martes, 30 de diciembre de 2014

LOS LIBROS QUE MÁS ME HAN CONMOVIDO EN 2014


Jesús A. Salmerón Giménez

“(..) sólo debería leerse aquellos libros que nos muerden o nos pican. Si el libro que leemos no nos despierta de un puñetazo en el cráneo, ¿para qué leer? (…)”.

Fran Kafka


A pocos días de finalizar 2014, conviene hacer una revisión anual de las lecturas: he repasado uno a uno los libros de los que he hablado este año y he seleccionado aquellos de los que guardo una emoción más viva,  es decir, no aquellos con los que más he disfrutado, sino los que más me han conmovido (lo que, como sabemos,  no siempre coincide): Los libros que me han pegado al modo de aquella hacha de Kafka, capaz de romper el mar helado que lleva uno dentro. 


Ilustración de Quint Buchholz



 * Señora de rojo sobre fondo gris, de Miguel Delibes. Una de las mayores felicidades que me deparó el año fue la lectura de este libro. Como conté aquí en NOTAS, después de rastrear indeciso entre las últimas novedades de  los escaparates de las librerías, hice una desganada rebusca en mi modesta biblioteca y encontré un libro de una  colección de kiosco de RBA de los años noventa:  lo hojeé –con cierta indolencia, todo hay que decirlo- y no pude dejar de leerlo (asomó el hacha que rompe el hielo interior): se me humedecieron los ojos,  rompí a llorar desconsoladamente; tal fueron, ante la calidad y la fuerza de lo leído, las intensas emociones suscitadas por la lectura de este magistral monólogo, en el que un hombre que se dirige a su hija para desgranar sus recuerdos más íntimos con Ana, la protagonista de esta hermosa novela, su esposa  trágica y prematuramente muerta. Como escribí: Un bellísimo retrato, un luminoso lienzo de los sentimientos, Señora de rojo sobre fondo gris es una novela impresionante sobre el amor y la honda tristeza de la pérdida de la persona amada: "Una mujer que con su sola presencia aligera la pesadumbre de vivir". ¿Puede decirse de alguien algo más hermoso? ¿Se puede escribir un libro más admirable?



* Limónov, de Emmanuel Carrère. Este libro lo acabé perturbado. Me impactó como un meteorito de emociones –devastador, profundo-. Es una novela -de no ficción, como definió el género que se sacó de la manga el gran Truman Capote- magnífica: el talento de Emmanuel Carrère puesto al servicio de un personaje desmesurado, único, contradictorio, sobre el fondo del país de las maravillas de la Rusia de los últimos 50 años.
Así nos lo presenta el autor: "Eduard Limónov no es un personaje de ficción. Existe.
Yo lo conozco. Ha sido granuja en Ucrania, ídolo del undergroundsoviético bajo Bréznev,  mendigo y después mayordomo de un millonario en Manhattan; escritor mimado en París, soldado perdido en la guerra de los Balcanes, y, ahora, en el inmenso burdel del poscomunismo en Rusia, viejo jefe carismático de un partido de jóvenes desperados. Él se ve como un héroe, pero también se le puede considerar un cabrón: yo por mi parte no me atrevo a juzgarlo”.

Un hombre inverosímil en un país desmesurado (o viceversa). Un libro memorable.




*Nueva York después de muerto, de Antonio Hernández. (“Y, apréndetelo bien,/ que no se escribe, se ama/ con gozo y sufrimiento. Y ese es el corazón”). En estos tiempos convulsos no está de más tornar a la poesía ("la poesía es la máscara que nos descubre"). La poesía valiente, comprometida con su tiempo ("palabra en el tiempo" machadiana). Nueva York después de muerto es un libro que nos lleva a terrenos no hollados por la literatura española: nos emociona, nos sorprende, nos coloca de bruces frente al  misterio. Es un homenaje a Luis Rosales, a Federico García Lorca, a la ciudad de Nueva York... Es una mezcla audaz de todos los géneros: narración, verso libre y clásico, ensayo y crítica, diálogo moral…
 Un enorme poemario (Premio Nacional de Poesía 2014); un autor único; un libro emocionante, estremecedor: uno de los más hermosos e iconoclastas que he leído en los últimos años.




