lunes, 9 de junio de 2014

PEDRO ANTONIO MARTÍNEZ ROBLES

   

Rosa Campos

Pedro Antonio Martínez Robles (Calasparra, 1959), con  El ámbito de la luz,  ha sido el ganador del II Premio Internacional de Poesía `José Zorrilla´, entregado en Valladolid el pasado 26 de mayo. El «enorme ambiente lírico» y el «temblor interno que debe tener un verso de alta calidad» de este texto poético han sido  rasgos destacados por el jurado, que estuvo compuesto por Luis María Ansón, Jorge de Arco, Fermín Herrero, Jesús Fonseca, Luis Alberto de Cuenca, Carlos Aganzo, Joaquín Bardavío y Antonio Colinas.  Lo leeremos despacio, como merece ser leída la poesía.

   Anteriormente su obra poética ha sido distinguida con el Premio de Poesía `Enrique Rius Zunón´  (1983) por  Voces de la Espera, al que sigue La réplica de las sombras, Accésit premio Albacara de Poesía 1985.  Las manos transparentes  fue Mención Honorífica en el Certamen Internacional de Poesía `Ciudad Miranda de Ebro´ en 1996. Ha sido finalista en los premios de poesía `Vicente Gaos´; `Alegría´, de la Fundación José Hierro; `Rosalía de Castro´, de la Casa de Galicia en Córdoba, y `Ateneo Jovellanos´, de Gijón.

   Impulsor de las jornadas literarias `Calasparra Poética´, ha participado con la lectura de sus poemas en diversos recitales y actos poéticos, entre los que cabe mencionarse: `Ardentísima´, Los Jueves de Julio (organizados por la Universidad de Murcia),  `Jornadas de Poesía sobre el Segura ´(Museo de Siyâsa, Cieza), `Trasnochando´ (Museo de la Ciudad, Murcia), `Fiesta literaria´ con Amigos de la Lectura, en el Casino  de Murcia, los `Lunes literarios´ (Café Zalacaín), etc.
Durante dos años sus artículos han aparecido de manera regular en el periódico de El Noroeste.

   La biografía de P. A. Martínez Robles está formada por Voces de la espera. Poesía (1984), Voces penúltimas. Antología de nueve poetas murcianos. Poesía (1986), Las manos transparentes. Poesía (2002), La llaga presentida. Poesía (2004), La Chachagüí. Narrativa. (Libro de semblanzas) (2007), El ámbito de la luz. Poesía (2014).


Compartimos una breve muestra de su obra:


TRÁNSITO,   de Voces de la espera 

Detrás el ruido.
El incesante alboroto de una aurora desangrada.
Delante el mármol
virtuoso y helado del silencio.
Detrás la carga
de los días sopesando en el espacio
el dolor de las horas.
Delante
la rosa negra, marchita,
de la ausencia sin contornos ni durezas,
blandamente.
En medio el vértigo...





HERIDO BARRO (que dedica a  María José,  su esposa) es un poema que  forma parte  de La llaga presentida (donde también hallamos poemas que destina a sus hijos, Isabel María  y Eliezer),  de el extraemos los siguientes versos:

(…)
Podría decir que somos
arcilla para amar, herido barro,  
pecado hermoso y dulce de la carne 
buscando permanencias.   
Más nada sé del hombre que me habita 
y tú eres un misterio  
más ancho y más profundo cada día
que finge , sin quererlo, transparencias. 
No hace falta memoria para amarte,
me basta tu presencia.                            
 (…)


Así como los dos siguientes poemas:

AUTORRETRATO RECURRENTE
Tal vez sea necesario
que inicie una vez más este poema
para tratar de averiguar quien soy:
...Viene la luz desde la calle y toca
suavemente mi frente.
Respiro. Son las siete.
Abro los ojos: una cebra inunda,
gris y blanca, mi cuarto.
Siento mi pulso. No.
Respiro. No es mi pulso lo que siento;
es el reloj.
Me palpo los bolsillos del pijama; 
no encuentro el corazón.
Abro los ojos
un poco más.
Respiro nuevamente. Ahora percibo
con toda claridad
 mi pulso en la mesilla.
Con una mano inicio 
lentamente los ritos de la vida
y perezoso toco
mi inconmovible corazón de cuarzo.
                                                                                                            

y

LA HERENCIA
Inexplicablemente, como todos
 los atroces actos que cometemos,
golpee a mi perro sin piedad alguna
 por un simple destrozo en las dalias del jardín.
 Tal vez mi ciego impulso obedeciera
 al hecho irrefutable
 de ver tanta belleza mancillada
 por un extraño ser que no comprende
 los daños que ocasiona y mucho menos
 el severo castigo que le inflige
 quien finge amarlo y lo acaricia a veces
 y vierte cada día a manos llenas
en su plato los dones de la vida.

En un extremo del jardín mis hijos
 mirábanme con desolados ojos,
 pues no podían, a caso, comprender
 tanta violencia. En ese mismo instante
 una tarde lejana
 afloró con su herida en mi memoria,
pues recordé a mi padre en un acto semejante
y yo igualmente lo miraba
 desde un rincón con doloridos ojos.

Caerán los años
 y –¡quién sabe!– tal vez el tiempo torne
mucho más vulnerable mi conciencia,
 pero habrá de ser ya irremediable
que la dureza instale su ceguera
 en los vírgenes ojos de mis hijos
 y ellos también, con desabrido gesto,
descarguen su impotencia sobre un perro
 y atónitos sus ojos lo contemplen.

            

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