de el de los niños y el de las mujeres que no viven con sus derechos porque se les amputa la dignidad,  y se les impone cargar con un destino no elegido, ni merecido. 
¡Tanto por hacer!


                                                                                          
© Rosa Campos

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