* Stoner, de John Williams. ("Se trata simplemente de una novela sobre un tipo que va a la universidad y se convierte en un maestro. Pero es una de las cosas más fascinantes que jamás he encontrado". Tom Hanks”).  Una novela intensa, conmovedora, sobre la mediocridad de la vida, pero también un canto a su esplendor, un elogio a la integridad de las personas frente a las pequeñas -y a las grandes- miserias: el estoicismo atravesando el estólido caudal de los días y las noches... Una obra maestra que ha permanecido ignorada durante demasiado tiempo.



* Por cuenta propia, de Rafael Chirbes. (“Ya sé que un libro no tiene la solidez de una casa, pero en Moscú quedan pocas casas de las que se construyeron cuando Tolstoi vivía, y de la vieja Alexanderplatz berlinesa qué quedaría de no ser por el libro de Döblin. Me digo que puedo discutir sobre la resistencia de los materiales con los obreros del bar, porque una casa y un libro son expresiones de la sorprendente dureza interior que guarda ese frágil animal humano al que cualquier accidente tumba”). Este fragmento de connotaciones bretchianas lo leyó Chirbes en Blanca, en la Fundación Pedro Cano, este año, y fue realmente emotivo escuchar de boca del gran escritor esta oda al libro como producto del trabajo; así como su afirmación de que las páginas que dedica a La Celestina en este ensayo literario se encuentra entre lo mejor que ha escrito. Una tarde memorable, que me "empujó" a la lectura de este libro enormemente estimulante escrito por un espíritu libre y crítico, que cumple con creces el objetivo que señalaba Bergamín a la literatura: inquirir verdad.



* Las batallas en el desierto, de José Emilio Pacheco. Esta novela corta de José Emilio Pacheco (Ciudad de México, 1939, Las batallas en el desierto ha sido para mí una de las grandes sorpresas lectoras que me ha deparado 2014: una extraordinaria obra en prosa de un autor al que suele citarse sólo como poeta, y que nos regala aquí una luminosa narración de doce capítulos breves: una gran evocación de los años de la infancia, la del protagonista, Carlos, niño de barriada pobre, en la Ciudad de México del tiempo que siguió a la Segunda Guerra Mundial: años de grandes carencias y privaciones bajo la presidencia de Miguel Alemán, “vendedor de humo de una idea de progreso y bienestar social que chocaba de frente con las condiciones reales de vida”. Las batallas en el desierto  nos engancha desde el inicio. José Emilio Pacheco resulta cristalino y auténtico: una prosa limpia –de aliento poético-, una elegía a la ciudad antigua, el retrato de una época, la nostalgia de un hombre que recuerda su primer amor no correspondido cuando era  un niño… Uno de los libros más hermosos que he leído en los últimos años. ¿Hay quien dé más?



Por último, el recordatorio de la lectura de un clásico. Como saben todos aquellos que hayan seguido estas colaboraciones en Notas (¡¿eh, hay alguien ahí?!), Los ensayos de Montaigne representan para mí una guía para la vida: es una lectura continua y atemporal, con la que paso horas enteras. Os digo: "Leed a Montaigne...Os tranquilizará". Pero también: "Leedlo para vivir".




              Feliz Año 2015, amigos. (Leyendo y, al tiempo, caminando).



