Jesús A. Salmerón Giménez
“(..) sólo debería leerse aquellos libros
que nos muerden o nos pican. Si el libro que leemos no nos despierta de un
puñetazo en el cráneo, ¿para qué leer? (…)”.
Fran Kafka
A
pocos días de finalizar 2014, conviene hacer una revisión anual de las
lecturas: he repasado uno a uno los libros de los que he hablado este año y he
seleccionado aquellos de los que guardo una emoción más viva, es decir, no aquellos con los que más he disfrutado,
sino los que más me han conmovido (lo que, como sabemos, no siempre coincide): Los libros que me han
pegado al modo de aquella hacha de Kafka, capaz de romper el mar helado que
lleva uno dentro.
Ilustración
de Quint Buchholz
* Señora de rojo sobre fondo gris, de Miguel
Delibes. Una de las mayores felicidades que me
deparó el año fue la lectura de este libro. Como conté aquí en NOTAS, después
de rastrear indeciso entre las últimas novedades de los escaparates de las librerías, hice una
desganada rebusca en mi modesta biblioteca y encontré un libro de una colección de kiosco de RBA de los años noventa: lo hojeé –con cierta indolencia, todo hay que
decirlo- y no pude dejar de leerlo (asomó el hacha que rompe el hielo interior):
se me humedecieron los ojos, rompí a
llorar desconsoladamente; tal fueron, ante la calidad y la fuerza de lo leído,
las intensas emociones suscitadas por la lectura de este magistral monólogo, en
el que un hombre que se dirige a su hija para desgranar sus recuerdos más
íntimos con Ana, la protagonista de esta hermosa novela, su esposa trágica y prematuramente muerta. Como
escribí: Un bellísimo retrato, un luminoso lienzo de los sentimientos, Señora
de rojo sobre fondo gris es una novela impresionante sobre el amor y la honda
tristeza de la pérdida de la persona amada: "Una mujer que con su sola
presencia aligera la pesadumbre de vivir". ¿Puede decirse de alguien algo
más hermoso? ¿Se puede escribir un libro más admirable?
* Limónov,
de
Emmanuel Carrère. Este libro lo acabé perturbado.
Me impactó como un meteorito de emociones –devastador, profundo-. Es una novela
-de no ficción, como definió el género que se sacó de la manga el gran Truman
Capote- magnífica: el talento de Emmanuel Carrère
puesto al servicio de un personaje desmesurado, único, contradictorio, sobre el
fondo del país de las maravillas de la Rusia de los últimos 50 años.
Así
nos lo presenta el autor: "Eduard Limónov no es un personaje de ficción.
Existe.
Yo lo conozco. Ha sido granuja en Ucrania, ídolo del undergroundsoviético bajo Bréznev, mendigo y después mayordomo de un millonario en Manhattan; escritor mimado en París, soldado perdido en la guerra de los Balcanes, y, ahora, en el inmenso burdel del poscomunismo en Rusia, viejo jefe carismático de un partido de jóvenes desperados. Él se ve como un héroe, pero también se le puede considerar un cabrón: yo por mi parte no me atrevo a juzgarlo”.
Yo lo conozco. Ha sido granuja en Ucrania, ídolo del undergroundsoviético bajo Bréznev, mendigo y después mayordomo de un millonario en Manhattan; escritor mimado en París, soldado perdido en la guerra de los Balcanes, y, ahora, en el inmenso burdel del poscomunismo en Rusia, viejo jefe carismático de un partido de jóvenes desperados. Él se ve como un héroe, pero también se le puede considerar un cabrón: yo por mi parte no me atrevo a juzgarlo”.
Un
hombre inverosímil en un país desmesurado (o viceversa). Un libro memorable.