© Jesús A. Salmerón Giménez

jueves, 18 de diciembre de 2014

ENTRE VOLUNTAD Y MEMORIA


Juan A. Piñera

      Pongamos que has ido con tus hijos, que son pequeños, unos 6 o 7 años, a la plaza y los has dejado sueltos, a su antojo. Estás sentado cómodamente en un banco. No hace frío. Ni calor. Desde tu perspectiva ves gente en movimiento: niños jugando a la pelota, otros hablan, un grupo corretea, paseantes aparecen y desaparecen en distintas direcciones... y te quedas mirando fijamente, escuchando el cuadro en movimiento, sin pensar en nada: una película de sucesos que en primera instancia aparentan una armónica y lógica aleatoriedad (saltos, movimientos en zigzag, gritos, persecuciones, caídas...) y que luego, siempre, están cargados de las más altísimas dosis de razón. Es uno de esos momentos en que, entre nube y nube, surgen cuestiones sobre lo que somos y cómo funcionamos, sobre si sentimos el total de nuestros actos o nos comportamos casi sin prestar atención a nosotros mismos.



       Por mucho que se intente, por muy meticulosa que sea la búsqueda, es difícil permanecer en ese fino hilo que nos separa entre seres voluntarios plenos conocedores de lo que experimentamos frente a máquinas mecánicas totalmente automatizadas. Por ejemplo, la acción de estar frente a una pantalla, con los dedos situados de manera precisa sobre un teclado, y escribir un texto, es un ejemplo ideal para llevar a cabo el dificilísimo ejercicio de la propia y total autoconciencia. Al igual que subir unas escaleras. Buscar el límite entre lo mecánico, lo aprendido, lo que está memorizado y se transforma en movimientos como respuesta a un pensamiento que puede ser consciente o no, que puede haber surgido solo desde la profundidad de la mente sin haberlo buscado, es una de las actividades supraconscientes más agotadoras que se pueden llevar a cabo. Cuanto más conocimiento inmediato y total del entorno se quiere tener, más lenta se vuelve nuestra parte mecánica (cuerpo). Se pierde utilidad, lo que es contraproducente, en primera aproximación, en términos de supervivencia. Tendemos a hacer las actividades, por lo general, lo más eficaz y beneficiosamente posible (subir las escaleras), porque no tiene sentido para nosotros hacerlo sintiendo la pisada, lanzando la orden de mover el pie, luego elevarlo, a continuación detectar su posición y lanzarlo hacia delante, etc., si no lleva a ningún beneficio (¿qué ventaja podría tener subir unas escaleras a semejante ritmo si llevamos prisa, aparte de evitar una caída, etc.?), es decir, a optimizar tiempo y recursos biológicos.

       Desde ese punto de vista, de la automatización de casi todo lo que hacemos, se podría plantear qué porcentaje de tiempo somos totalmente conscientes del control de nuestra vida. Los primeros años corresponden al aprendizaje universal. Tanto el lenguaje como la automoción precisan de años de ensayo y error hasta alcanzar el nivel suficiente para defendernos (habla, traslación, huída...). Pasados los años, ya en la madurez física, por poner un caso, marchamos por la vida de un lugar para otro usando la información aprendida. Si necesitamos trasladarnos es suficiente que surja el pensamiento del lugar de destino para que el cuerpo accione los complejísimo mecanismos aprendidos correspondientes y comience a moverse, un paso tras otro, subiendo aceras, cruzando calles, esquivando coches y, probablemente, pensando en otra cosa o realizando alguna tarea accesoria (escribir en el móvil, escuchar música, conversar, ver escaparates...). Se podría contabilizar el tiempo gastado en las 100 o 500 ideas que durante un día pasan por la cabeza cuando estamos plenamente conscientes y el gastado en utilizar recursos memorizados para llevar acabo esas 100 o 500 ideas de modo automático y llegar a la conclusión de que es muy poco el tiempo que estamos junto a nuestro cuerpo, a la par, ejecutando una acción concreta mientras detenemos el tiempo para apreciar la total realidad de lo que hacemos, con todas sus partes lógicas, las sensaciones que se experimentan, la recogida de datos necesarios, las decisiones tomadas y a tomar según corresponda, etc. Hasta 20 o 30 parecen muchas. Diría que son cero. Ninguna. No hay momento en el día en que nos paremos, como si fuéramos un robot, o un auténtica máquina analizadora, a hacer, tan sensorial, racional y voluntariamente como se pueda, cualquier acción por simple que sea. Parece que se detiene el tiempo. No parece, es que hay que hacerlo. Podía intentar un ejercicio muy simple que sirviera para buscar lo que quería. Un afeitado podría se útil. Un día lo hice como de costumbre: la idea previa de afeitarme fue sucedida por una serie de acontecimientos memorizados que siempre se ejecutan igual: empezar por el mismo lado de la cara, continuar hasta un punto, volver a repasar, etc., etc. hasta terminar en el tiempo de siempre casi sin darme cuenta de nada. Otro día me propuse hacer el ejercicio procurando analizar todas las situaciones: ver la mano, coger la cuchilla, evaluar la posición de la mano, la cantidad de espuma, análisis de la zona de la cara, movimiento de la mano a un sitio y otro, etc. etc. y fue prácticamente imposible terminar, pues las variables a considerar eran tan grandes, y el continuo anular el sentido de la vista, que llegué al punto de concluir que era tarea inútil. Primero, por el factor tiempo; segundo, porque era irrealizable acabar con la precisión del procedimiento de costumbre, un procedimiento que, memorizado, resulta infinitamente más eficaz si se “deja” ejecutar automáticamente. Porque parece que somos eso, una máquina que ejecuta continuamente procesos previamente memorizados, que se han ido perfeccionando con los años, y que suceden a una idea, deseo, anterior que, no sabemos, si solo obedecen a la necesidad de satisfacer necesidades (sí, necesidad de satisfacer necesidades), al arbitrio pseudoaleatorio de estados mentales (por ejemplo, ejecutar el acto de rascarse un ojo, con todos sus precisos movimientos, tras la sensación de picor, mover un pie arriba y abajo porque sí...) o a la voluntaria sucesión de pensamientos o ideas que surgen en algún lugar del cerebro porque así lo quiere él, porque así funciona, explosión tras explosión de descargas eléctricas resultado de hechos previos (información proporcionada por los sentidos, pensamientos, conclusiones...).

       Es complicado, y hasta desalentador, pensar, saber, que casi todo el tiempo estamos en un plano distinto (¿superior, inferior?) a la realidad de lo que hacemos segundo tras segundo casi sin darnos cuenta. Y pensar, saber, que la película de nuestra vida es, siempre con el imprescindible equipaje de la memoria, lo que aparenta que queramos que sea.


       Que somos una sucesión de ideas/razonamientos llevadas a efecto para interaccionar es consabido, lo trascendental es saber de dónde vienen y, ante todo, cómo, desde cuándo y por qué las percibimos en nuestro interior. Entonces, quizá, a lo mejor, sabremos qué es lo que nos hace ver que estamos ahí con nuestro propio yo y nos haga especiales más allá de una máquina que funciona según el gran programa que el transcurso del tiempo graba en nosotros.

 ©  Juan A. Piñera

domingo, 14 de diciembre de 2014

`EL ÁMBITO DE LA LUZ´, DE PEDRO ANTONIO MARTÍNEZ ROBLES


                                                                                   Rosa Campos


     

   He escuchado1 y leído El ámbito de la luz, de Pedro Antonio Martínez Robles, ganador del II Certamen Internacional de Poseía José Zorrilla, editado por Algaida. Lo he leído y sé que volveré a sus páginas, porque la poesía que se nos adentra nos espera en sucesivos reencuentros haciéndonos partícipes activos de ese lenguaje que ennoblece y nos enlaza al instante con el mundo.

    Los versos que contiene respiran clasicismo debido al amplio conocimiento de la arquitectura poética con que el autor les da forma, también por esa eternidad que envuelve a los conceptos con que los nutre; y respiran modernidad porque se centran en el el ahora lo más actualizado que tenemos, y lo hace sin miedo a hablar de miedos, de la fragilidad humana o de la grandeza del hoy, comunicándolo desde ese humanismo transparente con el que también  penetra en la memoria del  ayer o recorre los andamios del mañana. 