*Nueva York después de muerto, de Antonio Hernández. (“Y, apréndetelo bien,/ que no se escribe, se ama/ con gozo y sufrimiento. Y ese es el corazón”). En estos tiempos convulsos no está de más tornar a la poesía ("la poesía es la máscara que nos descubre"). La poesía valiente, comprometida con su tiempo ("palabra en el tiempo" machadiana). Nueva York después de muerto es un libro que nos lleva a terrenos no hollados por la literatura española: nos emociona, nos sorprende, nos coloca de bruces frente al misterio. Es un homenaje a Luis Rosales, a Federico García Lorca, a la ciudad de Nueva York... Es una mezcla audaz de todos los géneros: narración, verso libre y clásico, ensayo y crítica, diálogo moral…
Un enorme poemario (Premio Nacional de Poesía 2014); un autor único; un libro emocionante, estremecedor: uno de los más hermosos e iconoclastas que he leído en los últimos años.
* Stoner, de John
Williams. ("Se
trata simplemente de una novela sobre un tipo que va a la universidad y se
convierte en un maestro. Pero es una de las cosas más fascinantes que jamás he
encontrado".
Tom Hanks”). Una novela intensa, conmovedora, sobre la
mediocridad de la vida, pero también un canto a su esplendor, un elogio a la
integridad de las personas frente a las pequeñas -y a las grandes- miserias: el
estoicismo atravesando el estólido caudal de los días y las noches... Una obra
maestra que ha permanecido ignorada durante demasiado tiempo.
* Por
cuenta propia, de Rafael Chirbes. (“Ya
sé que un libro no tiene la solidez de una casa, pero en Moscú quedan pocas
casas de las que se construyeron cuando Tolstoi vivía, y de la vieja
Alexanderplatz berlinesa qué quedaría de no ser por el libro de Döblin. Me digo
que puedo discutir sobre la resistencia de los materiales con los obreros del
bar, porque una casa y un libro son expresiones de la sorprendente dureza
interior que guarda ese frágil animal humano al que cualquier accidente tumba”).
Este fragmento de connotaciones bretchianas lo leyó Chirbes en Blanca, en la
Fundación Pedro Cano, este año, y fue realmente emotivo escuchar de boca del
gran escritor esta oda al libro como producto del trabajo; así como su
afirmación de que las páginas que dedica a La Celestina en este ensayo
literario se encuentra entre lo mejor que ha escrito. Una tarde memorable, que
me "empujó" a la lectura de este libro enormemente estimulante
escrito por un espíritu libre y crítico, que cumple con creces el objetivo que
señalaba Bergamín a la literatura: inquirir verdad.
* Las
batallas en el desierto, de José Emilio Pacheco. Esta
novela corta de José Emilio Pacheco (Ciudad de México, 1939, Las batallas en el desierto ha
sido para mí una de las grandes sorpresas lectoras que me ha deparado 2014: una
extraordinaria obra en prosa de un autor al que suele citarse sólo como poeta,
y que nos regala aquí una luminosa narración de doce capítulos breves: una
gran evocación de los años de la infancia, la del protagonista, Carlos, niño de
barriada pobre, en la Ciudad de México del tiempo que siguió a la Segunda
Guerra Mundial: años de grandes carencias y privaciones bajo la presidencia de
Miguel Alemán, “vendedor de humo de una idea de progreso y bienestar social que
chocaba de frente con las condiciones reales de vida”. Las batallas en el desierto
nos engancha desde el inicio. José Emilio Pacheco resulta cristalino y
auténtico: una prosa limpia –de aliento poético-, una elegía a la ciudad
antigua, el retrato de una época, la nostalgia de un hombre que recuerda su primer amor no
correspondido cuando era un niño… Uno de los libros más hermosos que he
leído en los últimos años. ¿Hay quien dé más?
Por
último, el recordatorio de la lectura de un clásico. Como saben todos aquellos
que hayan seguido estas colaboraciones en Notas (¡¿eh, hay alguien ahí?!), Los
ensayos de Montaigne representan para mí una guía para la vida: es una lectura
continua y atemporal, con la que paso horas enteras. Os digo: "Leed a Montaigne...Os
tranquilizará". Pero
también: "Leedlo para vivir".
Feliz Año 2015, amigos. (Leyendo y, al tiempo, caminando).
© Jesús A. Salmerón Giménez