     Las palabras que tejen cada una de las partes en las que se estructura el poemario, «La luz», «La casa», «El olvido», se acercan a nosotros con ritmo claro y suave contundencia, y las dejamos que se filtren desde su hondura, sin poder  y sin querer rehuirlas  porque sabemos que pertenecen a esa realidad  que nos atañe.

   Leer uno a uno estos poemas nos permite ampliar la perspectiva de la luz de la alegría y del dolor,  y percibir el aleteo de esa luz cuando desnuda la fugacidad del ser o  nos presenta la sencillez de lo inconmensurable  que nos rodea y nos sostiene. 

  Fragmentos de dos de poemas: 


    Amanece

  II

  (…)
                                                                                                                      
     Amanece despacio en estos huertos
               
                            del este de la Tierra, esta heredad,                                                                                                                   
                         donde se agita el centro en este instante                                                                                                         
de lo único que importa, pues ignoro

                             si hay otro lugar donde el sol estalle                                                                                                                    
tan notoriamente y hace que sea 

aquí, esta fuerza, sin noche ya, el aire,

toda le esencia que respira el mundo.

Con mansa lucidez proclamo el nombre

de esta albura que se abre ante mis ojos

y digo luz , y movimiento, y vida,

  (...)





La renuncia

    Si hubiera sido sólo,    

                                   lo vivido, nadar en la pureza                                                                                                                                              
de la nada absoluta,

no haber tocado el aire

ni haber mirado el mar.

Si el crepitar del fuego hubiera sido 

una espiral oscura de silencio

y no este incendio de oro.

Y estos pájaros de olvido, y estos árboles

que solo cobran vida si los miro, 

hubieran sido sólo

una vaga ilusión de la ceguera 

que nada ha conocido salvo sombras.

Si este dolor de rosas en el aire

y este sabor de yodo en la garganta,

no hubieran esquilmado mis sentidos,

                                                  (...)                                                                                                                                                  


P. A. Martínez Robles
Fot.: María José López López

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   1. Lo escuché la noche en que se presentó en el Auditorio Municipal de Calasparra lleno de público acompañando al autor, que en la mesa de presentación contó con la presencia de José Vélez (alcalde)  y Cristina Trujillo (concejal de Cultura)–, y fue posible gracias  al grupo de teatro `El Molinico´,  cuyos componentes recitaron ,realizando una magnífica puesta en escena, donde las voces, las  bellas imágenes proyectadas en la gran pantalla y las siluetas en movimiento generaron una excelente simbiosis.


Más sobre  Pedro Antonio Martínez Robles

miércoles, 10 de diciembre de 2014

HISTORIA DE UNA LECTURA


Jesús A. Salmerón Giménez





        Un buen escritor expresa grandes cosas con pequeñas palabras, a la inversa del mal escritor, que dice cosas insignificantes con palabras grandiosas.
  Ernesto Sábato


   Es curiosa la vida: Estoy buscando desesperadamente un libro, entre las últimas novedades que inundan los escaparates de las librerías -la mayoría, de autores con impecables nombres anglosajones-, y no termino de decidirme; cuando, como quien no quiere la cosa, hago una desganada rebusca en mi modesta biblioteca y, casualmente, encuentro un libro de una de colección de kiosco de RBA de los años noventa, que de forma incomprensible no había leído, y, con cierta indolencia, mirando de reojo el reloj, comienzo la lectura: y ya no puedo ni quiero dejar de leerlo, lo devoro de un tirón. Me conmueve en lo más profundo, se me humedecen los ojos, rompo a llorar desconsoladamente (lo que  me ha sucedido en muy contadas ocasiones). Este austero castellano me llevaba esperando más de veinte años en una combada leja de mi librería: con la sencillez de la perfección, con un español limpio, preciso y deslumbrante, Delibes nos da una profunda lección artística y de humanidad. Un bellísimo retrato, un luminoso lienzo de los sentimientos, Señora de rojo sobre fondo gris es una novela impresionante sobre el amor y la honda tristeza de la pérdida de la persona amada: "Una mujer que con su sola presencia aligera la pesadumbre de vivir". ¿Puede decirse de alguien algo más hermoso? ¿Se puede escribir un libro más admirable?


   Este inmenso escritor, que encarna el alma del castellano, es sobre todo el creador de una memorable galería de personajes que pueblan para siempre la literatura universal, alimentando en la eternidad de un libro la imaginación y la inteligencia de los lectores:

  Los niños de El camino, el Senderines de «La mortaja», o el Nini, de Las ratas; don Eloy, de La hoja roja; el viejo jubilado de «El patio de vecindad»; o Nilo, el Viejo, protagonista del cuento «Los nogales». Cecilio Rubes de Mi idolatrado hijo Sisí, Azarías de Los santos inocentes o el último, Cipriano Salcedo, permanecerán para siempre en el haber sentimental del lector que "no deja de buscar el fulgor de la vida y la pasión moral en la literatura".

  «Los amigos me dicen con la mejor voluntad: 'Que conserve usted la cabeza muchos años'. ¿Qué cabeza? ¿La mía, la del viejo Eloy, la del señor Cayo, la de Pacífico Pérez, la de Menchu Sotillo, (…)

  Como él mismo confesaba en el discurso que pronunció al recoger el premio Cervantes: Los personajes de Miguel Delibes no sólo han formado parte de él, son él, sus miedos, sus pasiones, sus escenarios.

  Este castellano conciso y recio «un chopo alto y solitario, puntiseco, dominando un mar de surcos con los trigos apuntados», nos sigue dando una lección literaria pero también moral a través del tiempo, y lo hace, por encima de la importancia de sus historias y su prosa, por medio de sus enormes protagonistas, que viven de verdad, habitan y alientan nuestra memoria. Y entre todos ellos, Ana, la protagonista de esta hermosa novela, trasunto de Ángeles, su esposa trágica y prematuramente muerta, a la que dedicó, en el discurso de ingreso en la Real Academia de la Lengua, estas emotivas palabras:


Desde la fecha de mi elección a la de ingreso en esta Academia me ha ocurrido algo importante, seguramente lo más importante que podría haberme ocurrido en mi vida: la muerte de Ángeles, mi mujer, a la que un día, hace ya casi veinte años califiqué de «mi equilibrio». He necesitado perderla para advertir que ella significaba para mí mucho más que eso: ella fue también, con nuestros hijos, el eje de mi vida y el estímulo de mi obra, sobre todas las demás cosas, el punto de referencia de mis pensamientos y actividades. Soy, pues, consciente de que con su desaparición ha muerto la mejor mitad de mí mismo. Objetaréis, tal vez, que al faltarme el punto de referencia mi presencia aquí esta tarde no pasa de ser un acto gratuito, carente de sentido, y así sería si yo no estuviera convencido de que al leer este discurso me estoy plegando a uno de sus más fervientes deseos, en consecuencia, que ella ahora, en algún lugar y de alguna manera, aplaude esta decisión mía.


(Delibes 1975:15-16)
  






© Jesús A. Salmerón Giménez

lunes, 8 de diciembre de 2014

BENDITA MODERNIDAD QUE TODO LO ACLARA


David Botía Ordaz

   Benditos los tiempos cuando la palabra NO era NO y la palabra SÍ significaba haber llegado a todo el mundo y haber superado todas las dificultades. Me refiero a que en la historia de la literatura han habido momentos en los que la facilidad de publicación era casi imposible, y sencillamente de comprender sus motivos. Pero estamos en otro tiempo, como el presente, en el que es sencillo de conseguir publicar por cualquiera, y casi imposible de comprender el poco alcance conseguido.

    Hoy, después de los correspondientes batacazos, sabemos que no solo es cuestión de publicar sino de llegar a esos canales de distribución que te permitan entrar en un mundo de reconocimiento más o menos "amplio", y te quedas con la tentación de aceptar que ya no es necesario que sea todo el público en el que pensabas al principio a quien vas dirigido principalmente , en fin, hasta ves como favorable o deseable la posibilidad de que "si te dicen" dónde dirigir tus pasos, podrías conseguir ingresar en "algún" selecto grupo pues, como que así ... y, en fin…

   Tan solo habrás tenido que "madurar" y caer en la cuenta de que tus iniciales ilusiones, y poco iluminados pasos, te estaban conduciendo a la idea de que "las cosas son así".

   ¿Será posible que esta idea sea fija en el mundo y en el transcurso de los tiempos?

   Me da la impresión de que sí, el momento histórico te acerca o te aleja según las facilidades con las que cuentan las herramientas necesarias para fijarse en ti, pero esto es porque antes dependías de otros para “ser tú”, o “ser alguien siendo tú como escritor”.

   Hay palabras como calidad, oportunidad, comparación, cultura, élite, fama, reconocimiento, plagio, etc., que siempre han causado verdadero revuelo en el mundo del arte en general, y también palabras como subasta, venta, beneficio, rentabilidad, costes, entretenimiento, etc., todas tan frecuentes entre los potentados aburridos o verdaderos amantes del coleccionismo del ego a través del dinero, poder o fama social.

   Quizá, desde la primera palabra escrita hasta hoy, aquella que se pueda mostrar y permanecer en el tiempo es la que todo escritor quiere, es como un escultor que intentara hacer una escultura que ante las agresiones de los elementos universales permaneciera más allá de las generaciones venideras, o como el músico que pretende que las notas musicales genialmente mezcladas para formar esa pieza musical sea transmitida más allá del presente,  o el pintor con la pintura… en fin, frágil es la palabra pero qué importante es, pues en ella se basa todo arte, y, si uno no se contempla en sus figuraciones imaginativas personales como algo permanente… ¿qué merecería la pena que permaneciera?

   Cierto es que la obra que te deja callado, cuando sea de admiración, es la que permanecerá en el subconsciente y aquella que te calla para echar el vómito en la esquina más cercana, también podría ser contemplado aquí, pues ambas tienen el mismo poder, permanecer mediante un shock emocional para agitarte en tus entrañas, lo comprendas o no, lo aceptes o no.

   ¿Verdad que estas cosas se recuerdan?

  Pues nada, que los escritores, nos empeñamos en creer que somos tan geniales y tan "arte" que cuando ponemos los pies en el terreno habitual de la sociedad debemos hacer un acto de humildad y comprender hasta qué punto estamos dispuestos a ceder al favor de nuestro  "estrellato", pues uno deja de ser lo que era para entrar en una dimensión dominada por esas empresas que tienen que ganar dinero con cada "objeto = autor" y que, dicho sea de paso, tan legítimo es como negocio, pues lo es para ellos y... las ves como tus deseadas herramientas necesarias.

  Fama, gloria, reconocimiento…. todo ello debe de ir sucediéndose poco a poco, de la mano de personas amigas que te introducen en tal o cual ambiente, asociación, revista, libro de varios autores o…, y sería el máximo, si alguna editorial se interesa por ti, arrogante escritor que cuando escribes te crees Dios y te ocultas del mundo.

  Lo más habitual es echar mano de las facilidades actuales de autoedición y concursos para "abrirse camino" en este ilusionante mundo de las aspiraciones en el arte, ¿o se debería decir de las económicas conspiraciones contra el arte? La autoedición es el medio más recurrente por el cual el autor se hace a sí mismo ya que "se" lo hace todo, incluso la distribución pues va casa por casa o de amigos en amigos, o en presentaciones de la mano de tal o cual facilidad… la cosa es que esto no genera más que un balance entre ingresos y gastos donde el dinero no es lo único cuantificable, y uno/a se termina por dar cuenta de que hasta que alguna editorial se fije en ti no conseguirás quitarte cierta pesada carga para la que, normalmente, no estás hecho.

  Todo este proceso no está de más, pues, cuanto mejor aprendas cómo funciona éste mundo, más preparado estarás para afrontar el camino que has elegido, el de ser autor de escritos, como ESCRITOR, y, si puede ser, "Reconocido".

  Inicias, entonces, el camino de las redes sociales, los blogs, las páginas webs, intentas que te saquen en los diarios, las televisiones locales son un buen punto de encuentro, así como las radios de carácter minimalista, que están sedientas de llenar sus espacios con noticias importantes, tanto como la tuya, te abren las puertas, haces entrevistas, te promocionas con su necesidad, algunas fotos que colocar en las redes sociales y el blog…. en fin, incluso, intentas salir de tus límites regionales de alguna manera para ser más conocido y…

  Ves tu vida dedicada a ser profesional de tu imagen y tu pasión para ser constantemente RECONOCIDO, y me pregunto, ¿quién dice qué es arte y que no? ¿Quién dice SÍ o NO, hoy?

  No nos engañemos, arte somos todos, tenemos todos y todos somos capaces de ser genios pero, para serlo, y más para vivir de ello, te tienen que señalar y eso lo hacen las editoriales, quienes se dejan influenciar por sus tendencias que serán de origen ideológico, político, universitario, económico, social, etc., así que…

   Si el tiempo que vivimos nos enseña algo es que arriba está quien está y por méritos propios, lo cual es un reconocimiento a todos sus siempre meritorios esfuerzos, pero los que no estamos arriba tenemos la fuerza mayor, ésta se llama altruismo y nos convierte en el mayor de los contrapoderes del mundo, pues, lo que se da sólo beneficia al que lo recibe, y tu arte tendrá el mejor de los recibimientos, la sonrisa del regalo, que, afín de cuentas, es lo que satisface al ego y nadie te engaña.

   Si alguna de las editoriales se diera cuenta, vería que su reinado es endeble, pues, ¡¡ya está bien de engaños al portador del arte!!, que se den cuenta de que sólo buscamos esa sonrisa y un cierto reconocimiento.

    Gracias al momento presente, mi actitud actual es la de  regalar mi "arte" a quien quiera y me aparto de cualquier iniciativa que pretenda lucrarse conmigo, ya que ellas no son las dueñas del arte.

   ¿Te atreves?

Nota:
 Un autor, para que su obra esté protegida, sólo precisa de la Inscripción en el RPI (Registro de la Propiedad Intelectual) de cada una de sus obras.
 Un libro sólo necesita de la inscripción en el depósito legal y unas copias que deberás entregar para que sean repartidas a las bibliotecas, nada más, lo demás... no es arte.
  El arte se exhibe en los museos, y los libros en un museo concreto: Las Bibliotecas.


     Un saludo.                                                              
       obdobd@gmail.com   

     ...
     

David Botía Ordaz (también utiliza el seudónimo OBD), nacido en Murcia en 1967, inicia su andadura literaria de la mano de la Asociación de Escritores del Casino de Murcia, donde participa activamente en las publicaciones de la misma,  promoviéndola por el incipiente y desconocido Internet. Pronto se reúne con personas interesadas en la poesía y crea un grupo representado por la palabra Tertuliemos, del que nacieron dos publicaciones colaborativas y auto-editadas con los títulos Tertuliemos I  y  Café con Versos - Tertuliemos II.
Posteriormente se involucra en el nacimiento de la Asociación de Escritores de la Región Murciana (AERMU). En la actualidad ha participado en aquellos eventos para los que ha sido solicitado, bien como invitado, bien como presentador.
La bibliografía completa se puede revisar en su página: http://www.obdnet.com/Sobre%20mi                         
                                 


© David Botía Ordaz